05/agosto/2020
**Los nicaragüenses temen al nuevo coronavirus, pero también a perder sus empleos. Trabajadoras del sector formal e informal pueden dejar de enviar a sus hijos a la escuela, encerrarse en casa, comprar mascarillas y otros insumos de protección, pero también deben luchar a diario por el sustento de sus familias pese al miedo de enfermarse en cualquier momento.
A las 4:30 a.m. todavía se pueden contar las últimas estrellas antes de que amanezca y los gallos empiecen a cantar. Por la carretera que conecta Niquinohomo -municipio a 35 kilómetros de Managua-, con el resto del país pasan los primeros vehículos rumbo a los principales mercados del país, como el camión de carpa azul que lleva unas 50 cajas con bananos, canastos con mangos y pan, en el que Mariela Campos, de 43 años, y sus hijas viajan hacia Granada a unos 24 km de distancia de este pueblo donde han vivido siempre.
Por más de tres décadas Mariela Campo forjó su venta de bananos, granos básicos y otros productos, junto a don Nacho, su esposo y el padre de sus hijas, con él construyó ese legado hasta el 17 de mayo, el día en que su marido falleció por “neumonía atípica severa”, como decía la epicrisis que dieron en el hospital público de Masaya Dr. Humberto Alvarado Vásquez, término que se emplea en el sistema público para ocultar los datos del COVID-19.
-Doctor, ¿está seguro que es mi Nacho? – exclamó incrédula la comerciante. -Sí, llevaba puesto su camiseta blanca y un short rojo- fue la respuesta.
Campos recuerda melancólica cuando le entregaron el cuerpo de su marido en una caja sellada, y le ordenaron enterrarlo sin vela, “por órdenes de arriba”, según le dijo el médico.
Pese al diagnóstico y al luto continuaron trabajando. “No nos conviene darnos ese lujo de quedarnos en la casa, tenemos que salir a buscar siempre el pan de cada día, tenemos deudas que pagar, y los bancos no están esperando”, enfatizó.
La pandemia del COVID-19 no solamente ha impactado la salud pública, sino también la vida cotidiana y la forma de subsistir de los y las nicaragüenses. La mayoría procura mantener su trabajo a toda costa, y aunque la medida más segura para evitar la propagación del virus es guardar cuarentena, como lo recomendó la Organización Mundial de la Salud (OMS), el régimen Ortega-Murillo hizo caso omiso y solo semanas después que el virus ya había pasado a un nivel de contagio comunitario, se limitó a realizar una campaña de lavado de manos e higiene.
Leer: Nicaragua: desarma ante el Covid-19
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en América latina más de uno de cada cuatro hogares está a cargo de mujeres mientras que en Nicaragua el 28.1% de los hogares de la zona rural son encabezados por mujeres, y en la zona urbana corresponde al 46.3%, sin embargo, a nivel nacional el 38.3% de las familias, está liderada por una mujer, de acuerdo al informe de los resultados 2017 por Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg).
Ahorita por la pandemia estamos trabajando solo medio día, por lo que la gente tiene miedo a salir y hacer sus compras, antes trabajábamos desde las 6:30 de la mañana hasta las 5 de la tarde, pero después de medio día la venta se pone fría”, cuenta Campos a Expediente Público.
En Nicaragua, hay dos conteos paralelos sobre contagios y decesos por COVID-19, el oficial, manejado por el Ministerio de Salud (Minsa), contabiliza hasta el 27 de julio 3,439 personas contagiadas desde el 18 de marzo y un total de 108 muertes en todo el país. El conteo independiente lo hace el Observatorio Ciudadano COVID-19 y hasta el 27 de julio contabilizó 8,755 casos sospechosos y unas 2,537 posibles muertes relacionadas a la pandemia.
“Si no trabajamos no comemos”
“Antes yo venía a trabajar tranquilamente, ahora yo vengo con miedo de caer enferma y morir, porque podemos morir”, expresó a Expediente Público Karla Sánchez, una obrera de 46 años.
