*Honduras dio una lección de democracia y participación social el 28 de noviembre, dijo el director de políticas e iniciativas estratégicas de la Fundación Internacional de Seattle (SIF) y miembro del Wilson Center, Eric Olson.
**Más importante que el cambio ideológico deberían ser las nuevas políticas económicas y sociales para solucionar problemas de desigualdad, pobreza y violencia, dijo el analista para América Central del International Crisis Group, Tiziano Breda.
Expediente Público
Pese a condiciones negativas como la violencia, pobreza extrema y las emergencias de los huracanes y la pandemia del Covid-19, Honduras celebró el 28 de noviembre unas elecciones generales masivas y pacíficas que, para los analistas consultados por Expediente Público, lo ubican como un referente democrático en Centroamérica.
Ello le abre la oportunidad al país centroamericano para restablecer relaciones que están congeladas con Estados Unidos.
Con el 78.75% de actas transmitidas, la participación electoral alcanzaba el 69.16%, un dato que contrasta con el 45.7% de abstención que hubo en los comicios de 2017, según el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales (NDI, por sus siglas en inglés).
“Todo el mundo, inclusive yo mismo, éramos bastante pesimistas sobre este proceso electoral, yo creo que nos dieron una nueva lección los hondureños”, dijo a Expediente Público Eric Olson, director de políticas e iniciativas estratégicas de la Fundación Internacional de Seattle (SIF) y miembro del Wilson Center.
“El hecho de que los hondureños, a pesar de todas las presiones, de toda la violencia, de todo lo que les ha pasado en los últimos años fueron a ejercer sus derechos políticos pacíficamente, nos da a todos una esperanza de que el país no está quebrado, no es un país fracasado y que hay oportunidades”, agregó Olson.
Los resultados preliminares favorecen con más del 50% a la candidata del partido de izquierda Libertad y Refundación (Libre), Xiomara Castro, quien aventaja con un 15% al presidenciable del oficialista Partido Nacional, Nasry Asfura.
Castro, ex primera dama y esposa del expresidente Manuel Zelaya, depuesto el 28 de junio de 2009 en un golpe de Estado, fue cuestionada durante la campaña política por su afinidad con los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Incluso, el presidente venezolano Nicolás Maduro y el cubano Miguel Díaz-Canel fueron de los primeros gobernantes que la felicitaron por su triunfo.
Esa cercanía más la promesa de que establecería relaciones con China continental han generado dudas y alertas sobre la política exterior del próximo gobierno y su relación con el que ha sido su principal aliado: Estados Unidos.
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Institucionalidad y lucha anticorrupción
Detrás del triunfo contundente de Castro y la masiva votación está el repudio del electorado a la figura del actual presidente Juan Orlando Hernández, quien ha estado al frente de dos gobiernos señalados por corrupción y narcotráfico.
La sombra de la extradición ha venido alargándose sobre el mandatario desde que su hermano Antonio Hernández fue llevado a juicio en octubre de 2019 en Nueva York y condenado a prisión de por vida en marzo de 2021.
Para Eric Olson el respeto a las instituciones democráticas, cuyo fortalecimiento es uno de los puntos sobre los que Estados Unidos ha dicho que espera trabajar con el nuevo gobierno, no se limita a la extradición de Hernández, sino que hay otros temas “de gran importancia” como la selección del fiscal general y la Corte Suprema de Justicia.
“Yo creo que hay interés en la extradición de personas acusadas de narcotráfico por parte de Estados Unidos, no sé si se ha solicitado específicamente la extradición de Juan Orlando Hernández y no sé si lo van a hacer”, expresó.
Pero “ver que los procesos de selección de los fiscales, de los jueces, de los magistrados son legítimos, donde se respeta la institucionalidad del sistema de justicia, de la separación de poderes… esos son los indicios más importantes y Estados Unidos los va a tomar en cuenta sin lugar a dudas”, agregó.
Otra promesa de campaña de Castro ha sido la instalación de una Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad (CICIH-2), con apoyo de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
En ese sentido, Olson aseguró que su compromiso con Honduras es apoyar ese esfuerzo para “empezar a trabajar otra vez en el combate a la corrupción que tanto daño ha hecho” y “cumplir con lo que el pueblo hondureño está demandando, un fin a la corrupción y a la impunidad en su país”.
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Reducir la migración
Uno de los efectos de la corrupción que más preocupa a Estados Unidos es la migración, que ha ido aumentando en los últimos años en Honduras.
Tiziano Breda, analista para América Central del International Crisis Group, declaró a Expediente Público que las elecciones democráticas y pacíficas del 28 de noviembre fueron “un primer paso” para restablecer algún tipo de confianza y esperanza en la población que se quería ir para Estados Unidos.
Aunque no es fácil revertir la situación económica de Honduras, abogó por solucionar en el corto plazo temas como la corrupción, alentar políticas de desarrollo local para generar empleo y un cambio en políticas de seguridad que se han centrado en acciones de mano dura, pero que no han reducido la inseguridad.
Para Olson, evitar la migración es difícil porque es un fenómeno normal y no se controla ni con un muro en la frontera, pero lo más importante que puede hacer el nuevo gobierno de Castro es darle esperanza a los hondureños que quieren quedarse en su país.
En lo que se refiere a la relación del istmo con Estados Unidos, Olson dijo que Centroamérica ya no puede ser vista como “una serie de problemas”, como la migración, “que resuenan de vez en cuando” y “entendemos que es una región de unos 40 millones de personas de importancia para Estados Unidos”, añadió.
