III Parte
A juicio de los expertos consultados por Expediente Público, la salida de Morales, un aliado internacional de Ortega, mostró pocas similitudes con las protestas de 2018 en Nicaragua, sin embargo, la principal convergencia ha sido el papel protagonista de los jóvenes en ambos países. Por otra parte, el rol de empresarios, policías y militares, ha sido totalmente opuesto en Bolivia, donde el sector privado se sumó a un paro nacional, las fuerzas de seguridad se negaron a reprimir y los militares, pese a los intentos de cooptación, decidieron no seguir respaldando al presidente, en cambio, en el caso nicaragüense, el apoyo de los empresarios fue menos contundente, el rol del Ejército fue complaciente y la Policía sostiene al régimen.
Por eso, para el doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Campinas en Sao Paulo, Brasil, el nicaragüense Humberto Meza, la situación boliviana es esencialmente muy distante a la del país centroamericano, a pesar que Morales retoma el discurso del golpe de Estado como lo hizo Ortega en 2018 para deslegitimar las protestas en su contra.
En el caso de Nicaragua, ocurren crímenes de lesa humanidad, además, los movimientos sociales y populares estuvieron en contra del régimen de Ortega y hubo represión. Bolivia todavía tenía la opción de darle una salida política a Morales.
El Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales vivió lo que todo partido político experimenta gobernando, el desgaste. Meza señala que a pesar que todos los partidos políticos aspiran a una reelección. les toca a los ciudadanos decidir si los quieren o no, los partidos tienen una vida más allá del poder, desde la oposición, pero es diferente, cuando se trata de una personalidad, que aspira a eso desde su propia perspectiva individual.
Más allá de cualquier explicación sobre las ambiciones de Morales, Meza enfoca el problema del continuismo en sociedades latinoamericanas a que las fuerzas políticas emergentes se asumen como las únicas capaces de enfrentar a las élites tradicionales que son “canallas”, se conoce que la boliviana tenía el antecedente notable de ser particularmente racista y machista.
El problema es que los caudillos asumen que “son los únicos con una fuerza divina” para poder enfrentar a las élites nacionales, dice el experto.
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Meza considera que la posición de las Fuerzas Armadas de Bolivia en esta crisis de 2019 era muy diferente a la del Ejército de Nicaragua tras las protestas de 2018. En principio, porque la presión popular nicaragüense hacia los militares era detener la muerte de jóvenes y por la existencia de paramilitares, en el caso de Bolivia, fue una tácita petición de la salida del presidente, “no hay antecedentes que yo conozca del Ejército que haga una petición pública del retiro de un mandatario, por lo que me parece peligroso”.
Por otra parte, la crisis de Bolivia es muy distinta a la nicaragüense, de hecho, si el Ejército no hubiera tomado una posición por la renuncia quizá hubiera dado la oportunidad a una salida negociada a Morales, porque la crisis no parece haber terminado, parece que apenas empieza, sobre todo si la élite intenta revertir el alcance social del modelo del MAS, precisa Meza.
El exmagistrado del Tribunal Constitucional de Bolivia, José Antonio Rivera considera que la única manera de romper una crisis de este tipo es el diálogo, porque si trata de imponerse continuará la violencia. Recuerda que el conflicto pudo remediarse con anular las elecciones, renovar el tribunal electoral y convocar a nuevos comicios, pero en el marco de las instituciones, solo que Morales no tiene vocación democrática y quería imponer sus propias reglas,
Desde México, Morales ha denunciado ataques contra exfuncionarios de su Gobierno, el asalto a su casa, los medios de comunicación reportan seis muertos desde su renuncia, mientras masistas bloquearon los accesos a las ciudades donde hubo escasez de combustibles por el cerco a una planta en El Alto, el país está a media fuerza.
Por su parte, Rivera considera que con la salida de Morales “el único que gana es el sistema constitucional, la democracia, pero todos perdimos como bolivianos, al final del camino, en este enfrentamiento entre sectores sociales, como los jóvenes que salieron a exigir que se respete su voto y quienes salen a defender su proceso de cambio, a su presidente que fracturó la Constitución, gente de base, se está provocando muertos, heridos, dolor y privación”.
“Por instrucciones de Evo Morales estuvo bloqueado el acceso a ciudades y estuvieron escaseando los alimentos, pero esto afecta más a los campesinos, que echan a la carretera sus verduras o leche, duele porque después de solucionar esto, las élites políticas de ambos lados, de izquierda, derecha o centro, tomarán ese jugoso pastel del poder, pero la gente de clase baja seguirá en la pobreza, esos que salen a pelear, a defender sus convicciones, a veces mal entendidas, para que otros se aprovechen. Eso a mí me amarga”, dice Rivera.
Meza sostiene que, a pesar de la crisis de la democracia liberal, es decir, la no participativa y elitista, no todos estamos dispuestos a vivir en dictaduras, hay protestas contra prácticas autoritarias que confirman que si queremos democracia.
El profesor Rojas Ortuste advierte que “actualmente los partidos políticos suenan a mala palabra, decir que los partidos al final ganan pareciera una traición a la ciudadanía; la democracia representativa está de algún modo en crisis y parte de esa crisis es el comportamiento cada vez más desapegado de los mandatos ciudadanos a los partidos, sin embargo, parte de la solución a la crisis de la democracia representativa debería traer un cambio al tipo de partidos elitistas, casi oligárquicos e indolentes a las demandas ciudadanas que hemos tenido”.
Por eso, el propio MAS deberá hacerse más democrático y los otros partidos, que saben que aquí hubo una revolución ciudadana, están en camino a una recomposición inevitable, finaliza el académico.