Nicaragua / 13/julio/2020
**La expresión popular «hacerse el sueco” se usa en Nicaragua para describir, entre otras cosas, a una persona que disimula no saber algo, pero también para aquellos que desatienden una responsabilidad o tarea. Nada mejor describe la actitud para mitigar los efectos del nuevo coronavirus de una de las naciones más pobres de América, donde el régimen de Daniel Ortega alega que usa el modelo de lucha epidemiológica de una de las naciones cuyos niveles de vida están entre los mejores del mundo.
Suecia confirmó su primer caso del nuevo coronavirus el 31 de enero de 2020, era una mujer que había visitado la zona de Wuhan, epicentro de la pandemia en China, pero las autoridades desestimaron entonces que la enfermedad pudiera expandirse en el país escandinavo de 10 millones de habitantes, de hecho, sorprendió que mientras los casos se expandían en Europa, la Agencia de Salud Pública no recomendara cuarentena.
47 días después, a más de 9 mil kilómetros de distancia, Nicaragua, un país con una población de poco más de 6 millones, adoptaría el “modelo sueco” frente a la pandemia mundial.
El primer caso confirmado de COVID-19 en Nicaragua se divulgó el 18 de marzo, dos meses y medio después que en Suecia.
Según el documento oficial Libro Blanco Nicaragua ante la Pandemia del Covid-19: Una Estrategia Singular, publicado en Nicaragua el 25 de mayo del 2020, el régimen de Daniel Ortega aplica un protocolo para la contención de la pandemia que, según las autoridades de Salud, es similar a la que ha aplicado el país escandinavo, aduciendo que ambos países están “interesados en aprender a defenderse del virus y funcionar al mismo tiempo”.
En los medios de comunicación “el modelo sueco” es conocido como la estrategia epidemiológica sin políticas de confinamiento que apela a la responsabilidad social de su población con altos niveles de educación y nutrición. De hecho, en el país escandinavo escuelas y restaurantes permanecieron abiertos, también la discrecionalidad a la población de adoptar medidas de distanciamiento social y se apostó por la “inmunidad de rebaño”, es decir, la población que debe volver a la normalidad en algún momento podría adquirir anticuerpos como colectivo más rápido que con cuarentena, tal como lo señaló en abril y mayo el jefe de Epidemiología de Suecia, Anders Tegnell.
Se replicaron medidas similares en Reino Unido y México con fatales consecuencias, por lo cual se incrementaron las restricciones, y ahora en Nicaragua se pregona su implementación. Sin embargo “en Suecia no hablamos de un modelo sueco”, advierte el presidente de Reporteros sin Fronteras en ese país, Erik Halkjaer, en una entrevista brindada a Expediente Público.
“Esto viene de afuera, probablemente de personas y medios con un interés de utilizar a Suecia como un buen o mal ejemplo, para mí no hay un modelo sueco, ni un modelo francés, ni gringo, cada país tiene sus límites, desafíos y ventajas y hay que afrontar esta pandemia con lo que tengan”, sostuvo.
Asimismo, el periodista considera que esta idea sobre la epidemia del COVID-19 en Suecia es parte de la desinformación mundial.
Hasta el 1de julio de 2020 5,399 suecos habían muerto por el nuevo coronavirus y tenían 70,389 casos confirmados, en comparación, su vecino Noruega, con una población de 5 millones (la mitad que Suecia), pero que adoptó medidas más restrictivas, registraba 251 fallecidos y 8,902 casos.
Por otra parte, según un reportaje de la revista alemana Spiegel publicado el 25 de junio, Suecia tiene una tasa de 51.4 muertes por COVID-19 cada cien mil habitantes, la quinta más alta de Europa, en cambio, sus vecinos Dinamarca (10.4). Finlandia (5.9) y Noruega (4.7), tienen las más bajas de Europa.
En cuanto a “la inmunidad de rebaño”, un estudio de anticuerpos realizado a inicios de mayo por la Agencia de Salud Pública sueca, revela que la tasa de infección estaba entre cuatro y siete por ciento de la población.
Suecia sigue recomendaciones de OMS
El periodista Erik Halkjaer aseguró que los ciudadanos suecos han tomado las medidas de confinamiento recomendadas por el gobierno y la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero a diferencia de otros países como España, en Suecia las autoridades policiales o militares no han intervenido para controlar a las personas.
Por otro lado, las medidas de confinamiento suecas están acompañadas de un sistema de apoyo del Estado a empresas para protegerlas económicamente y medidas de seguridad social para la protección del empleo, según lo explicaba en un foro virtual con periodistas nicaragüenses, la exembajadora de Suecia en Managua, Eva Zetterberg, el pasado 10 de junio.
La exdiplomática dio estas declaraciones en el debate en línea “La farsa del modelo sueco en Nicaragua” entre periodistas, académicos y políticos suecos y nicaragüenses, promovido por la organización SOSNicaragua–Europa.
