Después de participar en las protestas del 2018, cuatro miembros de la familia Montenegro Centeno fueron asesinados entre enero y agosto de este año. A las mujeres les ha tocado enterrarlos porque los hombres de su parentela se exiliaron o viven en la clandestinidad por temor a ser la siguiente víctima.
La génesis de una lucha
El 30 de junio de 2019 en la comunidad La Esperanza de Kilambé, del municipio de Wiwilí, departamento de Jinotega, a 240 kilómetros al norte de Managua, Ángela Centeno, esperaba al párroco que iba a celebrar una misa en honor a Edgard Montenegro y Yalmar Zeledón, su hijo y nieto, respectivamente, asesinados a balazos en Honduras, tres días antes. Lucía triste pero serena, parecía manejar bien su dolor.
En 2014, también sufrió la muerte de su hijo Bécker, quien fue baleado tras discutir con una persona alcoholizada. Por este crimen se responsabilizó y condenó a Óscar Geovanny Umanzor Velásquez, quien según los Montenegro tenía afinidad con el gobierno de Daniel Ortega.
Ángela Centeno, de 78 años, ha tenido que enterrar, en tan solo 8 meses, a cuatro miembros de su familia. Primero, su hijo Oliver fue acribillaron el 23 de enero en su finca. Edgard y su hijo adoptivo Yalmar, murieron baleados el 27 de junio en Honduras. Y no acababa de aceptar estas tragedias, cuando el 27 de agosto mataron de varios disparos a su yerno Francisco Blandón, en la comunidad San José de Maleconcito del municipio de Wiwilí.
Los familiares y amigos de las cuatro víctimas presumen que ellos fueron asesinados por personas allegadas al Gobierno de Daniel Ortega debido a que fueron opositores al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde la década de los 80 y participaron activamente en las protestas antigubernamentales del año pasado.
A pesar de lo sucedido, Ángela ha sido la columna que sostiene tanto a su esposo Viviano Montenegro Herrera, como a los demás miembros de la familia. Uno de sus nietos dice: “Mi abuela es una señora de carácter fuerte, no se calla lo que piensa, es muy recta, la herencia a la lucha viene de ella”.
Ángela impregnó ese espíritu valiente a sus 8 hijos y 4 hijas. La mayoría son reconocidos en las comunidades de Wiwilí por ser personas trabajadoras, honestas, estudiosas y con gran liderazgo. Su hijo Edgard fue candidato a alcalde en 2004 por el Partido Resistencia Nicaragüense (PRN) y Enoc administrador de la alcaldía del municipio de Wiwilí en 2017.
En la década de los 80, tres de los hijos de Ángela (Edgard, Byron e Iván) se integraron al ejército irregular de la Resistencia Nicaragüense, conocido como la contra. Por eso, después de la desmovilización en la década de los 90, los hermanos Montenegro y, por extensión, otros miembros de la familia, han sufrido acoso, vigilancia y persecución a lo largo de los años de parte de personas afines al FSLN.
Todo el que había sido contra era blanco de vigilancia por parte de la Policía y el Ejército, así como los Concejos de Poder Ciudadano (CPC), que son organizaciones de militantes del FSLN en comunidades rurales y barrios urbanos que brindan información y sirven como órganos de control del Gobierno sandinista desde 2007.
Los Montenegro fueron acosados con mayor vehemencia después de 2011, cuando se empezaron a rearmar grupos de campesinos en la zona de Wiwilí y Pantasma, en Jinotega, así como en el departamento de Nueva Segovia, a pesar que ninguno de ellos volvió a las armas.
Byron Montenegro, quien se integró a la contra a la edad de 13 años, dice que “tenemos guerra desde los años 80 y para nosotros no ha terminado todavía esta guerra silenciosa”.
