* Tres hermanos oriundos de San Francisco Lempa, en el departamento de Chalatenango, lograron reunificarse con su hermana que estaba desaparecida desde 1984.
** La Asociación Pro-Búsqueda efectuó pruebas de ADN e identificó a Flor, que reside en EE. UU. Ella es uno de los casos de adopciones irregulares cometidas entre 1981 y 1988 en la guerra civil salvadoreña.
Eric Lemus / Expediente Público
Flor de Luz tenía cuatro años cuando fue adoptada con documentos falsificados por una familia estadounidense. Por eso, sus recuerdos de El Salvador eran escasos.
Sus padres legales le contaron que los abogados a cargo de los trámites para su adopción aseguraron que era una niña huérfana y sin lazos familiares, pero Flor creció pensando que en su vida había un cabo suelto.
35 años después de ser adoptada supo de la Asociación Pro-Búsqueda en El Salvador y les solicitó que rastrearan su procedencia. Esta organización humanitaria investiga el paradero de menores raptados durante la guerra civil y también sigue el rastro de adopciones irregulares en esta época.
29 años después de ser adoptada, pasaron 11 años para que el trabajo de investigación de la organización no gubernamental los llevó a la municipalidad de San Francisco de Lempa, 93 kilómetros al norte de San Salvador, y en esta zona montañosa del país, una solicitud de información sobre un acta de nacimiento de Flor alertó a su hermano mayor que vive aún en el pueblo: Marlon, actualmente de 45 años.
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En busca de pistas
En 1983, la madre de estos hermanos, de nombre María Elena, vivía al norte de Chalatenango, pero después que armados, a los que no identificó, asesinaran a su pareja huyó a San Salvador con sus tres hijos de entonces: Marlon, Flor y Miguel.
“Mi mamá nos dejó depositados en diferentes lugares y con diferentes personas. Ella vivió con ese dolor. Encontramos a Flor, pero del hermano menor no sabemos nada”, narró Marlon a Expediente Público.
En la capital ella decidió dejar a los niños al cuido de terceros, pero, en el caso de Flor, una red bien organizada de adopciones irregulares le sacó acta de nacimiento y pasaporte para darla a una pareja estadounidense, a quien se le hizo creer que la niña no tenía familia.
La madre de ellos, María Elena, tuvo una segunda relación de la que nacieron los dos hermanos menores. Flor de María, actualmente de 39 años y llamada así en memoria de la hija perdida y Alejandro, de 38.
Flor creció en EE. UU., pero siempre quiso saber sobre su origen y en 2013 escribió un correo electrónico solicitando asistencia técnica a Pro-Búsqueda, pero por el cúmulo de peticiones su caso comenzó a ser investigado a partir de 2019.
La organización le tomó una prueba de ADN y acudió al pueblo donde se refería como su lugar de nacimiento. Ese paso fue determinante.
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Pro-Búsqueda encontró que el lugar de nacimiento no estaba modificado en el acta del registro civil. Así llegaron a la municipalidad de este pequeño poblado e identificaron a un posible pariente, que era Marlon, el hermano mayor.
Búsquedas se entrecruzan
De hecho, Pro-Búsqueda encontró en sus registros que Marlon había acudido a sus oficinas en el año 2000 para que buscarán a sus hermanos, sin embargo, una pista falsa indicó que la niña había sido utilizada en tráfico de órganos.
Trece años después, Flor contactó por su propia cuenta a la misma organización. “La forma en que se solucionó verdaderamente fue un milagro”, dice a Expediente Público Margarita Zamora, quien desarrolló la indagación.
En 2021 la organización humanitaria pudo comparar las muestras de ADN de Flor y sus hermanos y así corroboró el parentesco.
Los hermanos acordaron una llamada virtual el 24 de julio de 2023, como parte del proceso antes del encuentro definitivo, explicó Zamora.
“Nosotros seguimos trabajando y luchando, haciendo todo lo humanamente posible con nuestros recursos para que estas familias puedan reunificarse y darse ese abrazo que por tantos años les ha sido negado”, resalta Zamora.
