Dos tormentas consecutivas en noviembre de 2020, desnudaron las debilidades de infraestructura, prevención y capacidad operativa y financiera de Honduras para hacer frente a los desastres naturales. La naturaleza empeoró las condiciones de vida de la población más pobre de este país.
Fany Mejía es una hondureña de 33 años que fue afectada con su familia por las inundaciones. Su mirada enrojece cuando recuerda que estuvo 4 días en el techo de una casa en La Planeta de La Lima, sin comer y beber agua junto a sus hijos de 4, 5 y 12 años.
Lo perdió todo: su casa, el menaje y la comida. “Los vecinos usaron como canoa un refrigerador para pasarnos al techo de una casa más alta, sino, nos hubiéramos ahogado”, relata entre lágrimas.
La zona norte de Honduras, específicamente 8 municipios de Cortés: La Lima, Potrerillos, Pimienta, Choloma, Villanueva, San Manuel y El Progreso y San Pedro Sula, viven una crisis tras las tormentas Eta e Iota: unas 350 mil personas de 838,420 que residen en la zona se han quedado sin hogar, de esas, apenas unas 10 mil han sido reubicados en albergues temporales. Según las autoridades, unas 200 personas han fallecido y unas 100 han sido dadas como desaparecidas.
La tormenta Iota no tuvo la intensidad ni la duración de Eta, que se desarrolló durante tres días, pero fue suficiente para sacar de su cauce a los ríos Chamelecón y Ulúa. En medio de ese triste panorama, los damnificados no tuvieron más remedio que instalarse en la calle. Expediente Público recorrió la autopista a La Lima y estimó unas mil personas damnificadas entre ellas niños, quienes duermen en champas improvisadas de nylon a la orilla de la calle y en medio de las incesantes lluvias.
Cifras del Banco Mundial estiman que cerca del 48.3 por ciento de la población hondureña vive en la pobreza (2018, con las líneas oficiales de pobreza actualizadas)..
En zonas rurales aproximadamente uno de cada cinco hondureños vive en pobreza extrema o con menos de US$1.90 al día.
Insalubridad es la norma
Se divisa un lugar de destrucción; miradas tristes, mujeres cargando niños envueltos en harapos bajo la lluvia. Personas aglutinadas con ropa ennegrecida y mal alimentadas; otras alojadas debajo de los puentes, acostados sobre colchones y muebles cubiertos de lodo.
Esas familias se convierten en objetivos fáciles para todo tipo de enfermedades relacionadas con las malas condiciones sanitarias y de contagiarse de coronavirus que ha sacudido a los hondureños con cierta periodicidad. Ese país reporta, -de acuerdo con el recuento oficial- hasta el 19 noviembre, 103,448 contagios y 2,839 muertes, de esa cifra, el departamento de Cortés representa el 29.9% de muertes: 849 y 28,175 infectados.
La situación ha generado una urgencia política y como resultado del desinterés de sus gobernantes, la sociedad y empresa privada se ha organizado para llevarles comida caliente y ropa a las personas en los albergues y en las calles.
“Nos tocaba tomar agua del quinel porque mi niña no aguantaba la sed. Tengo llagas en mis pies, relata”, ampliando que no sabe dónde están sus hermanos; uno se llama Javier y el otro Melvin.
Bajo el agua y lodo
No podían entrar las lanchas, -recordó- se pegaban en las piedras que las corrientes trajeron de un cerro que se derrumbó, pero pudieron sacarnos con otra refrigeradora que otros damnificados utilizaron como lancha; andaban helicópteros pero no nos pudieron subir. “Pasaban serpientes al lado y el techo estuvo a punto de hundirse por el peso, pero la estructura del cielo falso nos mantuvo arriba. Miré muchos cuerpos flotando”, expresó suspirando hondo.
Lo mismo le ha ocurrido a doña Adriana Reyes, una señora de 47 años, junto a su hija Ana, de 8 años permanece refugiada en un albergue de una iglesia evangélica de la Rivera Hernández; vivía en los bajos de ese sector, cerca del río Chamelecón. “La policía nos advertía que nos saliéramos, pero por cuidar las cosas de la casa y los animales, no hice caso. Perdí todo, el muro de láminas de mi casa se cayó. Es la tercera vez que paso por esto, pero aquí el pastor me ha dado la mano, la comida no nos ha faltado”, comenta.
