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Isla de Ometepe: un oasis de paz convertido en infierno

“No nos bañamos, a veces no comemos, nos pican los animales, dormimos mal, con los nervios alterados, pues tenemos que hacer guardia para cuidarnos y no nos encuentre la policía que nos busca día y noche”, relata José Evenor Mora, uno entre las decenas de personas que se esconden de las fuerzas del régimen de Daniel Ortega en la isla de Ometepe del lago de Nicaragua.

Desde su escondite en la isla, Mora relata a Expediente Público: “Aquí nada es igual, en el pueblo se vive una tristeza, una desolación, la gente está encerrada, con miedo, solo ellos (los policías y antimotines) caminan en las camionetas patrullando, asediando a las familias, bien armados”.

“Me siento terrible porque no puedo salir, no puedo ver a mi abuelita, mi tía y mi papá que están enfermos, no puedo ver a mi mamá, no puedo ir a mi casa, tengo que estar escondido. Andan en los callejones bien armados, dicen que hasta van a traer perros para encontrarnos. Nosotros no tenemos armas, nos defendemos con piedras y ellos son mucho más que nosotros. Ya nada es igual, mi pueblo parece un cementerio. Lo que queremos es que se vayan, que se retiren del pueblo y de toda la isla”, declara.

Así como Mora están viviendo, desde el pasado 19 de abril de 2020, otras 40 personas que huyeron de la represión desatada después que decenas de jóvenes aprovecharan la celebración de una familia para conmemorar con algarabía el segundo aniversario del levantamiento de abril 2018, en la apacible y pacífica comunidad de Esquipulas, ubicada al oeste de la isla formada por dos volcanes, uno de ellos aún activo.

Ometepe tiene una extensión de 276 kilómetros cuadrados y es reconocida por ser la isla volcánica más grande ubicada en un lago de agua dulce, conocido también como Cocibolca, el más extenso de Centroamérica con 8,000 kilómetros cuadrados, y situado al sur del país. Antes de abril 2018 era uno de los más importantes focos nacionales de turismo internacional, una de las principales fuentes de ingresos de sus habitantes, además de la agricultura, pero todo el sector servicios está ahora en ruinas.



La comunidad de Esquipulas no se identifica con el sandinismo, ni ahora ni en los años 80 cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) gobernó por primera vez. Fue el único pueblo que no dejó que sus hijos fueran parte del Servicio Militar que se impuso en aquella década para combatir a la Contra. Una ironía en la que casi todos coinciden en la comunidad es que la historia se repite. Igual que en el pasado, las madres esconden a sus hijos en las laderas y caminos alrededor de los volcanes Madera y Concepción, para que no se los lleven, hace más de 30 años lo hacían por la guerra que se libraba, esta vez, para que no los encarcelen por ser opositores.

Ometepe está literalmente bajo ocupación policial y paramilitar, después de los sucesos de Esquipulas del 19 de abril, es quizás la peor lucha que libran ahora los lugareños, golpeados por la crisis del turismo, pues se experimenta una sensación de permanente vigilancia que coarta la libertad y hace presa del miedo a su gente.

“Yo vivo con los nervios de punta porque mi mamá tiene 87 años y vive sola en Esquipulas, y su casita está frente a donde ocurrieron los hechos. Ella nunca había sentido los gases de una bomba lacrimógena y en su desesperación, en lugar de permanecer dentro de la casa, se salió al patio donde absorbió el humo de esa bomba”, contó a Expediente Abierto, una ciudadana que vive en Moyogalpa y que el día de los hechos estaba visitando a su madre, omitimos su nombre por pedido de ella.

La ometepina habla en secreto y en voz baja, pues se siente vigilada y el día que la abordamos comentó que al lado de su negocio vive un sandinista y que su casa está rodeada de informantes del régimen.

Hay mucho miedo en Ometepe. Viven vigilados y asediados. Es una isla ocupada por antimotines armados que se pasean por todas las calles de los dos municipios con sus siete comarcas que conforman la población de la isla.

