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Solo la reactivación de la resistencia pacífica traerá una solución negociada

Guillermo Cortés Domínguez (*)

Los negociadores azul y blanco en el diálogo nacional intentaron llevar a su contraparte, los representantes de la dictadura, a una situación en la que pudieran discutir sobre el adelanto de las elecciones y su realización en plena libertad, y quizá por ello, cedieron tanto en el lenguaje de sus comunicados conjuntos llenos de exhortaciones y de formas ambiguas, engañosas y manipuladoras como “fortalecer la democracia”, como si hubiera algo de ella, cuando en realidad se trata de restablecerla, igual las libertades y derechos. De todos modos no lo lograron, la tiranía se escabulló.

Lamentamos que todavía no haya una conciencia generalizada en Nicaragua acerca de que el escenario del diálogo nacional es algo imperativo, estratégico, que debe existir para poder llegar a una solución política a la grave crisis que vive Nicaragua desde el formidable estallido social de abril del 2018, y que, además, es la única instancia donde sería posible una salida, pues la alternativa militar, la lucha violenta, la guerra, no cabe por ningún motivo. Esto explica por qué, de manera irresponsable, hay tanta incomprensión a estas conversaciones.

El fracaso del diálogo no se debe a falta de destrezas y experiencia de los negociadores de la Alianza, sino a que la posición de los Ortega-Murillo no ha avanzado hacia una toma de conciencia de que su tiempo ya pasó, de que están derrotados estratégicamente, de que hay una mayoría sin la cual no pueden gobernar, sobre todo, de que han ofendido y ultrajado a la ciudadanía de una manera irreparable, y que, por tanto, por mucho que les duela, deben dejar el poder.

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Realizar elecciones libres adelantadas implicaría para el orteguismo, abandonar el poder, porque la correlación de fuerzas es inmensamente desfavorable a la dictadura, ya que más o menos 7.5 de cada 10 votos, inevitablemente serían para la representación política de las fuerzas que hicieron posible la insurrección cívica masiva de abril que con altibajos se mantiene hasta hoy. Este es el problema de fondo. La tiranía no está dispuesta a crear las condiciones para unos comicios de verdad porque ello implicaría una derrota catastrófica, y ellos no están preparados para hacer un alto en el camino porque los domina el imperativo de perpetuarse en el poder a toda costa.

¿De qué sirve el diálogo entonces? Este escenario debe estar abierto para cuando llegue el momento de un cambio de fondo en el enfoque de la dictadura sobre la profunda crisis política que está agobiando a la gente y llevando de modo acelerado al país hacia un despeñadero económico que ya se estamos viviendo con el cierre de cientos de empresas, un alto desempleo, el encarecimiento hasta en un 30 por ciento de la canasta básica, falta de crédito al comercio y agricultura, incertidumbre sobre el futuro del ciclo agrícola en ciernes, etcétera, todo lo cual podría marcar el inicio de la desarticulación del sistema productivo, hasta llegar a una situación de escasez de productos de primera necesidad y hambre. Es decir, una especie de “venezolanización”.

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¿Es posible hacer cambiar el enfoque de la dictadura sobre la crisis política? Las sanciones internacionales jugarían un papel relevante en esta dirección, pero no el más importante, que le corresponde a la ciudadanía nicaragüense, la cual debe reactivar de manera poderosa la resistencia pacífica ante la dictadura, la que casi desapareció por la represión extrema, pero en las últimas semanas se ha expresado en diferentes lugares del país, con gran impacto en los medios de comunicación tradicionales, cibermedios y redes sociales.

Lamentablemente, incluso desde algunos sectores del movimiento popular organizado supuestamente más conscientes y beligerantes, han surgido voces ultraconservadoras y reaccionarias que le cierran las puertas a múltiples actividades y acciones de protesta, “porque es peligroso”, “porque no queremos más muertos ni heridos ni presos”. ¡Nadie quiere más bajas! Pero la resistencia tiene un precio, lo ha tenido históricamente. ¿Acaso la resistencia francesa le pidió autorización al fascismo para manifestarse, acaso esperó que se fueran las tropas alemanas para desarrollar sus acciones? La resistencia se efectúa no porque haya permiso de la dictadura, sino pese a ella.

Un diálogo nacional con una dictadura sin una fuerte y sostenida presión popular expresada en múltiples acciones de desobediencia civil y protesta en las calles, centros de trabajo, etc., en efecto no tiene futuro. La tiranía debe sentirse intensamente cuestionada y acosada por el protagonismo ciudadano en exigencia de sus demandas fundamentales, comenzando con “¡Que se vayan”, como se escuchaba en las multitudinarias manifestaciones populares que ocurrieron entre abril y septiembre del año pasado.

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Esta es la razón fundamental por la cual urge una reactivación masiva y muy beligerante de la resistencia pacífica de la ciudadanía. Sin ella, no hay futuro en el diálogo nacional. Solo la movilización organizada de la gente hará posible que la dictadura comience a aceptar su derrota estratégica y por tanto la necesidad de salir del poder mediante una vía cívica y legal, como es el camino de unos comicios adelantados, libres y transparentes, con el sistema electoral sustancialmente transformado y supervisión nacional e internacional.

(*) Periodista.