Analistas salvadoreños e internacionales señalan el riesgo de que el Presidente millennial termine convirtiendo al país en otra Nicaragua, tras los resultados de las elecciones legislativas del 28 de febrero.
Expediente Público
La democracia salvadoreña podría evolucionar hacia un régimen autocrático similar a los que viven Honduras y Nicaragua. Ese es el temor de analistas salvadoreños e internacionales en la víspera de las elecciones legislativas y municipales en El Salvador, el próximo domingo, que podrían darle un control político casi absoluto al presidente Nayib Bukele.
Si los resultados electorales de este 28 de febrero confirman lo que las encuestas han estado pronosticando, el partido de Bukele, Nuevas Ideas y su aliado, Gran Alianza por la Unidad (GANA), podrían obtener la mayoría calificada necesaria para hacer reformas constitucionales, destituir a los magistrados de la Sala de lo Constitucional o al Fiscal General de la República.
Erick Salguero, el presidente del principal partido opositor, la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) ve el 28 de febrero como “un momento crucial para que los salvadoreños decidamos entre dos vías”.
“O escogemos la vía del diálogo y el entendimiento democrático a través de una repartición del poder o decidimos concentrar el poder en una persona, y hacer y tener un gobierno autoritario”, dice Salguero.
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Este político opositor cree que con el partido de Bukele controlando la Asamblea Legislativa, la separación y el balance de poderes estarían en riesgo.
“Realmente cuando usted mira que hay una posición sistemática del presidente de desconocimiento de la institucionalidad del Estado, llámese Fiscalía, Sala de lo Constitucional y cualquier otra cosa que tenga una visión diferente, usted ve que hay un riesgo para la democracia”, afirma Salguero en una entrevista con Expediente Público.
Subraya el presidente de ARENA que “la única forma de cuidar una democracia es respetando sus instituciones, quien no respete esas instituciones, no es una persona con vocación democrática. Ahí está el riesgo”.
Todas las encuestas pronostican una amplia mayoría para Nuevas Ideas, junto a su aliado GANA.
La última encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (Iudop), pronosticaba que Nuevas Ideas y sus aliados podrían conseguir hasta 55 de los 84 legisladores. La mayoría simple se consigue con 43 y la mayoría calificada, con 56, con esta última se pueden lograr reformas constitucionales o nombramientos y destituciones de magistrados.
Los riesgos del partido dominante
Nayib Bukele, político y empresario, asumió la Presidencia de El Salvador el 1 de junio del 2019. Al ganar las elecciones en alianza con el partido GANA, rompió con el bipartidismo de ARENA y el partido de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que habían gobernado por treinta años.
Bukele es fan de las redes sociales y al asumir el gobierno salvadoreño con 37 años de edad, en 2019, se convirtió en el presidente más joven de América Latina. Pero el comportamiento del mandatario ‘millennial’, como pretender utilizar al Ejército para doblegar a un Congreso que no controla, le suscita críticas de que se aleja de los valores democráticos.
Analistas internacionales han destacado con alarma qué pasará si Bukele obtiene los resultados que pronostican las encuestas, y su partido logra dominar el Congreso salvadoreño.
Miguel Angel Lara Otaola, especialista principal en Evaluación de la Democracia en IDEAS, cree que el partido de Bukele tendría la mayoría seguramente absoluta, incluso las dos terceras partes que se necesita para reformar la Constitución salvadoreña.
“Las ventajas de eso es que la persona que tiene el poder Ejecutivo puede más libremente implementar sus propuestas de campaña y su plataforma. El problema es que hemos visto con preocupación algunas de las actitudes que ha tenido Nayib Bukele, que ha desconocido al Tribunal Electoral enunciando que va a haber un fraude, también ha tenido enfrentamientos con la Corte Suprema y un domingo se colocó en la Asamblea con militares y con fuerzas de seguridad e irrumpió en el Parlamento. Eso es un peso simbólico muy peligroso”, señala Lara Otaola a Expediente Público.
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Para Lara Otaola, “es preocupante que solamente un partido político y una persona detente tanto poder”, porque “nuestros entramados institucionales son débiles y no necesariamente aguantan los embates o las tentaciones de poder de quien sea que llegue a la presidencia”.
El analista internacional recuerda que en la democracia, las Cortes, los tribunales y los parlamentos “no están ahí como decoración y no existen por capricho, sirven de controles al poder”.
“Porque cuando el poder se detenta en exceso y en pocas manos o en una mano, no importa que sea El Salvador o que sea Burundi, eso lleva riesgos, lleva arbitrariedades, por eso hay que tener contrapesos”, explica.
¿Rumbo al camino de Nicaragua?
Aunque Lara Otaola sostiene que “hoy por hoy no podría decir que El Salvador se dirige al mismo camino que Nicaragua o Venezuela”, que son considerados regímenes o dictaduras, advierte que “hay que poner atención porque hay un líder con este perfil carismático nacionalista y con ciertos tintes autoritarios”.