LO QUE PASÓ EN ESQUIPULAS EL 19 DE ABRIL DE 2020

Según una testigo de los sucesos, todo empezó a las nueve de la noche cuando jóvenes, que poco antes jugaban en la única cancha del parque, se trasladaron a una fiesta donde se celebraba un aniversario de boda y detonaron morteros artesanales, usados en Nicaragua como pirotecnia y también en las protestas, pero que ahora están prohibidos. Se disponían también a subir a un poste de luz la bandera de Nicaragua, que desde 2018 es un símbolo de la oposición al régimen que se distingue por su bandera rojinegra.

Mientras lo intentaban apareció un profesor de apellido Chamorro amenazándolos con llamar a la fuerza pública. En Esquipulas no hay estación de Policía por lo que llegaron las patrullas del municipio de Altagracia, a 20 kilómetros de ahí, y segundo pueblo en importancia de la isla, después de Moyogalpa.

Aparecieron dos camionetas llenas de policías y empezó la lucha desigual, los oficiales con sus armas pretendían detener a los jóvenes que se habían manifestado. Los familiares de los jóvenes y otros pobladores salieron en su defensa para que no se los llevaran y con palos, piedras y sonando machetes lograron detener a un policía cuando cayó de una de las patrullas. Los pobladores querían hacer presión para que soltaran a tres jóvenes que se había llevado. El oficial quedó en manos de los pobladores.

Cuenta que después la situación se calmó, pero aproximadamente a las cinco de la mañana, Esquipulas fue atacado con bombas lacrimógenas y disparos que tomaron al poblado por sorpresa.

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La Policía había pedido refuerzos de antimotines a la delegación departamental de Rivas, y este primer contingente llegó de madrugada en lanchas de la Fuerza Naval del Ejército, y entró por la playa Punta Jesús María que está cerca de Esquipulas, contaron al menos dos testigos. Llegaban con fuerza a rescatar al policía secuestrado. Luego de este ataque fue que salieron heridos tres adultos mayores, fueron apresadas siete personas y 40 huyeron a las faldas del volcán Concepción.

“El lunes (20 de abril) que fue el enfrentamiento más fuerte, se dio en contra de 200 antimotines y nosotros éramos como 60 personas”. Fue una lucha desigual de piedras contra balas, sostiene Avenor Mora.

Según el manifestante, el policía que retuvieron se cayó de la unidad móvil de esa institución y lo detuvieron para que intercambiarlo por los primeros detenidos. Afirma que el policía se golpeó de la caída y no de golpizas. “En el video que circuló después se puede apreciar que el policía estaba en buen estado”.



TESTIMONIO DE WALKIRIA, LA HERMANA DE UNO DE LOS PRESOS Y UNO DE LOS HERIDOS

“Al terminar de jugar en la cancha como a las 10:30 p.m., un señor tiró el ultimo mortero, llegó después un muchacho a sacar la bandera azul y blanco, yo creo que eso no tiene nada de malo, y cuando ya los muchachos iban para la casa, en la propia esquina de la cancha había una señora que denunció que ellos iban mareados (tomados de licor), pero eso es una falsedad, ellos estaban jugando sanamente como cualquier muchacho que le gusta jugar sus deportes, ella los entretuvo, nadie sabía que había llamado a la policía y cuando los muchachos quisieron agarrar (correr) para sus casas fue cuando la policía llegó e hizo como un encontronazo con ellos, se metieron por diferentes lados y comenzaron a atacarlos y golpearlos sin piedad alguna”, cuenta Walkiria Mora a Expediente Público.

“Cuando la mayoría de las gente se dio cuenta de los gritos y del tiroteo, las personas vecinas del parque se asomaron y comenzaron a tocar las campanas (de la iglesia), entonces quienes vivimos cerca llegamos y al mismo tiempo nos retrocedimos un poco, porque ellos estaban tirando demasiadas balas, era un desorden tan horrible, los niños estaban muy asustados ahí alrededor de la cancha hay muchos niños, hay gente enferma y cuando se miró que estaba ese desorden entonces los mismos que estaban ahí se fueron a gritar a las calles que se levantaran que buscaran como apoyar, porque la policía se había llevado a unos muchachos”.