La zozobra que sufrió Ángela Centeno en la guerra, no se la desea a nadie. En los 80 dio por muerto a su hijo Edgard porque nadie daba testimonio de su paradero, pero la suerte estuvo de su parte en ese momento, porque después de cierto tiempo el muchacho apareció de su exilio en Honduras. Pudo disfrutarlo tres décadas más, hasta su asesinato en junio de 2019.
Aunque los Montenegro vivían perseguidos y asediados por personas afines al FSLN, la cacería contra ellos se hizo aún más intensa desde 2018, cuando decidieron unirse a las protestas en contra del gobierno sandinista. La población nicaragüense, particularmente los estudiantes, se manifestó desde abril del año pasado por desacuerdo con las reformas a la Ley de Seguridad Social, que entre otras polémicas medidas reduciría el monto de dinero a los pensionados, muchos vieron esto como consecuencia de la corrupción en el manejo de los fondos del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). Las protestas fueron reprimidas por el Gobierno, dejando más de 300 muertos, más de 800 presos y una cifra desconocida de desaparecidos, según diversos organismos internacionales. Esto ha generado la actual crisis social y política.
Daniel Ortega y el FSLN gobiernan Nicaragua desde 2007, pero también lo hicieron en la década de los 80, durante la revolución sandinista, después del derrocamiento de la dictadura somocista.
La familia Montenegro Centeno nunca estuvo de acuerdo con la ideología que promovía el FSLN en los 80 y tomaron las armas para combatir a este Gobierno, treinta años después decidieron unirse a las protestas ciudadanas contra Ortega, participando en marchas y bloqueo de carreteras o “tranques”, pero esta vez sin armas. Hoy sufren la tragedia de la muerte y el asedio que han vivido muchas familias en Nicaragua por oponerse a este régimen.
Los líderes de La Marañosa
Irsa, la esposa de Enoc Montenegro, otro de los hijos de Ángela Centeno, llora cuando le preguntan: ¿cómo se ha sentido con todo esto que están viviendo?
Por más de un año ha permanecido clandestina para salvaguardar la vida de su familia que ha sufrido las amenazas y asedio de personas allegadas al FSLN. “A mí casi no me gusta hablar”, aclara, pero ha decido brindar su testimonio a Expediente Público, aunque sin decir su apellido para que no puedan localizarla.
“Yo he vivido feliz la vida que he tenido, tuve una infancia tranquila, nos casamos y vivimos tranquilos, él (Enoc Montenegro) siempre ha sido un líder, un hombre muy recto”, expresa Irsa con visible emoción.
Irsa y Enoc vivieron sin mayor contratiempo durante 14 años en el municipio de Wiwilí, donde procrearon dos niñas, pero la vida cambió cuando Enoc decidió participar en las protestas.
En los primeros días de mayo de 2018, Enoc y 6 de sus hermanos se unieron a las protestas contra el Gobierno, debido a las masacres realizadas por personas afines al partido FSLN y la Policía. Una de las formas de protestas fue la puesta de un tranque en el empalme La Marañosa, ubicado entre los municipios de El Cuá y Wiwilí.
Irsa, temerosa que le sucediese algo malo a Enoc, le decía: “No te metás en eso, vos sabés que pueden ser capaces de muchas cosas”, pero él le contestaba: “Que actitud más cristiana la tuya, debés de revisarte, no podemos ser indiferentes con lo que está pasando”.
Irsa cuenta que los sandinistas cercaron las tres entradas del casco urbano de Wiwilí en las primeras semanas de junio de 2018, por eso decidió irse con sus niñas para protegerlas porque el lugar era como un campo de batalla.
“En contraposición al tranque que se hizo en La Marañosa los partidarios del Gobierno levantaron un sinnúmero de tranques y armaron a delincuentes en el municipio de Wiwilí, dándole armas a personas con antecedentes delictivos que asediaron a los ciudadanos, sembraron el terror, cometieron delitos que la misma población puede dar fe de eso, abigeato, allanamiento de morada, intentos de violación y asesinatos”, explicó una de las hermanas Montenegro.