La construcción de una nueva embajada en Honduras, a un costo inicial de 26.5 millones de dólares, “nos dice que ya se está viendo a Centroamérica como un elemento permanente de la relación de Estados Unidos con la región”.
¿Habrá nuevas relaciones comerciales?
El nuevo gobierno que tomará posesión el 27 de enero de 2022 había anunciado el establecimiento de relaciones con China continental en los primeros cien días de mandato.
La medida, finalmente, no se cumpliría, según declaraciones del futuro vicepresidente, Salvador Nasralla.
«No hay relaciones con China, las relaciones siguen con China Taiwán. Nuestro aliado comercial, nuestro aliado cercano, histórico, es Estados Unidos”, declaró a la agencia Reuters Nasralla.
Ni Castro ni Zelaya se han pronunciado al respecto.
Para Tiziano Breda, una apertura de Honduras a China “levantaría cierta sospecha en Washington”; sin embargo, indicó que ha habido cambios en la relación de Estados Unidos con la región que no tienen que ver con ideologías.
Las tensiones con los gobiernos de Guatemala, Nicaragua y El Salvador son parte de un movimiento regional con una narrativa “más beligerante” de resistencia frente a una interferencia excesiva, lo cual ha traído un reacomodo en las relaciones comerciales, dijo Breda.
“Las potencias, en particular China, tienen cierto tipo de interés en expandir su presencia en América Latina, y en Centroamérica es un logro importante”, señaló.
Solo 14 o 15 países en el mundo reconocen a Taiwán y muchos están en Centroamérica y el Caribe; no obstante, en América Latina ha habido cambios drásticos en los últimos veinte años, al grado que todo Sudamérica tiene relaciones con China comunista y en muchos casos también con Estados Unidos.
“Yo creo que es posible mantener una buena relación con ambas, no es una condición sine qua non”, opinó Breda, quien mencionó el caso de El Salvador, cuya alianza con China no fue central en el deterioro de las relaciones con Estados Unidos, sino otros elementos, entre ellos la excesiva concentración de poder del presidente Nayib Bukele.
En el caso de Honduras, para Eric Olson es posible teóricamente que el país tenga relaciones con China y Estados Unidos, “pero requiere mucho cuidado”.
El futuro para Honduras y los hondureños está más cercano a la relación con Estados Unidos que con China, dijo el directivo de la SIF, quien no ve a muchos empresarios hondureños “urgidos” por vender más cosas al país asiático y dejar afuera al norteamericano.
“El futuro económico de Honduras es fortalecer sus propias capacidades y abrir mercado en Estados Unidos, es la historia, es la relación comercial que ha existido”, sostuvo. Además, agregó que muchas empresas estadounidenses se están retirando de China “por las muchas dificultades logísticas y otro tipo de problemas que han tenido”.
Breda de su lado resalta que con las elecciones se da vida a un gobierno ampliamente reconocido, que llega a un proceso democrático no turbulento, lo que permite “crear canales de comunicación más fluidos” con Estados Unidos y con menos problemas de los que habían en los últimos años con Hernández.
Por razones obvias, recordó Olson de su parte, las relaciones “estaban bastante frías, no rotas, pero sí congeladas, entre el gobierno de (Joe) Biden y el de Juan Orlando Hernández”.
Ahora la situación en Nicaragua, Guatemala y El Salvador es “claramente contraria” a la tendencia en Honduras, cuyos resultados electorales, “no porque sea un partido de izquierda o de derecha”, dieron una buena imagen “del posible camino a la democracia” que estaba bastante golpeada, manifestó Olson.
“Es un momento de oportunidad para establecer y fortalecer los lazos entre los dos países y dar una señal de que Estados Unidos sí tiene interés en fortalecer las relaciones en Centroamérica siempre y cuando haya un compromiso con la democracia y los valores democráticos”, y el comercio con China no va a cambiar eso necesariamente, argumentó.
Olson instó al futuro gobierno a cuidar y ser “bastante sensato” en cómo maneja este optimismo y esta oportunidad porque también se le puede ir de la mano, “pero hoy por hoy Honduras, francamente para mí, es la bandera democrática de Centroamérica”.
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La ola rosada
El cambio de un gobierno de derecha a uno de izquierda en Honduras podría no ser el único en la región, dijo Tiziano Breda. Costa Rica, México, Bolivia, Panamá y Argentina son algunos de los países con gobiernos de centro-izquierda e izquierda y hay posibilidades de que se sumen Chile, Colombia y Brasil.
“Parecería que es parte de una especie de posible retorno de esta ola rosada que hubo en los primeros años del dos mil”, manifestó Brena.
No obstante, consideró que lo más importante que pueda cambiar “deberían ser las políticas económicas y sociales internas en un país donde las que se han utilizado en la última década no han logrado solucionar o mejorar sustancialmente los problemas en desigualdad, de pobreza y de violencia”.
Olson por su parte declaró que “a mí en particular no me importa si es un gobierno es de izquierda o de derecha, el compromiso tiene que ser con los valores y la gobernanza democrática”, y en ese sentido recordó que la futura presidenta de Honduras “en sus declaraciones lo ha dicho de esa forma, que se compromete con esos temas”, aunque “veremos en seis meses, un año, año y medio, si es verdad o no”.