Sánchez, tiene varias profesiones: secretaria ejecutiva, contadora comercial y diseñadora gráfico, y trabaja actualmente en el taller de una imprenta, pues a su edad considera que ha sido un reto muy grande continuar su vida laboral por la preferencia en algunas empresas hacia jóvenes. Tampoco la pandemia ha sido obstáculo para que luche por llevar el sustento a su hogar.
La pandemia es otra crisis que ha afectado la economía del país, luego del estallido social en abril de 2018, según Sánchez.
Leer: Suecia sigue recomendaciones de OMS
“Acabamos de pasar una crisis (política) y llegamos a otra, esto viene a agudizar más las cosas, porque no tenemos dinero guardado y con dos crisis a la vez es difícil. No tenemos la suficiente liquidez para decir: me voy a ir a cuarentena mi jefe me va estar pagando sin hacer el trabajo, porque él nos paga conforme a nosotras sacamos el trabajo, si nos vamos quién va a hacer el trabajo, él no va a poder entregar, y no le van a pagar”, manifestó.
Por otro lado, uno de las preocupaciones de las mujeres trabajadoras en medio de una pandemia -que ha cobrado la vida de más de e 691,738 personas a nivel mundial según los datos de la Universidad de Johns Hopkins hasta el 3 de agosto, es llevar la comida a sus familias. Hasta 2019, la canasta básica de Nicaragua de 53 productos, se aproximaba a más de 400 dólares, más del doble del salario mínimo (190 dólares), según datos del Banco Central.
Entre 59,300 y 123,400 personas quedarán desempleadas en 2020, según proyecta el informe Coyuntura Económica de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) publicado a finales de abril y alertó sobre el incremento del nivel de pobreza hasta el 36.9% en el peor de los escenarios, superando al 2019 cuando correspondía al 28.2% y 23.5% en 2018.
También el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) alertó que, si la crisis sanitaria en Nicaragua se extiende, más de 125 mil plazas podrían desaparecer.
La pobreza aumenta
Para el economista Néstor Avendaño, el empleo y sub empleo es un problema existente y a estas alturas ya aumentó, pues en el cuarto trimestre de 2019 el 46.9% del total de ocupados trabajaba menos de 8 horas diarias y buscaba trabajar más horas, según cita en artículo reciente publicado en su blog.
“Al menos, es muy probable que la reducción en horas de trabajo en 2020 sea equivalente a una pérdida de 200 mil empleos a tiempo completo y, en este sentido, el tamaño del ejército de desempleados, incluyendo las horas no trabajadas de los subempleados, se aproximará a 1 millón 300 mil personas, de una población económicamente activa de 4 millones de personas. Según cifras oficiales, en el cuarto trimestre de 2019 el 46.9% del total de ocupados trabajaba menos de 8 horas diarias y buscaba trabajar más horas. La pobreza aumenta”, escribió Avendaño a Expediente Público.
A nivel mundial, por cada 100 hombres pobres hay 124 mujeres en extrema pobreza según datos de 2018 por la ONU Mujeres, y para Nicaragua en 2019 la tasa de desempleo abierto (TDA), calculada en promedio hasta el tercer trimestre de ese año alcanzaba el 5.7.% para las mujeres a nivel nacional, según cifras del Instituto Nacional de Información de Desarrollo, recopiladas por Expediente Público.
En 2015, a nivel nacional la tasa de desempleo en mujeres era de 6.3% superando a la TDA de hombres que sumaba 5.6%, y aunque entre 2016 y 2017 la TDA bajó considerablemente a 4.8% y 3.8% tanto en zonas urbanas y rurales, en 2018 se elevó a 5.7%.
En 2019, la TDA para las mujeres correspondía al el 7.1% en la zona urbana y el 3.7% en la zona rural, esta última por encima del desempleo del hombre en la zona rural que apenas representa el 2%, según muestra INIDE.