En esos días de protestas, unos 20 paramilitares armados circulaban en el municipio de Wiwilí, los pobladores aseguran que estas personas asesinaron a Alejandro Olivas, militante del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), el 23 de junio de 2018 cuando estaba en su casa de habitación. La Policía Nacional no inició ningún proceso de investigación.
A raíz de la violencia que se había acrecentado en el municipio, los manifestantes contra el Gobierno decidieron desmantelar el tranque de La Marañosa a finales de julio de 2018. La población participante sintió miedo de seguir apoyando.
“Cada quien acudió a sus casas a continuar sus labores, pero días después los seguidores del Gobierno agarraron fuerzas y empezaron a perseguir y asediar a esas personas”, expresó una de las hermanas de los Montenegro.
Posteriormente, los allegados al gobierno de Ortega, civiles armados o paramilitares, llegaron a las fincas de los campesinos que participaron en las protestas a arrebatarles las armas de defensa y cacería.
Cientos de campesinos que estuvieron en las manifestaciones contra el Gobierno huyeron por las amenazas de los paramilitares y la Policía, entre ellos Edgard y Byron Montenegro que se exiliaron en una comunidad de Honduras fronteriza con Nicaragua, porque la Policía los había circulado como delincuentes, informando incluso que ellos lideraban la banda criminal de Los Cabezones. En cambio, los hermanos Enoc y Oliver Montenegro decidieron regresar y refugiarse a la finca con sus padres Ángela y Viviano.
“Se levantaron los tranques y pensé (que) íbamos a estar tranquilos (en Wiwilí), nos regresamos para que nuestras hijas pudieran terminar las clases”, afirma Irsa. Sin embargo, la tragedia apenas empezaba para la familia Montenegro Centeno.
Fue al cafetal para nunca regresar
El café empieza a madurar en los húmedos meses de octubre a diciembre, por lo que urge recoger el grano. La familia Montenegro Centeno siempre ha vivido de la caficultura, poseen un conjunto de fincas que suman unas 600 manzanas de extensión (420 hectáreas).
“Había que levantar la cosecha de café”, comenta Irsa, pero en esa temporada ya los hermanos Montenegro estaban exiliados o amanecían escondidos en los “montes”, como se llama a las zonas boscosas. Temían que en cualquier momento llegara la policía o paramilitares para encarcelarlos o matarlos.
A las mujeres de la familia les tocó realizar las labores en los cafetales. Irsa cuenta que su esposo y cuñados no podían salir porque durante meses los paramilitares y la policía rondaban las fincas de los Montenegro, día y noche, incluso habían instalado unas casas de campañas improvisadas, los vecinos del lugar aseguran que en una finca cercana a la de los Montenegro, hay una base de entrenamiento de paramilitares.
Sin embargo, Oliver Montenegro dijo inocentemente a su familia: “No hombre, yo voy a recoger mi café, si yo no he hecho nada, no le hecho daño a nadie”. El productor había estado apoyando a sus demás hermanos en las labores de recolectar el grano en la finca ubicada en una comunidad de Wiwilí llamada La Esperanza del Kilambé, , pero necesitaba sacar los últimos granos de cosecha de otra propiedad que estaba ubicada en el municipio de El Cuá, en el sector del Caño de la Cruz, prácticamente a una hora de la propiedad de sus padres.
La tarde del 23 de enero de este año, Irsa venía de la ciudad de Jinotega, a 100 kilómetros de Wiwilí, donde vendió su producción de café, cuando recibió una llamada que le informada que Oliver había sido acribillado a balazos, mientras realizaba labores en su finca.
Según Enoc Montenegro, un grupo de sujetos armados le disparó por más de 10 minutos con escopetas y fusiles AK-47, estando a unos 200 metros de su casa. Enoc acusa al paramilitar Martín Rugama de dirigir ese operativo.