Esa noche (lunes 2 noviembre)-recuerda- salí bajo el agua, y en un troco metí unas cositas y subí a mi hija. A media cuadra de ella estaba su esposo Roberto, pero ahora no sabe su paradero; “pude rescatar unas sábanas y unas mudadas”.
La señora no sabe de su otros familiares: su hermano Geovany Reyes y su hijo Juan Carlos Redondo. Quiero pedirle a mi hermano Fredis Reyes, diputado por el Partido Libertad y Refundación que me ayude a encontrar a mi familia. “Lo llamé; le dije que viniera a sacarme de aquí… que no tengo dinero para moverme pero nunca llegó. Después le pedí a los policías que nos rescataron que lo llamaran; le dieron la dirección y tampoco llegó”, expresó entre lágrimas.
Pensaron que era una lluvia más
Respecto a la tormenta Eta, Alex Estévez, director de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), de la zona noroccidental del país, explicó a Expediente Público que la gente no salió de esas zonas de riesgo pensando que podía ser una situación manejable.
“Desde el lunes (2 noviembre) estuvimos en la zona de afectaciones llevando víveres, pero para el día jueves (5 de noviembre) ya teníamos desbordamiento de los ríos y algunas zonas inundadas, inmediatamente procedimos a la evacuación obligatoria y llevarlos a los albergues habilitados donde reciben alimento caliente, asistencia médica y psicológica”, dijo.
“Lamentablemente tenemos personas fallecidas”, explicó Estévez. “Es una situación complicada perder un ser querido y sus pertenencias, vivir una experiencia donde estuvieron varios días en los techos”, agrega.
“Continuamos con labores de rescate en conjunto con el Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Fuerzas Armadas y algunos pobladores que colaboraron con lanchas, incluso hubo rescates aéreos en aquellos lugares donde no pudimos ingresar con lanchas, desde esa fecha hemos trabajado en asistencia humanitaria; recuperación de las viviendas y limpieza, pero con la tormenta Iota quedó de nuevo cubierto de agua”, explica.
Vacaciones Morazánicas
El 3, 12 y 21 de octubre componen el feriado Morazánico, el cual lleva ese nombre en honor al prócer nacional, el general Francisco Morazán, pero este año el feriado fue trasladado para la primera semana de noviembre.
Por otro lado, el 29 de octubre el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos advirtió sobre la formación de una onda tropical que se convertiría en Huracán y afectaría a Nicaragua y Honduras, pero el día siguiente, la Comisión Permanente de Contingencias, Copeco anunció en medios de comunicación los preparativos de los operativos a implementar durante esa semana de vacaciones.
Ignoran alertas
El 31 de octubre, Copeco emitió un boletín advirtiendo de la formación de una onda tropical sobre el Caribe Central, en el que hizo un llamado a vigilar la trayectoria del fenómeno, pero ante la insistencia del Centro de Huracanes, por la tarde del 1 de noviembre, Copeco decidió emitir las primeras alertas: verde y amarilla para departamentos donde se registraron lluvias, pero a pesar de eso el feriado seguía vigente.
El 2 de noviembre en horas de la mañana, Copeco y el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) sostuvieron una reunión para tomar decisiones con respecto al feriado de la Semana Morazánica y se concluyó no suspenderlo, procediendo a llamar a la ciudadanía a salir con responsabilidad, tomando las medidas de bioseguridad y de precaución ante las lluvias.
Mientras que la noche de ese mismo día, los primeros daños de la tormenta se produjeron en la zona atlántica de Honduras; Copeco y Sinager determinaron hasta entonces, suspender el feriado morazánico.
Pero fue hasta el 4 de noviembre que Copeco formalizó la alerta roja para todo el país y el 5 de noviembre, llamó de urgencia a la población del Valle de Sula a evacuar en el término de dos horas.
“Le advertimos con tiempo a la población para que se saliera de sus casas”, recalcó a medios de comunicación el comisionado de Copeco, Max Alejandro González, cuando fue consultado por Radio Progreso sobre los daños generados por las inundaciones.
El 5 de noviembre en horas de la noche, el municipio de Villanueva en el departamento de Cortés registró inundaciones históricas al desbordarse el río Ulúa.