Según el análisis de EP, la baja tasa de desempleos en las mujeres en el área rural puede deberse a que la mayoría de las mujeres se han insertado en los trabajos del sector de agricultura y comercio.
Alternativas a cuarentena
“Yo por lo menos ya no voy al mercado, y tengo que comprar en el super o en las ventas, y se incurre en mayor gasto, porque antes al mercado me iba con 500 pesos y traía por lo menos para medio sobrellevar la semana, pero ahora con eso solo traigo para dos días cuando mucho”, manifestó Sánchez.
Otra de las compañeras de trabajo de Sánchez es Lesbia Picado de 31 años, quien ha tenido que salir a trabajar “por necesidad” como ella misma lo describe. “Si no trabajamos no comemos, en mi hogar ya no son los mismos ingresos, mi esposo era el que me ayudaba más para los gastos, pero él está en cuarentena fuera del país y en mi familia hemos tenido que mermar todo poco a poco, gracias a Dios que hay trabajo y hemos solventando los alimentos”.
Picado cree que una cuarentena evitaría que se siga expandiendo el virus, sin embargo, “eso no funciona en nuestro país, en la semana compramos para la semana, no mantenemos dinero guardado y una cuarentena traería hambre, robo y saqueos”.
La supervisora del área de producción del taller de la imprenta en la que colaboran más de 10 mujeres, Hazel Picado, de 29 años, comenta que se han tomado medidas de prevención para evitar el contagio del virus.
“Usamos tapabocas, mascarillas, caretas, alcohol, hacemos cambio de turno, y está totalmente prohibido compartirse vasos para tomar agua”, sostuvo la trabajadora. Agregó que se ha puesto a disposición un recorrido privado para las trabajadoras para evitar el uso de transporte público.
Además, las horas laborales se han reducido por la falta de producción en la imprenta, Picado percibe, por otra parte, el temor en sus compañeras de contagiarse y afectar tanto a su familia como a ellas mismas.
Kenia Gutiérrez, de 26 años, toma el recorrido antes de las 5:40 de la mañana junto a su hijo de año y medio. Todos los días lo lleva donde su suegra para que se lo cuide, pero a su hija mayor, de 9 años, tuvo que sacarla de la escuela, “prefiero que pierda las clases y no su vida”, pues hasta la fecha los colegios públicos de Nicaragua no han cancelado las clases presenciales.
Gutiérrez considera que por una parte sería bueno que se estableciera una cuarentena en el país, pero al mismo tiempo no le favorece, “nosotros tenemos deudas y tenemos que seguirlas pagando, y con esto ha sido difícil. A veces nos quedamos con lo estricto para darle de comer a nuestros hijos, ya no les compramos jugos o galletas por falta de dinero”, expresó.
Listen to «Mujeres nicaragüenses se arriesgan para poder subsistir a pesar de la pandemia del Covid-19» on Spreaker.Manejo oficial de pandemia, lejos del interés ciudadano
En Nicaragua, a 4 meses de haberse cumplido la llegada del Covid19, no se ha decretado una cuarentena oficial ni tampoco se ha manejado con veracidad el aumento de casos.
Ante la carencia de preocupación y acciones por parte del gobierno ante la pandemia mundial que ha acabado con la vida de decenas o cientos de nicaragüenses, algunas organizaciones demandaron medidas al régimen Ortega Murillo para tomarse con urgencia e impedir un impacto más agudo del COVID-19 en el país, como el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) que el jueves 11 de junio demandó medidas de salud pública administrativas y laborales; de alivio y protección social; de protección económica y producción.
Lea: Las pandemias que sufren las campesinas en Nicaragua: violencia, pobreza y COVID-19
Entre las medidas de protección económica, la cúpula empresarial sugirió “modificar las normativas correspondientes en la Siboif (Superintendencia de Bancos y de Otras Instituciones Financieras de Nicaragua) y Conami (Comisión Nacional de Microfinanzas) que permitan regular favorablemente la reclasificación de los deudores y mitigadores para reestructurar los créditos personales, de tarjetas de crédito, hipotecarios y pymes, así como, acceder a la financiación de nuevos créditos en mejores condiciones”.