Rugama es un militante del partido FSLN, que dirige a los paramilitares del sector Caño de la Cruz, del municipio del Cuá, del departamento de Jinotega y tiene una finca vecina a la del fallecido Oliver Montenegro, denunciaron los familiares de la víctima.
Doña Ángela, como se les llama respetuosamente a las mujeres mayores, tuvo que ir a recoger el cuerpo despedazado de Oliver que había quedado entre los cafetales. La Policía, que según los comunitarios rondaba la zona, ni siquiera se acercó a preguntar por lo que había pasado, aun cuando el estruendo de los disparos se escuchó a 30 kilómetros de distancia.
“¿Por qué harían eso con él?, para matarte basta un tiro, pero no le dejaron rostro” solloza Irsa, ante la evidente saña con que asesinaron a su cuñado. El cadáver tenía el rostro desfigurado, heridas de bala y cortes de arma blanca.
El hecho generó pánico en la comunidad. A las mujeres de la familia Montenegro les tocó enterrar el cuerpo de Oliver, porque los hermanos no podían aparecer ya que la Policía tenía vigiladas las fincas y en cualquier momento los podía atrapar o matar. Asimismo, nadie de la comunidad los acompañó por el miedo a los paramilitares que circulaban por todos lados.
La muerte de Oliver permanece en la impunidad. La familia denunció el crimen ante la Policía, pero estos funcionarios públicos dijeron que este asunto no les competía.
El ataque por la espalda al comandante Cabezón
“A mi hermano no lo iban a matar de frente, era demasiado valiente, demasiado astuto”, expresa una de las hermanas del excomandante de la contra Edgard Montenegro, alias “Cabezón”, que pidió a Expediente Público no revelar su nombre pues tiene un niño pequeño que necesita proteger.
El elocuente hombre de 56 años, dejaba boquiabiertos a todos por la convicción con la que hablaba sobre democracia y libertad, a pesar que su aspecto exterior era humilde sabía animar a los manifestantes en las protestas de abril. Su liderazgo y su participación en la contra en la década de los 80, representaba un peligro para sus adversarios políticos, dice su hermana.
Edgard se había unido a la Resistencia Nicaragüense en desacuerdo con el servicio militar obligatorio, ya que lo habían sacado de las aulas de clase en Jinotega para integrarlo al ejército sandinista, lo montaron a un camión, pero finalmente saltó del vehículo y huyó.
Después de la desmovilización en los 90, entregó sus armas y nunca se volvió a armar. Edgard se había dedicado por completo a su finca: “Si usted viera como mantenía de linda esa finca mi papá”, expresa uno de los hijos, quien también permanece clandestino.
Movido por la indignación de cientos de nicaragüenses que se unieron a las protestas contra el gobierno de Ortega y su esposa la vicepresidenta Rosario Murillo, decidió participar en marchas y tranques en el municipio de Wiwilí.
Después del desmantelamiento de los tranques, principalmente el de La Marañosa, la Policía lo andaba persiguiendo y emitió un comunicado el 15 de septiembre de 2018 donde lo acusaba de ser líder de una banda terrorista y autor de la muerte del paramilitar Héctor Moreno Centeno, alias el “Pasmado”.
Moreno Centeno fue asesinado entre la noche del 13 de septiembre y la madrugada del 14 de septiembre, en la comunidad El Jocote del municipio de Wiwilí. Oficialmente se desconocen las circunstancias de su asesinato, pero se supone que fue baleado cerca de una base de entrenamiento para paramilitares orteguistas, según una publicación del periódico digital Artículo 66.
Un hijo de Edgar Montenegro dijo que Moreno Centeno se comunicaba en ocasiones con la familia Montenegro ya que tenían un parentesco, pero que se había cegado por el dinero que le había ofrecido el FSLN para que funcionara como paramilitar. Era alcohólico y el mismo partido sandinista le había perdido el control.