“Yo me levanté inmediatamente, cuando escuché el primer disparo solo pensé en mi hermano, en uno de ellos, más no sabía que estaba el otro ahí y estaban unos primos también, cuando llegué al lugar donde pasó eso me dijeron que a un hermano mío lo habían tirado y yo me desesperé, junto con mi hija lloraba y cuando llegué al lugar, quien realmente estaba tirado (baleado) era un primo mío que le dieron en la rodilla y se quejaba, no decía nada y nosotros buscábamos la manera de como levantarlo como despertarlo, él se desmayó del impacto, después comenzamos a buscar por otros lados y miramos que mi hermano venía de arrastras desde una esquina de la cancha, pero no sabíamos que tenía hasta que mi hija corrió y me dice: ‘mama mi tío viene herido’. Corro a verlo, yo gritaba, le preguntaba qué te hicieron, qué te pasó y cuando le miré el tobillo, lo tenía totalmente desbaratado”, narra Mora.

Su madre se desmayó al verlo baleado, con golpes en la espalda y la cabeza herida, “hubo un alma piadosa que llevó su camioneta y no le importó que le hicieran cualquier cosa, nos llevaron al hospital de Moyogalpa (al sur de la isla) con el herido”.

Aleyda Mora, la madre de estos jóvenes está destrozada y encerrada por el asedio policial. No puede salir ni abrir la puerta, pues a cada momento pasan policías mirando al interior de la vivienda.

Otra de las madres, Maribel Mora, tiene un hijo preso y tres están huyendo en las laderas boscosas del Concepción. Cuando, Estela López llegó a ayudar a ambas madres, pues es tía de uno de los heridos, la policía la golpeó y la subió a la camioneta. Al 8 de mayo era parte y la única mujer que a sus 60 años del grupo que permanece detenida en las cárceles de Managua.

Las familias de los presos se dieron cuenta de dónde estaban una semana después de ser detenidos; mientras eran acusados por la Policía Nacional en la Procuraduría de Derechos Humanos del Estado, de agresión a oficiales, de organizar un tranque exprés y de asediar a “compas” del Frente Sandinista, según una campaña oficialista en redes sociales con las fotos de los que huyen o están detenidos.

Al igual que el 18 de abril de 2018, cuando los jubilados salieron a protestar por la rebaja y cobro adicional de sus pensiones, la gota que derramó el vaso de las políticas coercitivas que había ejecutado el FSLN desde que retornó el poder en el 2007, esta vez, Esquipulas reeditó lo que ocurrió a nivel nacional.

“Alfonso López es un señor de 79 años, familiar de todos estos muchachos, él llegó en defensa de ellos, y lo patearon tanto que le quebraron cinco costillas y le desprendieron un pulmón. La familia me llamó para informarme que en el hospital le han dicho que no va a vivir porque está bien malito, que está en cuidados intensivos en el hospital de Rivas (cabecera del departamento al que pertenece Ometepe), porque inmediatamente vieron que estaba desprendido el pulmón de tantos golpes que le metieron. Es lo mismo que sucedió en abril del 2018 cuando golpearon a los ancianos y los jóvenes se levantaron en su defensa.  En este país está dictadura quisiera que todos los ancianos se murieran”, reflexiona la líder campesina Juana Juárez, desde su exilio en Costa Rica.

Entre los grupos que huyen andan varios adultos con los jóvenes, hombres que tienen entre 50 y 60 años, agrega.