Así mismo, señalan en el comunicado que también postearon en twitter el Banco Central de Nicaragua (BCN) “debe adoptar medidas que permitan bajar el costo financiero y proveer liquidez al sistema financiero”.
Por otro lado, el régimen Ortega Murillo no se ha declarado en estado de emergencia y eso ha impedido la posibilidad que Nicaragua tenga acceso a los 14,000 millones de dólares destinados por el Banco Mundial (BM) para emergencia de países con bajos ingresos como Nicaragua.
Hasta mediados de junio se dieron las primeras medidas económicas como la reducción de 3% en la tarifa eléctrica domiciliar y la aprobación de permisos a las instituciones financieras para reajustar los créditos, el 19 de junio el parlamento apenas reorientó para atender la emergencia un fondo de 11.7 millones de dólares otorgados originalmente por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) para proyectos viales, los cuáles se sumaron a un fondo de 6 millones de dólares del presupuesto del Ministerio de Salud destinados a combatir el COVID-19.
Embarazo en plena pandemia
Al acercarse la fecha de su parto, Fernanda Ruiz siente un pánico total, a pesar que ha tomado las medidas como usar mascarilla y alcohol en su trabajo como Ejecutiva de ventas y en caso de que tenga que salir al super a comprar la comida.
“Me ha afectado tanto económica y emocionalmente (el COVID-19). A mi papá iniciando la pandemia lo despidieron y está trabajando intermitente, me toca asumir gastos junto con él, uno prioriza la comida, lo importante, pero todo va menguando”, asegura.
“No se le puede decir a una mujer embarazada que no puede asistir a su centro, por ejemplo, yo en este momento tengo las posibilidades de ir y la capacidad de pagar una clínica privada, pero muchas personas no la tienen, si es horrible para mí, no me quiero imaginar para ellas que debe significar eso”, expresó con indignación Ruiz, a quien el Estado no le dio respuesta por el cierre del hospital previsional donde estaba adscrita a través de su seguro social, por lo cual se vio obligada a asistir a sus controles por cuenta propia.
El costo social de la pandemia
El nuevo coronavirus está causando una recesión global, y esto afecta mayoritariamente la economía de las mujeres en todo el mundo, tal y como se describe en el informe de las Naciones Unidas: .
De acuerdo al informe, publicado el 9 de abril de este año, la evidencia emergente sobre el impacto de COVID-19 “sugiere que la vida económica y productiva de las mujeres se verá afectada de manera desproporcionada y diferente a la de los hombres. En todo el mundo las mujeres ganan menos, ahorran menos, y tienen trabajos menos seguros, y son más propensas a ser empleadas en el sector informal”.
Las mujeres tienen menos acceso a las protecciones sociales y a medida que asumen mayores demandas de cuidado en el hogar, sus trabajos también se afectarán afectados desproporcionadamente por los recortes y despidos en los centros de trabajo.
Lo que significa que “corren el riesgo de hacer retroceder las ganancias ya frágiles logradas en la participación femenina en la fuerza laboral, lo que limita la capacidad de las mujeres para mantenerse a sí mismas y a sus familias, especialmente para las mujeres encabezadas por mujeres”.
Por otro lado, el análisis de Funides prevé que para 2020 en Nicaragua, la tasa de desempleo abierto se incremente hasta 9.2%.
Para muchas mujeres como Campos dejar de trabajar no es una opción, por las distintas necesidades que hay en sus familias, aunque eso signifique exponerse y arriesgarse a contraer el virus.
La situación de pobreza en los nicaragüenses cada vez es más alta, para este año podría elevarse hasta 36.9% por la misma crisis sanitaria, además de la crisis sociopolítica que inició en 2018.