El 6 de noviembre por la tarde, La Lima se vio afectada por el desbordamiento del río Chamelecón, quedando decenas de familias atrapadas en los techos de las casas; unos fueron rescatados, otros quedaron y no se sabe si hay sobrevivientes ante el ingreso de la tormenta Iota que volvió a inundar las mismas zonas que la tormenta Eta.
Extorsión en plena emergencia
La madrugada del 6 de noviembre, el terror invadió a los vecinos de La Planeta y colonias aledañas.
En cuestión de minutos, una corriente de lodo, basura, ramas y objetos que arrastraba con fuerza, ingresó a esa zona; los habitantes, iluminados por los relámpagos salieron hasta las partes altas de la autopista a la Lima sin lograr sacar nada.
De acuerdo con Juan José Reyes, jefe del Sistema de Alerta Temprana de Copeco, las labores de rescate se complicaron cuando mareros y pandilleros que controlan la colonia Planeta, Rivera Hernández, Cerrito Lindo, Quitur, Canaán, colonia 23 de septiembre, Asentamientos Humanos, kilómetro 2 y 6, Las Cruces y otros sectores aledaños a La Lima, hicieron el cobro de impuesto de guerra para permitir que ingresaran los rescatistas y propietarios de lanchas privadas.
En Honduras las maras y pandillas han encontrado un terreno propicio para desarrollarse y hoy en día este país no solo sufre la pobreza, sino también la violencia de las maras y otro tipo de bandas criminales y delincuencia común.
“Hemos tenido que lidiar con el vandalismo, había personas que robaron lanchas para meterse a robar en las viviendas”, denunció Reyes.
Al segundo día de las inundaciones, las autoridades suspendieron a las 10 de la noche las labores de rescate por inseguridad.
Una familia que por seguridad omitió sus nombres denunció que, para el rescate de tres de sus miembros, dos mujeres y un recién nacido, tuvieron que pagar 35 mil lempiras, unos mil quinientos dólares.
Canal Maya
Expediente Público conversó con Dilia Martínez, vocera de la Comisión Contra Inundaciones del Valle de Sula.
Esa entidad fue creada mediante el Decreto Ejecutivo N° PCM-017-2010 que constituye un programa de actividades permanentes que demandan obras de mantenimiento, reemplazo y ampliaciones de bordos, canalizaciones, construcción de alcantarillas, cajas puentes y construcción de estructuras de protección como espigones y gaviones, conforme a un estudio técnico.
Lea: Río Petacón: entre el poder y la corrupción
La Comisión Contra Inundaciones del Valle de Sula atiende los municipios Santa Cruz, Potrerillos, Pimienta, San Manuel, Villanueva, La Lima, Choloma, Puerto Cortés, Omoa; El Progreso, El Negrito y Tela.
“Era imposible que el Canal Maya lo captara todo si solo tiene capacidad de agua para 1,900 metros cúbicos por segundo, ahora en la crecida que ocasionó Eta, estamos midiendo unos 3,000 metros cúbicos. Entonces cualquier sistema de evacuación de agua que tuviésemos lo iba colapsar”, dijo Martínez.
Desde 2015 no se había vuelto a inundar, hubo algunos frentes fríos y algunos pasos de huracanes y el Canal Maya funcionó, no se inundó y los residentes de esas zonas aledañas se confiaron.
“El Canal Maya se construyó en 2006 y desde entonces no se había vuelto a inundar en La Lima y fue por eso que mucha gente se confió; nos decía un compañero que vive en La Planeta, la zona cero, que él les dijo a sus vecinos ‘sálgase, no podemos estar aquí’, y cuenta que la gente le respondía que estaba loco, que el Canal Maya no iba permitir eso, entonces la gente se confió”, relata Martínez.
Canal del río Chotepe
Mientras que el canal Chotepe, conocido como el “tufoso”, es un canal de alivio del río Chotepe, en el que caen todas las aguas negras de San Pedro Sula.
“Hemos entrevistado a los que han vivido otras inundaciones y nos comentaron que cuando el Mitch el agua llegó a la puerta de sus casas y se basaron en eso”, explica Martínez.
“El Mitch tuvo más tiempo de lluvia y por eso pensaron que no se iban a inundar, y la inundación que tuvieron fue tan repentina, ya cuando el agua les llegaba a los tobillos la gente empezó a decir ‘salgamos’, no habían caminado ni media cuadra cuando ya tenían el agua al pecho. Y las correntadas de agua salvajes, y ellos mismos pueden dar fe que las cantidades de agua que entraron la semana pasada superó al desastre del 98”, explica Martínez.