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“Estos señores están muy mal pues su edad no les permite sobrevivir en las condiciones de la montaña. Tienen miedo de ser apresados porque los andan buscando. Hay una orden para los que huyen de agarrarlos vivos o muertos. Esto hay que denunciarlo ante el mundo porque cómo va a pasar esto solo por el hecho de defender a los jóvenes de su derecho a querer un país libre”, se pregunta Juárez

“En el momento de la huida uno cree que se salvó, pero la incertidumbre apenas empieza, pues con los días la desesperación de no saber qué va a pasar con nuestras vidas cobra fuerza y los nervios se disparan. Por ello pedimos ayuda, que escuchen sobre nuestra situación”, expresó el 6 de mayo, por mensaje de texto, uno de los adultos que huye, tras 17 días de infortunio.

Después de la incursión de la policía, con la ayuda de los primeros refuerzos de antimotines, el policía secuestrado fue liberado al día siguiente, y se dio paso a la cacería de jóvenes y adultos con el segundo contingente de policías antidisturbios que llegó el 20 de abril, en el primer ferry de las 8:30 a.m., el que se dedicó exclusivamente a trasportar ese día a más de 200 efectivos para ocupar toda la isla y rodear el poblado de Esquipulas. Desde entonces, el patrullaje es permanente para la búsqueda de los que lograron escapar y esconderse, pero que, por el apoyo de la población, no han logrado encontrar.

“El pueblo nos apoya llevándonos comida a cierto punto en el campo y nosotros bajamos a traerlo con otros muchachos. Hay unas personas en el pueblo que tienen ventas y así nos ayudan, nos mandan avena, pan, pinol (bebida nacional de maíz con cacao), agua y cosas que uno necesita. Ellos lo suben por unos puestos ciegos que los policías no conocen ni la gente de fuera que anda en el pueblo, los sapos (dicho popular para referirse a informantes del sandinismo) no los conocen, solo la gente campesina. Ellos nos abastecen por esa ruta que usaban antes para no ir a la guerra (en los ochenta). En esos mismos lugares nos hemos podido mantener escondidos”.

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LOS NUEVOS PRESOS POLÍTICOS ACUSADOS DE VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS DE POLICÍAS

Hay varias personas presas de Ometepe, sus familiares se enteraron el 29 de abril que habían sido trasladados de la Dirección de Auxilio Judicial en Managua, conocida como El Chipote, a la cárcel La Modelo en Tipitapa a los cuatro varones y a la cárcel La Esperanza, a Estela López.

“Hasta el pasado miércoles 29 de abril, nosotros estábamos preocupados porque no sabíamos nada de ellos y supuestamente los habían llevado a Tipitapa, pero no teníamos ninguna información. Estaban desaparecidos. Nos damos cuenta hasta el 30 como a las 4:30 de la tarde que estaban en esas cárceles. El primero de mayo les fuimos a dejar comida. Todos están separados, están en diferentes celdas con los presos comunes, están muy afligidos porque hay mucha gente enferma y nosotros como familiares queremos justicia, queremos que a ellos les den su libertad porque son personas trabajadoras, personas buenas, amorosas, cariñosas, bien respetuosas”, expresa Mireya.

Los detenidos fueron remitidos a los tribunales de Managua rápidamente, en un proceso viciado, incluso algunos que estaban golpeados y heridos no pudieron estar el 23 de abril en la audiencia preliminar cuando el Ministerio Publico a través de la fiscal Valeska López, interpuso la acusación, sin invitar a los abogados defensores, denunciaron familiares de los presos políticos. El 8 de mayo en el Juzgado Séptimo Distrito Penal de Audiencia, a cargo de Abelardo Alvir Ramos, se confirmó juicio a los detenidos por los delitos de lesiones graves, obstrucción de funciones, homicidio frustrado y robo agravado en perjuicio de tres  oficiales de la Policía Nacional. La abogada Yonarquis Martínez representa a los siete ometepinos: Enyel José López Mora, Yubran Abel Mora Romer, Edwin Javier Mora Cajina, Juana Estela López Alemán,  Jhancarlos Mora Ortiz, Justo Emilio Rodríguez López y Amilcar José Cerda Cruz.