En el aspecto económico el Gobierno de Suecia aprobó un paquete de ayuda fiscal y de inyección de capital tanto para el sector Salud como para otras áreas, incluso deporte y cultura, por 58 mil millones de dólares mínimo, que dependiendo del impacto económico podría incrementarse a 89 mil millones de dólares, de acuerdo a cifras del Fondo Monetario Internacional.
El régimen nicaragüense ha mantenido fronteras abiertas al comercio y turismo, pero reaccionó hasta mediados y finales junio con medidas como la reducción de 3% en la tarifa eléctrica domiciliar y la aprobación de permisos a las instituciones financieras para reajustar los créditos, el 19 de junio el parlamento apenas reorientó para atender la emergencia un fondo de 11.7 millones de dólares otorgados por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) para carreteras, los cuáles se sumaron a un fondo de 6 millones de dólares presupuesto destinados a combatir el Covid-19.
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Suecia y Nicaragua: distancias abismales
Entre 2015 y 2020 la diferencia del gasto en salud en estos dos países es notoria. Suecia hasta 2018 dedicaba 37,394 millones de dólares anuales a las condiciones sanitarias de su país, mientras que Nicaragua no llega a los 500 millones de dólares al año.
Las diferencias están marcadas en la cantidad de dinero invertido de un país rico con uno en desarrollo, Suecia dedicó porcentualmente en Salud en el gasto público el 14.1% en 2018, mientras que Nicaragua otorgaba 17.7%.
Para la exembajadora Zetterberg “no es conveniente que un país asuma tácitamente una estrategia extranjera, porque las realidades y necesidades de ambos países son distintas”.
Los panelistas consideraron que una de las fortalezas de la gestión de salud de Suecia es la transparencia con la que se han manejado los datos e información sanitaria. Aunado a ello que las autoridades han informado diariamente lo que sucede en ese país en relación a muertes y contagios por Covid-19.
En cambio, en Nicaragua, hay dos conteos paralelos sobre contagios y decesos por COVID-19.
El primero, es el oficial, manejado por el Ministerio de Salud (Minsa), en donde se contabilizan hasta el 6 de julio 2,519 personas contagiadas desde el 18 de marzo y un total de 83 muertes en todo el país.
El otro conteo, es el registrado por el Observatorio Ciudadano COVID-19, que el 8 de julio contabilizó 7,893 casos sospechosos y unas 2,225 posibles muertes relacionadas a la pandemia.
Según las periodistas María Lilly Delgado y Lucía Pineda Ubau, moderadoras del foro virtual, las cifras oficiales del Ministerio de Salud de Nicaragua se vuelven dudosas por las denuncias que hacen día a día los ciudadanos a los medios de comunicación, referente a las muertes repentinas y los entierros exprés, llamados así por realizarse rápidamente del hospital al cementerio y, en ocasiones, en horas de la noche. Y estas son muertes que no registran como casos COVID-19.
Los analistas coincidieron en el debate virtual que otra de las fortalezas de Suecia para enfrentar la pandemia ha sido la libertad de prensa, un punto en contra para el régimen de Ortega que no brinda información a medios independientes.
El que no exista claridad en los datos genera un clima de incertidumbre en Nicaragua, totalmente diferente a la situación que viven los ciudadanos suecos, en donde la trasparencia ha generado un clima de confianza en la administración política de ese país, según lo expresó la exembajadora Zetterberg.
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Centros educativos en modalidad virtual
Manuela Nilsson, doctora en Estudios para el Desarrollo y la Paz, desde hace 5 meses da clases universitarias en línea, vive en una zona rural, que es su nuevo espacio de trabajo, y desde su ventana puede ver a su vecino más cercano a 500 metros.
Recuerda cómo a inicios de 2020 empezó a ver la situación de los casos en China y otros países europeos, sin saber que se convertiría en una pandemia mundial que indirectamente la afectaría.
“Cuando comenzó la crisis la universidad ofreció varios cursos a los profesores, para aprender y transformar las clases de manera presencial a digital” y para Nilsson esta ha sido una de las lecciones aprendidas que en un futuro servirá para desarrollar una mejor red social, además de desarrollar un sistema de salud y educación suficientemente flexible ante otras pandemias que pueden surgir en los diferentes países.
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Otra de las diferencias entre ambos países es la inversión en educación que hacen desde los Presupuestos Generales. Suecia, hasta 2018 invertía casi 65 veces más en comparación con Nicaragua.
Nilsson cuenta que en Suecia casi no se utiliza mascarilla y no hay un confinamiento total, pero se evita la aglomeración (20 personas en 1 km. cuadrado), así mismo explica que es un país 1.3 veces más largo que Alemania, con una población de 10.2 millones en un territorio de 449.964 km² de superficie, 2.233 km de fronteras y 3.218 km de costa más 274,000 islas.
