*Economistas coinciden en que las medidas de asistencia social del Gobierno no dan respuesta a las causas estructurales de la pobreza en Honduras.
**INE lleva dos años sin actualizar datos de la pobreza, por lo que no está claro si han mejorado o empeorado.
***El 17 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, un objetivo que Honduras está lejos de alcanzar.
Aimée Cárcamo / Expediente Público
Pese a la gran cantidad de recursos destinados para la asistencia social, el Gobierno de la presidenta Xiomara Castro dista mucho de poner los cimientos para una reducción sistemática y eficiente de la pobreza en Honduras, al aplicar medidas paliativas que no abordan el problema de raíz.
A casi 21 meses de su toma de posesión, ni siquiera han sido actualizados los datos del 2022 ni 2023 sobre la pobreza, que en el anterior Gobierno alcanzó al 73.6 % de los hogares y en la administración de Castro podría rondar entre el 75 y el 80 por ciento, según estimaciones no oficiales.
Expediente Público consultó a cinco economistas, quienes opinaron sobre lo positivo y lo que falta por hacer en el Gobierno de la “refundación” en uno de los países más pobres de América Latina y el Caribe, donde los índices de pobreza están sujetos también al cálculo político.
Programas sociales
Entre 2012 y 2019, el porcentaje de hogares pobres en Honduras osciló entre el 59 y 64 por ciento, pero llegó a más del 70% tras los huracanes Eta y Iota y la pandemia del COVID-19 en el 2020, sumado al contexto internacional, con altos precios de los carburantes, las presiones inflacionarias y la marcada informalidad en el mercado laboral.
Una de las primeras medidas de Castro fue reactivar el programa “Red Solidaria”, que funcionó en el Gobierno de su esposo y actual asesor, Manuel Zelaya, para la entrega de transferencias monetarias a sectores vulnerables, y que vino a suplantar la iniciativa “Vida Mejor” de la administración de Juan Orlando Hernández.
Estos programas para la entrega de bonos, condicionados y no condicionados, son una iniciativa importante, ya que buscan “por lo menos aportar algunos ingresos básicos a poblaciones que viven normalmente en condiciones de mucha pobreza o extrema pobreza”, dijo a Expediente Público el director del Centro de Estudios para la Democracia (Cespad), Gustavo Irías.
Salud, educación, merienda escolar, adulto mayor y bono agrícola son algunos de los componentes de estos programas del actual Gobierno, que además ha puesto un mayor énfasis en el presupuesto sensible al género, destacó por su parte el economista Ismael Zepeda.
El economista Roberto Lagos resaltó también el programa de alfabetización de la Secretaría de Educación, con el que varios municipios han sido declarados libres de analfabetismo y consideró clave que en el próximo presupuesto se destinen recursos para la contratación de más profesores que vayan a las comunidades.
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Baja ejecución, falta de transparencia y populismo
Pero el programa insigne del Gobierno de Castro para la atención de la población más pobre, que está entre las 18 instituciones con más recursos asignados en el presupuesto de 2023, ha tenido una baja ejecución presupuestaria.
“En lo que va del 2023, el programa de la Red Solidaria no ha ejecutado más del 20% de los fondos aprobados por el Congreso Nacional”, lo que perjudica su objetivo final, apuntó el oficial de política económica del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep), Alejandro Kaffati.
Lagos por su parte mencionó que “todavía no hay una transparencia clara en cuanto a la focalización” de los recursos, lo que entraña dos riesgos, que se estén asignando sin condicionalidades (como la obligación de que los niños vayan a la escuela) o que no estén llegando a los más pobres.
En ese sentido, Kaffati apuntó también que el Gobierno debería ampliar aún más sus programas asistenciales, no en cuanto a cobertura o fondo, sino a enfoques, para hacerlos un poco más integrales de lo que son en este momento.
Irías enumeró también la ejecución lenta en la construcción de infraestructura, una de las tantas condicionantes para generar inversión nacional y extranjera; y en la reconstrucción de las escuelas, determinante en la lucha contra la pobreza en Honduras.
Zepeda también recordó que algunos programas sociales caen en el asistencialismo debido a una lógica populista y que en Latinoamérica son los más sensibles a la politización partidaria para mantener un caudal electoral, que en Honduras no es la excepción.
Medidas paliativas
Pero la principal crítica de los expertos es que las medidas aplicadas son complementarias, no reducen la pobreza sino que la contienen y tampoco sientan las bases para su erradicación.
Para Kaffati, la única forma de poderla erradicar efectivamente es a través de la generación de empleo, una tarea que “necesita urgentemente” complementar los esfuerzos de asistencia social con la atracción de inversiones y puestos de trabajo.
Lagos sumó que hay un deterioro en cuanto a la generación de empleo, pues no se están generando fuentes de ingreso y se está viendo migración de la población joven.
La pobreza es un problema de largo plazo, pero lo que sí puede hacer esta administración es dejar las bases de una ejecución eficiente de recursos para incidir significativamente, reflexionó Lagos.
Zepeda, por su parte, señaló que el empleo “más bien se ha visto deteriorado” con la salida de algunas empresas, la caída de la inversión extranjera directa y los mensajes que conflictúan la relación entre el sector privado y público.