En noviembre, Edgard tuvo que exiliarse en Honduras, junto a su esposa y algunos de sus hijos. Se habían refugiado en la comunidad de Trojes, cercana a la frontera con Nicaragua, a 173.8 km al este de Tegucigalpa, en el oriental departamento de El Paraíso.
En ese país, Edgard brindaba apoyo para conseguir empleo en fincas, a otros refugiados nicaragüenses, campesinos que también estaban huyendo del régimen de Ortega, a pesar que él y su familia tampoco tenían las mejores las condiciones para vivir en Honduras.
El 27 de junio, junto a su hijo Yalmar, salió de la comunidad de Trojes para buscar señal telefónica y hacer una llamada a Nicaragua para pedir apoyo alimenticio, porque ya se le habían agotado los víveres para su familia.
Según parientes, Edgard y su hijo adoptivo Yalmar Zeledón fueron emboscados mientras se trasladaban en una motocicleta en el municipio de Trojes, los cuerpos fueron encontrados tirados sobre la carretera, desangrados por los balazos en la espalda.
La moto quedó tirada junto a los cuerpos, pero los atacantes robaron documentos, dinero, celular y una pistola 357.
Los familiares de Edgard Montenegro advierten que este pudo ser un trabajo de paramilitares del régimen de Ortega que se infiltraron en los refugios de los exiliados.
Los funerales de Edgard y Yalmar fueron el domingo 30 de junio en La Esperanza de Kilambé, después de gestiones en la frontera. Sin embargo, una vez más, los hermanos Montenegro no pudieron asistir a los funerales de uno de los suyos.
Las autoridades de medicina legal de Honduras, aún no le dan la autopsia a la familia.
El asesinato de Francisco acrecentó diferencias entre dos familias
Aunque Francisco Blandón Herrera había pertenecido al ejército en los 80 y venía de una familia de tradición sandinista, se casó con Thelma Montenegro, que no solo era de un hogar de tradición opositora, sino que sus hermanos habían pertenecido a la contra. Sin embargo, eso no impidió sostener un matrimonio por 20 años.
Según una hermana de los Montenegro, Thelma llegó a sentir respeto por los valores revolucionarios de Francisco.
El 27 de agosto de 2019 asesinaron a Francisco cuando regresaba a casa después de hacer compras en la comunidad de Maleconcito, en el municipio de Wiwilí. Un sujeto que no está identificado, a bordo de una motocicleta, le disparó.
En plena morgue, los familiares sandinistas de Francisco agredieron física y verbalmente a Thelma y a su hija, tuvieron que refugiarse y ahora viven clandestinas en una casa de seguridad.
“Los hermanos de Francisco son fanáticos orteguistas, culpan a Thelma de la muerte de Chico y asumen que ella lo mandó a matar porque es antisandinista. (Al momento de los funerales de Francisco) le arrebataron el cuerpo e hicieron los rituales que hacen los sandinistas, (también) se llevaron abusivamente los vehículos, le están matando las vacas y amenazan con sacarlas de su hogar”, explicó una de las hermanas Montenegro.
A Ángela Centeno, la muerte de Francisco la ha golpeado. “Mi mamá no podrá recuperarse a este ritmo, cuando empieza a medio resignarse por la muerte de un hijo, le asesinan otro. Eso fue Chico (Francisco) para mis padres, desde que murieron los padres de él, se refugió en el cariño de sus suegros”, aseguró una de las hermanas Montenegro.
Las contrariedades políticas en la familia de Francisco Blandón y Thelma Montenegro aún están presentes, algunos prefieren no dar declaraciones porque es como echarle sal en una herida que aún se mantiene abierta.
Enoc y Byron, en la clandestinidad
Enoc y Byron son dos de los hijos de Ángela Centeno que han decidido vivir clandestinos para proteger sus vidas, al parecer, el hecho de ser un Montenegro los hace objeto de persecución de parte de la Policía y simpatizantes del FSLN.