Otros analistas analizan que el camino que lleva Bukele sí es similar al del presidente Daniel Ortega en Nicaragua.
“Ambos países siguen organizándose en torno a caudillos e ideas basadas en la fuerza, en los intereses de grupo y con poca visión de país. Tanto en el caso de Daniel Ortega como el de Nayib Bukele, estos provienen de la misma dinámica arcaica, ambos pertenecieron o negociaron con los grupos políticos históricos y ambos se presentaron luego como elementos necesarios para una ruptura urgente y necesaria para –esta vez si- abordar y resolver los grandes problemas nacionales”, afirma el académico salvadoreño Roberto Burgos.
Según Burgos, todo esto sucede bajo la mirada cómplice de las élites económicas locales, la participación interesada de militares y mandos policiales, y valiéndose el Gobierno de la represión en el caso de ciudadanos en el caso de Nicaragua, o de la amenaza de esta contra los salvadoreños más indiferentes y ajenos a formar parte de la sociedad civil organizada.
Celia Medrano, reconocida defensora de derechos humanos en El Salvador y candidata a la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ve puntos en comunes en el camino autoritario que lleva El Salvador con el recorrido por Nicaragua.
“Un punto común hacia un camino autoritario que Nicaragua ya alcanzó y El Salvador estaría en ruta acelerada, es el de control sobre las Fuerzas Armadas y (la) consolidación de una fuerza policial al servicio de una figura autocrática. En ambos países este ha sido un factor fundamental ante el cual quedan impotentes los otros órganos del Estado. Esta fuerza se ejerce con finalidades políticas y se utiliza para coaccionar y reprimir a sectores críticos y opositores”, advierte Medrano, en declaraciones a Expediente Público.
La defensora de derechos humanos ve otra coincidencia de los presidentes de El Salvador y Nicaragua, de corte populista, que “es el ataque frontal a la prensa independiente, a opiniones fundamentadas desde la academia y la ciencia, al cierre de espacios para el ejercicio de libertad de expresión y opinión dando paso a la divulgación masiva únicamente de la versión oficial de los hechos”.
“El rodearse en el ejercicio del poder únicamente por actores leales e incondicionales es también un perfil común tanto en Bukele como Ortega, incluyendo el rol que dan a sus respectivas esposas y familiares”, subraya Medrano.
En ese sentido, Ericka Guevara Rosas, directora para América Latina de Amnistía Internacional coincidía en sus recelos sobre El Salvador.
“Es muy preocupante efectivamente que el presidente Nayib Bukele continúe con una narrativa divisoria, con una narrativa de ataques a cualquier persona que le critique, incluso que le critique constructivamente, y prefiere perseguir al mensajero y no perseguir las razones que son las causas de raíz que han generado la situación que enfrenta El Salvador”, dijo Guevara Rosas.
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Apoyo popular, poder militar
El poder de Bukele parece descansar en una elevada popularidad, el protagonismo y respaldo excesivo de los militares -algo nunca visto desde el fin de la guerra civil salvadoreña en 1992-, y una oposición disminuida y desprestigiada por el papel de los expresidentes Antonio Saca (ARENA) y Mauricio Funes (FMLN), el primero condenado y encarcelado por corrupción y el segundo procesado también por corrupción, pero refugiado en Nicaragua bajo la protección de Daniel Ortega.
La última encuesta de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), daba un 66.7 % (de escala de 100) de confianza a la labor del presidente Bukele, y una nota de 8.37 de calificación (de una medición de diez) de su desempeño.
“Nuevas Ideas es la primera fuerza política del país y en eso no hay discusión. Todas las mediciones serias indican que seremos mayoría en la Asamblea Legislativa. Estamos hablando de unos 55 diputados, el pronóstico que se tiene”, dijo el miércoles 24 de febrero en su cierre de campaña Ernesto Castro, el candidato número 1 del listado del partido gobernante.
Castro es cercano a Bukele y su más probable candidato a ser el próximo presidente de la Asamblea Legislativa.
Para el académico Roberto Burgos, con Bukele “estamos ante un personaje público cuyo poder lo hace descansar básicamente en el manejo de su imagen personal, de la que irradian varias líneas de poder basadas en el parentesco, la amistad y la pertenencia a su gabinete de gobierno”.
“Estos son los tres tentáculos que a un nivel más íntimo o cercano le permiten hasta el día de hoy actuar con bastante impunidad de acuerdo con su interés de mantenerse en el poder la mayor cantidad de tiempo posible, ajeno e inmune desde su percepción, a cualquier control político, constitucional o internacional que pretenda limitarlo”, explica Burgos.
Bukele llegó a la presidencia con el 53.10 % de votos válidos, pero solo con el 27 % del padrón electoral. El mandatario alega contar con un apoyo multitudinario gracias a encuestas que muestran una popularidad inédita. Los expresidentes Saca y Funes en su momento también tuvieron elevados índices de popularidad, aunque no llegaron a lo que los sondeos reflejan de Bukele.