¿Hay estrategias para reducir la pobreza en Honduras?
Lo que han venido haciendo los gobiernos en los últimos 25 años es contabilizar y ubicar los hogares más pobres para, en el mejor de los casos, darles un pequeño regalo, un ‘dinerito’ o un saco de comida, y en el actual Gobierno se está siguiendo básicamente el mismo libreto, lo cual “es lamentable porque está comprobado que esto no sirve de nada”, dijo el economista y académico, Julio Raudales.
La pobreza se puede medir de varias maneras, pero la más usual es por ingresos, entonces se dice que un hogar está en pobreza cuando su ingreso no es el necesario para cubrir las tres necesidades básicas que son alimentos, vestuario y vivienda, ilustró el académico.
Entre las medidas que se podrían tomar para reducir la pobreza de forma sistemática y eficiente, Raudales mencionó “la construcción de capital humano”, con programas para mejorar la salud en los hogares y la educación en las escuelas, dotándolas de la tecnología necesaria, “y esto requiere de una inversión más puntual y más inteligente que ningún gobierno ha hecho, incluyendo este”.
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Modelo económico
La pobreza es “un problema extremadamente complejo”, señaló Irías, quien analizó que el Gobierno busca hacer ajustes al histórico modelo económico concentrador de riquezas, con un mercado orientado básicamente a rubros de exportación y que no genera oportunidades a la mayoría de la población.
Esto es, que mediante el desarrollo del mercado interno se puedan generar más oportunidades de empleo e ingresos.
“Un poco por ahí va la polémica Ley de Justicia Tributaria”, agregó Irías, aunque recordó que esos cambios que pretende implementar el Gobierno se dan en un marco de correlación de fuerzas que no le es muy favorable.
Datos de pobreza en Honduras desactualizados
Los últimos datos sobre la pobreza en Honduras fueron publicados el 8 de noviembre de 2021 y retirados con prisa de la página del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Se acercaban las elecciones generales y la noticia de que el 73.6 % de hogares hondureños se encontraba en condición de pobreza, 14.3 % más que en 2019, el año previo a la pandemia, era desfavorable para el gobierno de Juan Orlando Hernández y el Partido Nacional, que finalmente fue derrotado en las urnas.
Hasta la fecha de esta publicación, no se había actualizado la información en la página del INE, por lo que “seguimos a ciegas desde el 2022 y 2023 de cuál es el índice de pobreza”, dijo Zepeda.
En ese sentido, calificó de “desquiciado y hasta cínico” lo dicho por el subdirector del Servicio de Administración de Rentas (SAR), Christian Duarte, de “que la pobreza había disminuido según los datos”, pues estos no se han publicado.
El juego de las cifras de la pobreza en Honduras
Zepeda refirió que, según estimaciones de organizaciones como el Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh), la pobreza se había incrementado en 2022 en “más del 75, llegando al 80” por ciento, y para este 2023 “no es que se haya cambiado drásticamente la situación”.
Sin embargo, no descartó tampoco que a mediados de diciembre o inicios de 2024 el Gobierno anuncie que se ha reducido.
En los últimos tres años, incluyendo el Gobierno anterior, ha habido tres metodologías diferentes para medir la pobreza, lo que para Kaffati pasa en parte por no querer cargar la factura política, ya que los resultados han dado mayores índices.
El aumento de la pobreza ocurre a pesar de que también los presupuestos se han incrementado año con año. “No hay una vinculación directa entre la cantidad de dinero que maneja el gobierno con los resultados”, planteó Kaffati, para quien también es necesario combatir paralelamente la corrupción para poder reducir la pobreza.
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Una oportunidad que no se aprovechó
En 2001, en el Gobierno del Carlos Flores (1998-2002) fue aprobada la Estrategia para la Reducción de la Pobreza (ERP) en Honduras, que surgió a instancias de organizaciones económicas internacionales en el escenario de la Iniciativa de los Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés) y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), cuya implementación ligaba el alivio de la deuda.
El monto de la ERP ascendía a unos $2,666 millones para los 15 años de su ejecución en los que se esperaba reducir la pobreza en 24 puntos porcentuales. Sin embargo, el porcentaje de hogares pobres, que en 2001 era de 63.7, apenas alcanzó su punto más de 58.2 en 2007.
“El presidente Flores dejó una estrategia ya aprobada, consensuada con la ciudadanía y con los organismos internacionales, el presidente (Ricardo) Maduro nunca la echó andar, sino que estuvo más pendiente de que nos condonaran la deuda”, recordó Raudales.
Mientras que “el presidente Mel Zelaya dijo que era una estrategia cachureca (en alusión al Partido Nacional) y que había que hacer una nueva estrategia que fuera liberal, se le terminó el gobierno con un golpe de Estado y no habían terminado todavía la bendita estrategia”, añadió.
Porfirio Lobo “se conformó con andar repartiendo dinero con su bono Diez Mil y no le prestó mucha atención” al Plan de Nación aprobado en su gobierno.
Al final, dice Raudales, los políticos hondureños carecen de una visión de estadistas a largo plazo, no piensan en las próximas generaciones, sino en ganar las próximas elecciones.