La inversión que hizo la Comisión Contra Inundaciones del Valle de Sula en 2019 fue de 76.5 millones de lempiras, unos 3.13 millones de dólares, distribuidos en 29 proyectos en tres departamentos: Yoro, Cortés y Atlántida.
“Todas estas actividades están encaminadas a la preparación, prevención, mitigación en las zonas más vulnerables que sufren los embates de la naturaleza y así fortalecer integralmente el Valle de Sula a través del manejo adecuado de las cuencas del Ulúa y Chamelecón”, dice Martínez.
Ahora no se puede establecer fallas o roturas de bordos porque todavía los ríos siguen crecidos.
“Mis compañeros han hecho recorrido en lancha y no se puede ver todavía el daño”, dice ella.
Martínez comentó que la solución a las inundaciones es la construcción de represas porque el Valle de Sula “es como un plato sopero”, ejemplifica: “Toda el agua del (río) Chamelecón y el Ulúa (río), viene a quedar estancada aquí”.
De acuerdo a la funcionaria, las necesidades “son tantas y el dinero muy poco, que para poder limpiar el Canal Maya tuvimos que hacerlo en tres etapas y eso ha ayudado porque mejoró la capacidad hidráulica del Valle de Sula, pero todo fue devastador lo que pasó ahí con Eta e Iota”.
“Ahora necesitaremos más recursos del presupuesto anual (unos 300 millones de lempiras más) para darle solo mantenimiento y una que otra obra adicional a todo el sistema hidráulico del Valle de Sula. Para limpiar el Canal Maya lo hicimos en 3 etapas durante 3 años. En Choloma lo hicimos por etapas también”, explica.
Cortina El Tablón
Para la vocera, se trata de una decisión política porque las inundaciones le cuestan al Valle de Sula pérdidas de más 5 mil millones de lempiras y construir la Represa de Usos Múltiples El Tablón solo cuesta 900 millones.
“Cada 20 años (refiriéndose al huracán Mitch de 1998), vamos a perder el 50 por ciento del producto interno bruto en las zonas agrícolas en la producción alimentaria del país”, advierte.
Lea: Represa El Tablón: una esperanza hondureña ante las inundaciones cíclicas
“El Tablón de repente no es un proyecto factible como para ganar dinero, pero sí para el control de inundaciones. La energía que producirá ese proyecto es poca, pero ayudará para rehabilitar las áreas agrícolas que recorre el río Chamelecón. Es importante tomar como tema bandera la construcción de represas”, concluyó.
Sin distanciamiento
Heidy Martínez junto a un grupo de voluntarios de Chef contra el Hambre, la iniciativa denominada América Latina y el Caribe sin Hambre de la Organización de Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura, coordina siete albergues en San Pedro Sula, que suman unos 800 damnificados.
Expresó a Expediente Público que logran alimentar a todos mediante donaciones, ya que la ayuda que llega de la Municipalidad de San Pedro Sula no ajusta para darles los tres tiempos de comida.
“Las medidas de seguridad han quedado en el olvido, no sabemos quiénes están contagiados, no podemos tener distanciamiento cuando en cada aula hay unas 45 personas”, alerta.
“Hay personas que han presentado fiebres y gripe. Me ha tocado ponerle suero a los ancianos que han estado mal de salud y atender a una embarazada que la trasladamos de emergencia al (hospital) Mario Rivas. Me tocó incluso quitarle una uña de un pie a una señora”, comentó.
Por otra parte, María Angélica Milla, una especialista en nutrición, se ha organizado con sus amistades para gestionar donaciones y conseguir diariamente unos 900 platos de comida que distribuye en siete albergues.
Jose Gonzalez relató a Expediente Público que no hallaba para dónde ir con su esposa Belkys Castillo, quien al día siguiente de las inundaciones tuvo un niño en el albergue de la escuela Luis García Bustamante de La Pradera en San Pedro Sula.
“Me fui al trabajo en la maquila, pero ese día me despidieron. Al regreso me avisaron que a mi esposa se la habían llevado al hospital. Por una parte, estoy feliz porque mi hijo nació sano, pero hemos quedado sin nada”, dijo entre lamentos.