Celia Medrano, cree que ese respaldo popular es real. “Podría discutirse que tan alto es en porcentaje, tomando en cuenta las votaciones que lo confirmaron como presidente en 2019, pero sería necio pretender afirmar que Bukele no cuenta con un alto apoyo popular. Eso debe respetarse desde cualquier actor político o crítico”, advierte la defensora de derechos humanos.
Lo que Medrano subraya es que el presidente salvadoreño, al igual que sus predecesores, “se desgastará en la gestión gubernamental al irse evidenciando actos de corrupción, nepotismo, falacias, mentiras y se la crisis económica sea inocultable y sea sentido en la cotidianidad de la población que ha dado ese apoyo”.
“Por eso hay prisa (de Bukele) por acelerar cambios drásticos en las reglas del juego, cambios en normas constitucionales, mayoría en la Asamblea Legislativa y desde el poder Legislativo garantizar incondicionalidades y alianzas, de tal manera que al darse el desgaste el control sea tal que ya no sea relevante no ser un gobierno de aceptación popular”, advierte.
Tanto Burgos como Medrano señalan el elevado protagonismo de los militares en apoyar a Bukele, como pieza importante en el rumbo político e institucional en El Salvador.
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El apoyo de la Fuerza Armada es clave en un país militarista como el nuestro, debe tenerse en cuenta que por primera vez en la posguerra. De alguna forma, debe aceptarse que un presidente con vocación autoritaria, en complicidad con los altos mandos militares y tras lo vivido en el último año, nos ha hecho retroceder como país, institucionalmente y políticamente, a la realidad de los años 70 que creíamos superada”, advierte Burgos.
En este tema, Medrano ve la situación “similar a Nicaragua, sostenido principalmente por la fuerza militar/policial y poca acción contundente desde actores internacionales que pudieran ejercer presión real”.
Erika Guevara Rosas, de Amnistía Internacional, también encuentra riesgos en la militarización de El Salvador y el resto de la región.
“Han militarizado la respuesta de los graves y complejos problemas sociales que se avistan en los países en Centroamérica, y en este caso de El Salvador pues continúa siendo una constante las violaciones a los derechos humanos el nombre de las políticas de seguridad o de las políticas sanitarias pues siguen convirtiéndose en la norma y no en la excepción”, señala Guevara Rosas.
Oposición sin apoyo
En medio de la popularidad de Bukele, los partidos tradicionales, la derechista ARENA y el izquierdista FMLN, así como otros más pequeños como la Democracia Cristiana o Concertación Nacional (el partido histórico de las dictaduras militares) han caído sustancialmente en apoyo popular.
Los escándalos de corrupción de Antonio Saca y Mauricio Funes han golpeado fuertemente a ARENA y el FMLN respectivamente, los partidos que gobernaron El Salvador desde el fin del conflicto armado en 1992. Algunos de los diputados de ambos partidos también han recibido señalamientos de corrupción o de pactos con pandillas en periodos electorales.
Una encuesta del Iudop, a inicios de febrero, señalaba que menos del 3% de los salvadoreños percibía a cada uno de estos partidos con “confianza”.
La misma encuesta daba una preferencia a Nuevas Ideas de 43.5 % de intención de voto para las elecciones legislativas. ARENA solo obtenía un 10.7 % en el mismo sondeo y el FMLN un 5.1 %.
“La gente se cansó de las mentiras de ARENA y FMLN por 30 años. Por ejemplo, ARENA es un partido secuestrado por grupos económicos y de poder y el FMLN lo maneja un grupito que dejó de lado sus ideales”, explica Guillermo Gallegos, diputado de la oficialista GANA, un partido aliado de Bukele.
“El país vive uno de los momentos más trascendentales por haber impedido que tanto ARENA como FMLN hayan llegado de nuevo al poder, y creo que fue lo mejor que le pudo pasar al país y lo que he vivido en el terreno es la efervescencia del apoyo al presidente que es muy grande”, enfatiza Gallegos.
Sin embargo, el sistema de elección de diputados El Salvador tiene una compleja fórmula matemática de cocientes y residuos por departamento, que permite la representatividad de las minorías y el número de diputados no es absoluto en relación al porcentaje de las encuestas o de la votación.
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Eso ha hecho a algunos analistas prever que conseguir la mayoría calificada -56 votos- en la Asamblea Legislativa será muy difícil para Bukele y sus aliados, mientras el oficialismo insiste en la narrativa que, de no conseguirlo, será porque hubo fraude en las elecciones del domingo.
El presidente Nayib Bukele llama a los partidos tradicionales “los mismos de siempre”, y el lema de campaña es “El 28F van para afuera”.
“¿Qué han hecho el FMLN y ARENA por el país en estos 30 años? Nada, solo robarle al pueblo. La mejor propuesta que pueden tener ahorita es hacerse a un lado y permitir que ocurran los cambios reales que necesitan los salvadoreños”, decía esta semana Ernesto Castro, el probable próximo presidente de la Asamblea Legislativa.