En tanto Nicaragua cuenta con una extensión territorial de 130,373 km2 y una población de 6.4 millones de habitantes según el Instituto Nacional e Información para el Desarrollo. Contrario a las medidas de distanciamiento social de Suecia, en Nicaragua se han promovido eventos de concentración masiva como la marcha realizada el 14 de marzo, llamada “El amor en tiempos del Covid-19”.
La detección del virus
El Banco de Integración Económica (BCIE) donó el 6 de abril de este año al Gobierno de Nicaragua unas 26,000 pruebas para la detección temprana de coronavirus que correspondía a la entrega de test en la región de países que integran el SICA, según informaron en un comunicado en su página web y a través de su cuenta en twitter.
El Minsa se disponía a realizar 50 pruebas diarias. Sin embargo, dos meses después, el gobierno no ha informado públicamente y a detalle el procedimiento con el que se han manejado estos test.
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Suecia reporta hasta la fecha 519, 113 personas examinadas en 26 semanas y en más de 60 hospitales que existen alrededor de cada uno de sus municipios según la Agencia de Salud Pública. En Nicaragua se conoce que de los 49 hospitales existentes solo la tercera parte (19) están disponibles para atender a personas con Covid-19 y que las pruebas están centralizadas en un solo laboratorio.
Entre 2015 y 2018 Suecia mantuvo el gasto público en 32% del total de su Producto Interno Bruto, que en 2018 fue de 556,086 millones de dólares a diferencia de Nicaragua, que en 2018 fue de 17% de 13,063 millones de dólares.
En Suecia no despiden a los médicos
Mientras un paciente con mal pronóstico se encuentra en una de las salas Covid de un hospital privado de Nicaragua esperando por un respirador, la doctora Vanessa Villalta (que llamaremos así por motivos de seguridad), le muestra desde su teléfono algunas fotos que su familia le ha enviado y que le dan fuerza para seguir.
En sus ojos se le nota la media sonrisa que ha hecho.
“Gracias a Dios sigue vivo” expresa conmovida Villalta, pues para ella no ha sido fácil tener que enfrentarse a esta pandemia, arriesgar su vida sin contar con el equipo necesario y tener que hablar bajo anonimato para que no la despidan, pero su deseo de ayudar y continuarse formando en su profesión, le motivan.
Halkjaer considera indispensable el personal médico en los hospitales suecos y expresa que más bien han tenido que contratar más personal para atender la emergencia, pero en Nicaragua actualmente se han despedido a 16 doctores en plena pandemia y según el Observatorio Ciudadano COVID-19, hay 61 miembros del personal de salud que fallecieron con síntomas de esta enfermedad hasta el 17 de junio.
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De acuerdo a datos de la OMS hasta el año 2019, Suecia contaba con 5.4 médicos por cada mil habitantes mientras que en Nicaragua de los 6,000 médicos que según el Libro Blanco existen en el país, solo hay 0.9 disponible por cada mil personas.
En cambio, en Suecia no se reporta ningún despido de personal médico durante la pandemia. Según Erik Halkjaer, despedir a un médico en este contexto y por las razones de Nicaragua, sería un escándalo muy grande en su país.
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Los hacinamientos una bomba de tiempo
Nilsson cuenta que en su país no se acostumbra a vivir muchas personas en la casa, ni tan cerca.
“No compartimos casas con muchas personas como en América Latina, la cultura sueca es diferente, no abrazamos y besamos tanto para saludar, no tenemos a los abuelos y tíos en las casas”.
Los panelistas suecos señalan que una de las condiciones socioeconómicas que pone a Nicaragua en desventaja en relación a la realidad sueca es el hacinamiento: en los países latinoamericanos suelen vivir en la misma vivienda dos o más familias, lo que dificulta la protección ante el COVID–19. Algo que no sucede en Suecia. Sin embargo, Halkjaer considera que una de las debilidades de la gestión sueca es que no se puede controlar el hacinamiento y precariedad en la que viven algunos inmigrantes, quienes trabajan en los hogares de ancianos, donde muchas personas fueron afectadas por el Covid-19 en ese país.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2016 Nicaragua era el segundo país con mayores cifras de hacinamiento de la región centroamericana, y se consideró hasta 2018 la esperanza de vida de 83 años en Suecia, y 74 en el país centroamericano
Hasta 2014, el déficit de viviendas en Nicaragua era de 957,000 según cifras de la Cámara de Urbanizadores de Nicaragua, en un país de entonces 6.2 millones de personas con un nivel de pobreza del 32 por ciento. En cambio, en Suecia, el índice de pobreza para ese año era de 15.1% según datos macro.
Las diferentes acciones tomadas por las autoridades suecas tomando en cuenta su cultura, actividad económica, consciencia de su población y desinterés en perjudicarlos, como lo señalan los expertos consultados, evidencia que el modelo sueco no solo ha sido mal interpretado por otros países, y específicamente en Nicaragua, sino que no se ha aplicado del todo a como lo dice el Gobierno en su libro blanco.