La demanda de este tipo de situaciones desborda la capacidad de esta institución no gubernamental que es pionera en el hallazgo de menores desaparecidos en El Salvador.
El lugar de origen
San Francisco Lempa es un caluroso poblado de vocación agropecuaria en una parte de la cordillera montañosa de Chalatenango, escenario de la guerra civil salvadoreña, de 1980 a 1992.
La casa de Marlon está al final de un camino escarpado y sinuoso, donde vive junto a esposa e hijo. Sus hermanos menores, Alejandro y Flor de María, bautizada así en memoria de Flor de Luz, la niña desaparecida, acostumbran a visitarlo en ocasiones especiales, porque ellos residen en la capital.
Un caluroso viernes 15 de marzo de 2024 todos esperaban ansiosos el reencuentro que organizó Pro-Búsqueda. En la calle frente a la casa de Marlon colocaron una larga mesa a la sombra de una carpa para comer juntos un caldo de gallina típico, a fuego de leña.
En un momento, escucharon el sonido de un automóvil que subía a trompicones por la calle y el tiempo se detuvo. Finalmente, llegó el día esperado. Se cumplirá el deseo de su madre, que murió en 2006 sin volver a ver a su hija, pero insistió que la siguieran buscando.
El reencuentro
Flor voló de madrugada desde Nueva York, EE. UU. y viajó el mismo día desde el Aeropuerto Internacional Monseñor Óscar Arnulfo Romero hasta este rincón de El Salvador, a donde llegó un vehículo de Pro-Búsqueda a traerla.
Al bajar del auto y empezar a caminar hacia sus hermanos y sobrinos las emociones desbordan aquel lugar donde los anfitriones han colocado carteles en inglés que dicen: “Bienvenida hermana- Te amamos”.
Niños como botín de guerra
La Asociación Pro-Búsqueda, que nació en 1994 por iniciativa del sacerdote jesuita Jon Cortina, investiga los casos de desapariciones de menores a partir de denuncias o solicitudes hechas por aquellos que buscan a sus hijos o quieren reconstruir su procedencia.
Hasta el momento tienen 1,046 expedientes de los que 577 son casos irresueltos y 469 resueltos (291 reencontrados, 89 pendientes de reencuentro familiar y 89 casos localizados, pero fallecidos).
La directora de la institución humanitaria, Ana Julia Escalante, dice a Expediente Público que, si bien hay casos que están ligados al conflicto armado, “también gestionan solicitudes de personas adoptadas en el extranjero de forma irregular en el caos de la guerra”.
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Zamora, la técnica de Pro-Búsqueda que llevó el caso de esta familia de San Francisco de Lempa, relató a Expediente Público que “Flor fue ofrecida en adopción a una pareja estadounidense con documentos falsificados, les hicieron creer que aquella niña de cuatro años era huérfana”.
Cerrar un círculo 41 años después
María Elena, la madre de Flor, falleció el 4 de noviembre de 2006. Tuvo seis hijos y murió con dolor de que tres estuvieran desaparecidos. Además de Flor, perdió a Miguel, de un año y otro más, de quien no existe ningún registro. Ellos quedaron con personas de las que no saben sus nombres.
Aunque su caso no sucedió durante alguno de los operativos militares, como es común, la historia de esta mujer refleja otro lado de las separaciones forzadas debido a las adopciones irregulares.
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Pro-Búsqueda, que empezó dilucidando el paradero de los menores convertidos en botín de guerra por los operativos ejecutados por el ejército, también recibe solicitudes por casos de adopciones donde los ahora adultos buscan conocer su origen.
El tema de la niñez desaparecida durante la guerra es una de las heridas abiertas después de la guerra civil en este país centroamericano que en 1992 tuvo un acuerdo de paz entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno del presidente Alfredo Cristiani.
De hecho, el Estado salvadoreño fue condenado tres veces por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) por casos de desaparición forzada, pero nunca ha sido investigado por adopciones irregulares.