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En un caso pocas veces visto, y con un despliegue mediático, la Policía como institución estatal recurrió a la Procuraduría de Derechos Humanos a interponer denuncia contra los civiles de Esquipulas que fueron atacados y se defendieron con palos y piedras en las incursiones de esas tropas el 19 de abril.

“De acuerdo a lo que establece la Ley 212, Ley para la Procuraduría de la Defensa de los Derechos Humanos, cualquier persona puede interponer una denuncia de violación a los derechos humanos, es decir, no hace distinción que sea una persona natural o jurídica, como puede ser la Policía. Sin embargo, lo que señalan los artículos del 38 y siguientes de la ley 212, se entiende, de su lectura, que la violación a derechos humanos solo la hacen los funcionarios públicos o empleados estatales, como son la Policía, Ejército, tribunales, entre otros”, afirma a Expediente Público, Boanerge Fornos, exfiscal del Ministerio Público y coordinador de Acción Penal, un organismo defensor de los presos políticos.

“No hay violaciones a derechos humanos de parte de ciudadanos de a pie o comunes y corrientes, lo que podía existir es una responsabilidad penal si un ciudadano equis infringe una norma que puede constituirse en delito, pero en el caso de Esquipulas, la Policía como tal, de acuerdo a lo que se desprende de la ley, no es víctima de violación de derechos humanos, aunque sea de manera individual una acusación de un policía no lo aleja de ser funcionario o empleado público, en tal sentido no puede ser víctima de violación a derechos humanos”, acotó.

Con la denuncia, la Policía busca revertir la situación provocada por su abuso de autoridad y violencia desplegada contra el pueblo de Esquipulas. “Buscan alterar la situación porque saben que a nivel internacional está súper establecido que ellos son los verdaderos verdugos y ahora quieren aparecer como víctimas y usar el mismo mecanismo de denuncias de atropello a los derechos humanos para revertir la situación”, opinó a Expediente Púbico, el sociólogo José Luis Rocha.

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LAS LUCHAS POLÍTICAS DE LAS COMUNIDADES EN LA ISLA

Ometepe ha sido noticia por su belleza natural, como destino turístico, como amante de la democracia, y en años recientes como un bastión de la lucha campesina anticanal.

“Como ciudadana me he dado cuenta de la historia de Ometepe, que también he vivido, la paz de Ometepe ha sido irrumpida completamente por gente que no es de aquí y ha venido a querer adueñarse de la paz, de la tranquilidad, de las propiedades. El sandinismo ha sido aquí una plaga que ha querido infestar a sus habitantes, mucha gente que no vive aquí o no es de Ometepe y es sandinista, ahora son paramilitares, parte de esa gente ha venido a ser el sandinismo, son la gente que desde los 80 se quedó a querer adueñarse de la isla”, reflexiona “Ana”, perseguida desde que se unió a la lucha en contra del canal.

Ella cree que la isla, en su particularidad, tiene gente muy buena, “queremos estar tranquilos vivir en armonía con la flora, con la fauna, pero cuando esta gente viene se comienza a interrumpir esa paz y se comienza a vivir de otra manera, estamos vigilados”, cuenta.

“Existe mucha gente que trabaja en instituciones del gobierno, en la parte de salud, en la parte de la Policía, en el Ejército, que creo no están de acuerdo en cómo han sido ultrajado los campesinos, la gente de su pueblo, tanto así que en las dos últimas veces que el Frente Sandinista ha golpeado a los ometepinos, ha tenido que traer gente de afuera, gente que trabaja en la Policía, gente mala porque se dan cuenta que el mismo isleño  que trabaja con ellos no está de acuerdo con lo que están haciendo con nosotros”, reflexiona.

Cuenta con orgullo que la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro visitó la isla recién tomó el poder en 1990. “Doña Violeta ganó en los dos municipios de Ometepe. Ella recibió el mandato, pues apoyamos fuertemente su candidatura. La verdad es que el gobierno sandinista ha querido hacer aparecer a Ometepe como que es de ellos y no es así. En la isla somos gente que nos gusta trabajar, honrados, no nos gusta que nos vengan a querer intimidar ni mucho menos engañar con una lámina de zinc, con un cerdito”, dijo en relación a los “programas sociales” del régimen.