En Nicaragua, hasta el 2 de julio, se contabilizaban 35 femicidios y 45 en grado de frustración según cifras de la organización Católicas por el Derecho a Decidir.
Para la diputada Azucena Castillo, quien forma parte de la Comisión Económica del parlamento de Nicaragua, el perfil de la mujer en la economía, en la educación y la salud siempre sale mal parado, pues hablar de pobreza y desigualdades, es reconocer “que las décadas dedicadas al combate a la pobreza no han sido exitosas, porque al no haber igualdad la pobreza permanece”. Castillo manifestó en una entrevista a Expediente Público que la Pandemia ha venido a endurecer la situación de las mujeres en Nicaragua, tanto económicamente, como en la salud y el incremento de la violencia y el abuso sicológico hacia la mujer, niñas y niños. Y para ellas, aunque la cuarentena sea esencial, trae algunas desventajas y ha venido a estresarlas, sobre todo aquellas con bajos recursos y quienes se quedan en casa trabajando:
- Mayores ocasiones al tener un esposo violento todo el día en el hogar.
- Por miedo al COVID-19 no llegan a poner denuncias a la Policía.
- No confían que la policía las va atender, o detener, perseguir y castigar al femicida.
- Incremento de labores domésticas con los niños que no deben ir a las escuelas.
- Doble cuidado sanitario con las normas preventivas para evadir el virus.
- Exposición al contagio al asumir el cuidado de los demás miembros del hogar que se contagian.
- No disponen de seguridad social ni compensaciones.
- Su trabajo no es contabilizado en las cuentas nacionales ni registrado como productivo.
Familias grandes: otro reto de la pandemia
Vilma Rodríguez, una mujer de 53 años, originaria de Jinotega en la zona norte del país, no solo cuida a su madre y dos de sus hijos con problemas psicosociales, y dos con asma crónico, sino también a eso se ha dedicado en sus últimos años laborales en distintas organizaciones de cuido y protección a personas.
Ella vive en Nicaragua, el segundo país de Centroamérica con mayores cifras de hacinamiento, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El déficit de viviendas en Nicaragua era de 957,000 en 2014, revelan datos de la Cámara de Urbanizadores de Nicaragua, en un país de entonces 6.2 millones de personas con un nivel de pobreza del 32%.
Rodríguez hasta ahora ha tenido que ingeniárselas para continuar laborando en un centro de cuidado a niños desnutridos. Dos veces a la semana se expone usando transporte público para llegar a su centro de trabajo, pero con su mascarilla puesta. Para ella sobrevivir en una crisis sanitaria, sin autoridades responsables que se preocupen por las medidas, ha sido lamentable y muchas veces se ha angustiado porque los gastos son mayores a lo que gana.
“Yo sueño con una Nicaragua, limpia, sana, libre, pero también pongo los pies en la tierra porque eso significa que van a quedar heridas y va a ser difícil superar todo eso, pero con fuerza y pidiéndole a Dios y con fe vamos a lograrlo”, indicó.
Castillo señala que, por la desatención de las autoridades a los derechos y reclamos de las mujeres, estas cada vez más son excluidas, “aunque el gobierno predique una igualdad, esta es solo de forma y no de fondo”
Leer: El régimen de Nicaragua mantiene indefensas a las escuelas públicas ante la amenaza del COVID-19
Para la también exministra de Fomento, Industria y Comercio, la inclusión ha sido un mito este país, y la pandemia ha expuesto más la desigualdad, el abuso y el irrespeto a los derechos de las mujeres,
“La pandemia ha puesto de manifiesto que las mujeres están ubicadas en los trabajos de mayor responsabilidad en el cuidado de sus propias familias y de terceros, y con los trabajos más mal pagados y sin beneficios sociales y sin condiciones sanitarias, se exponen al contagio y al abuso laboral. Al ignorarse el impacto del género en las políticas de mitigación y en la repuesta a la crisis económica es de esperarse un retroceso en la lucha por la igualdad en este país”, finalizó la legisladora.