“Estos últimos quince meses los he pasado peor que cuando anduve en la lucha armada (década de los 80). En aquellos tiempos sabía en lo que andaba, me dedicaba a eso y andaba armado y ahora no. Soy padre de dos hijas, ya no están con nosotros, sólo vivo con mi esposa y me ha tocado andar con ella también, porque uno de esos ciudadanos la amenazó de muerte, andamos prácticamente exiliados, no puedo confiarme en dejarla”, dijo Byron Montenegro a Expediente Público.
Byron es visiblemente un hombre que controla sus emociones, pero los acontecimientos vividos lo han conmovido, al punto de afectar su salud: “A veces me ha tocado llorar porque he estado escondido, sí he estado bastante en el monte (campo). Tres veces agarro fuerzas y digo: ‘Tengo que seguir adelante. Tengo gente atrás que ver, hijas, nietos, que tengo que luchar por ellos todavía. Luchar en la forma de que tengo que buscar cómo sobrevivir’, pero sí ha sido amarga mi vida”, expresa.
Liliam, la esposa de Byron que por seguridad prefiere omitir su apellido, contó que ambos estuvieron exiliados en Honduras junto al fallecido Edgard, allí pensaron que podían estar tranquilos, habían puesto un negocio y hasta tenían un carnet de refugiados, pero notaron que esta zona de Honduras es muy peligrosa, porque el tráfico de personas no es controlado por las autoridades de ese país. Antes del asesinato de Edgard decidieron regresar a Nicaragua.
El tiempo en la contra hizo de Byron un hombre desconfiado, ahora más que nunca, el ser así es su mejor mecanismo de seguridad: “Yo hasta ahora estoy hablando de esto, he estado escondido, no me dejo ver de nadie, no confío en nadie y es lo que me ha llevado a sobrevivir hasta ahora. Son pocas las personas que saben dónde estoy y a veces para no comprometer a mi familia ni ellos saben dónde estoy, para garantizar su seguridad”.
Por su parte, Enoc Montenegro salió de su casa en Wiwilí en junio del año pasado, es ingeniero agrícola, que había dedicado los últimos 10 años a su finca en La Esperanza de Kilambé, también es el presidente de la Asociación de Ganaderos de Wiwilí y es concejal electo por el partido opositor Ciudadanos por la Libertad (CxL).
Para Enoc ha sido difícil no ver a su esposa Irsa y a sus dos hijas menores como cuando vivían juntos en Wiwilí. Asimismo, le entristece no poder regresar a sus actividades en la finca, a sus negocios de café y ganado y perder contacto con los amigos y el ambiente del lugar de donde es originario.
Tanto para Enoc como para sus padres, hermanas y hermanos: “el comunismo (o) el sandinismo ha significado siempre terror”, algo que se ha magnificado contra ellos en los últimos años, porque los han perseguido no para meterlos presos o judicializarlos, sino para aniquilarlos por ser de origen campesino.
Ángela Centeno teme que maten a todos sus hijos, siente que es lamentablemente el costo que han tenido que pagar por tener “un gobernante autoritario y criminal”, pero dice que la sostiene en su dolor el compromiso de su familia con la libertad.
Mientras tanto, en Wiwilí, en una pared de la terminal de buses, una siniestra pinta realizada por orteguistas dice: “Muerte al haragán Óscar Herr y Enoc M”. Este mensaje se refiere a Néstor Aráuz alias “Haragán”, trabajador de servicios municipales de la Alcaldía de Wiwilí asesinado en febrero de 2019 y a Óscar Herrera, abogado asesinado en octubre de 2018, el tercer mencionado es Enoc Montenegro, el único de los tres que se encuentra con vida. A la fecha, la Policía Nacional no se ha pronunciado sobre los dos asesinatos.