A pesar de su fama internacional y de ser visitada por miles de turistas al año previo a 2018, la gente de la isla ha protegido su identidad cultural, al no abandonar sus propiedades, como ha ocurrido en otros lugares de Centroamérica, en donde la presión extranjera se ha adueñado de propiedades de nativos.

“Somos gente que toda la vida hemos sobrevivido con nuestro trabajo, los lugares turísticos  son de gente local que ha sabido sobrellevar ese reto, que ha trabajado, aquí no tenemos apoyo de este gobierno, por el contrario lo que han hecho es que han mandado paramilitares, gente que nos están destruyendo, pero nuestra moral de ometepinos sigue firme porque nosotros sabemos cuál es nuestro objetivo: levantar la voz para que el mundo escuche que nosotros, independientemente de todo lo que nos hagan, siempre vamos a estar hablando de lo que este gobierno ha querido hacer con la isla”, concluye.

LA LUCHA ANTICANAL EN OMETEPE

La población isleña, realizó la primera marcha anticanal a escasos tres meses de la aprobación de la ley 840 o “Ley especial para el desarrollo de infraestructura y transporte nicaragüense atingente a el canal, zonas de libre comercio e infraestructuras asociadas”, que concedía la construcción del megaproyecto al empresario chino Wang Jing, pero contenía elementos confiscatorios y lesivos a la soberanía nacional, como argumentan expertos, organizaciones y afectados por la supuesta ruta canalera.

La marcha fue en noviembre de 2013, y la ley fue aprobada en junio de ese año. En la manifestación local participaron más de 10 mil lugareños, pues el canal afectaría gravemente la paradisíaca isla. Ometepe fue incluida en la propuesta canalera y se estableció un complejo turístico entre los subproyectos del consorcio Hong Kong Nicaragua Canal Development (HKND).



“Desde el 2013 cuando comenzaron a medir las calles de Esquipulas para el proyecto del canal chino, nosotros fuimos el primer pueblo que se levantó. Nos levantamos porque fueron a medir mi finca que esta como a 300 metros del pueblo y ahí todos han trabajado conmigo, trabajaban con mis padres y entonces ellos se opusieron cuando vinieron a los chinos con los de Gobernación y de la Procuraduría de la Propiedad a medir toda la isla, alguien nos alertó que querían sacarnos de Ometepe. Nos pusimos alertas toditos, hacíamos reuniones en Esquipulas con el apoyo de toda la comunidad y de esa reunión salió la primera marcha anticanal que hubo en Nicaragua en contra de este gobierno, Diez mil personas le pusimos en la primer marcha”, cuenta Juanita Juárez.

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Ahora los líderes de la comunidad y las familias piden justicia para Esquipulas. “Estamos pidiendo ayuda para que liberen a los presos, porque ellos son inocentes de todo lo que se les acusa, nosotros no podemos estar tranquilas porque el pueblo de Esquipulas está siendo asediado por la policía, por antimotines, los muchachos que andan huyendo corren mucho peligro, hay niños con discapacidades, señoras de la tercera edad, que no es justo que vivan con miedo. Merecemos vivir tranquilos. Yo estoy muy afligida porque mi mama padece de la presión, del corazón, de diabetes y tengo miedo de que a ella le pueda pasar cualquier cosa porque uno de mis hermanos está encarcelado en Tipitapa, otro de mis hermanos está en el hospital de Rivas herido de bala y mi otro hermano anda huyendo, sin nosotros saber dónde está. Tengo primos y vecinos que están heridos”, expresa Walkiria Mora.

“Somos un pueblo tan pequeño, pero tranquilo, ya no queremos más acoso, ya no queremos más derramamiento de sangre, nosotros queremos paz, tranquilidad, porque aquí todos estamos sufriendo como familia, como madres, como hermanos, como sobrinos, como amigos”, concluye.