Las siglas FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), han marcado con plomo y sangre a la familia Rugama-Rizo, en el municipio La Trinidad, de Estelí, al norte de Nicaragua. Jorge Rugama Rizo fue asesinado por gritar “viva Nicaragua libre” el 19 de julio de 2020, frente a una caravana sandinista. En 1979 guerrilleros sandinistas obligaron a su padre, Reynaldo Rugama Tinoco a cavar la fosa donde luego lo enterrarían junto a otros fusilados. Años después a su hermano Sergio Rugama Rizo lo mandaron a morir trágicamente en la sangrienta guerra civil de la década de los 80.
Una enorme perra siberiana sale al encuentro de esta entrevista, moviendo la cola vigorosamente desde el interior de una humilde casa de ladrillos de barro, ubicada en el municipio de La Trinidad, departamento de Estelí, a 124.6 kilómetros de la capital Managua.
Se llama Maya y era la mascota de Jorge Luis Rugama Rizo, asesinado por un militante sandinista en la vía pública el 19 de julio de 2020. Maya también sintió la ausencia porque hasta llegaba a dormir sobre la cama vacía de su amo, acurrucándose en la almohada.
Jorge, de 44 años, era el hijo menor de doña Luisa Rizo Laguna, de 73 años. Su hijo mayor y su esposo también fueron víctimas de los sandinistas en los años 80. La casa de esta anciana ahora luce desolada. Unos enormes retratos adornan las paredes. La imagen de un hombre delgado, con barba en el mentón sobresale en el centro de la sala. “Ese era Jorge”, señala.
Jorge Luis fue asesinado de un balazo tras gritar frente a una caravana progobierno “Viva Nicaragua Libre”, el 19 de julio de 2020. El autor fue el sandinista Abner Onell Pineda Castellón, entonces trabajador de la Alcaldía de Estelí. “Me mataron a mi hijo, el único que tenía”, solloza, su madre Luisa Rizo Laguna.
El 19 de noviembre de 2020, Abner Pineda fue puesto en libertad por el juez sandinista Erick Ramón Laguna Averruz, mismo que liberó a los policías y paramilitares que mataron a tres campesinos opositores en la comunidad de El Carrizo, del departamento de Madriz, el 8 de noviembre de 2011, tras la reelección de Daniel Ortega en unos comicios considerados fraudulentos por la oposición política.
El 19 de noviembre, el juez Laguna Averruz emitió un fallo de culpabilidad contra Pineda por “homicidio imprudente”. Sin embargo, en la misma sentencia le otorga al autor del hecho criminal un año de prisión y a la vez lo absuelve de la condena apelando a un estado de “pena natural” del autor del crimen, que es una de ocho atenuantes establecidas en el Código Penal que permiten al acusado exculparlo del delito cometido.
Según el juez, el pistolero sufría “trauma sicológico” por las protestas sociales de 2018
Las desgracias de doña Luisa
La señora Rizo quedó viuda después del triunfo de la revolución sandinista en 1979, cuando un agente sandinista llamado Dagoberto Molina llamó a su esposo Reynaldo Rugama Tinoco, para abrir una zanja supuestamente para reparar unas tuberías.
Con ese cuento lo sacaron, yo en cuanto se lo llevaron, yo le dije al chavalo mayor, dígale a su abuelita que se llevaron a su papa, los militares», recuerda Luisa.
Lo cierto es que el mismo hoyo que abrió Reynaldo fue la fosa donde lo encontraron enterrado, días después. Fue una masacre. “Allí en el hoyo había 7 personas, 5 de la Trinidad y 2 de San Isidro”, asegura Luisa.
Han pasado 41 años y nunca se esclarecieron esos crímenes. Luisa explica que su marido nunca fue armado, pero siempre votaba por partidos liberales.
Cuando don Reynaldo, murió Jorge Rugama solo tenía 3 años y su hermano mayor Sergio tenía 11.
Sergio, el hijo mayor de Luisa a los 19 años, ya era un candidato para cumplir el servicio militar obligatorio, por lo que los agentes del ejército sandinista lo perseguían.
Él durmió dos años fuera de la casa, evitando que no se lo llevaran, pero tanto era el acoso, que a él no lo dejaban dormir, ni salir a divertirse, él ya cansado dijo: ’mama yo me voy a presentar”, explica Luisa.
Sergio solo duró tres meses en la guerra. Un día que llevaban una provisión a los campamentos militares, el camión en donde viajaba se volcó dejando caer un barril de aceite de cocina sobre la cabeza de Sergio, falleciendo instantáneamente.
Doña Luisa dice que, desde ese momento, sus días se volvieron más tristes que nunca.
“Dios me ha ayudado, pero por otra parte yo digo que me ha desamparado –largo silencio-. Él tiene un mejor plan que una, pero desgraciadamente mi tuerce (desgracia) fue esa, mis tres familiares murieron en manos de otras personas, no porque Dios se los haya llevado”.
Ese mismo dolor también acompañó a Jorge Luis, al que apodaban El Nacatamal, a quien no le gustaba el partido Frente Sandinista porque recordaba la pérdida de su padre y hermano.
La tarde de la tragedia
En La Trinidad Jorge era conocido por su alcoholismo. El día que lo mataron era alrededor de las 5:30 de la tarde, cuando salió a comprar licor a una pulpería.
Unos minutos antes la caravana de sandinistas que celebraban la caída de la dictadura de la familia Somoza en 1979 ya había terminado su desfile por toda la ciudad. Sin embargo, el sandinista Abner Onell, junto a otros manifestantes se regresaron al Barrio Nuevo, donde vivía Jorge Rugama.
Según el vecino Francisco Vallecillo, Abner y sus acompañantes se detuvieron en el barrio a poner música sandinista a todo volumen, a agitar un bandera roja y negra e insultar a los vecinos que no salían de sus casas.
“Como ellos sabían que a mi chavalo no le gustaba que le tocaran el tema (oír hablar del FSLN), como el papa había muerto, el hermano muerto, empezaron a insultarlo, mi hijo en la calle les gritaba: ‘Viva Nicaragua libre’”, contó Luisa.
Tras gritar esa frase, los acompañantes de Abner se acercaron a Jorge Rugama, que estaba frente a su casa.
“Cuando ellos venían sobre él, mi hijo se agachó a agarrar una piedra, en su cuenta para defenderse, porque mi hijo no tenía armas, el tiró la piedra, que no le cayó a nadie, quedó debajo de un busito”, asegura la madre. Mientras tanto, Luisa y un vecino intentaban controlar a Jorge y meterlo a su casa.
En ese momento, “un chavalo que se llama Cadiel (compañero de Pineda), vino con una bandera rojinegra cerca de la casa y le dijo: “a ver hijo de puta”; (Jorge) le dijo: “no me trates así, porque yo a tu mama toda la vida la he respetado”, narró Luisa
No habían pasado ni tres minutos de este intercambio de palabras cuando “Abner se bajó de la camioneta y vino donde estaba él (Jorge), y le dijo yo si te voy a matar y él (Abner) le puso la mano en el cuello, y le puso la pistola a mi hijo”.
Según los peritos policiales, el arma que uso Abner era una Springfield calibre 45.
“Yo estaba presente allí, cerquita con él luchando para que no se fuera a comprometer, cuando miré no sentí el tiro, yo solo miré que mi hijo se desplomó, se fue desplomando poquito a poco y cayó embrocado”, resiente Luisa
Francisco Vallecillo, un vecino que estaba presente, cuenta que Pineda después de matar a Jorge se fue a sentar en una acera al lado de la casa de la víctima, así estuvo unos minutos antes que llegara la Policía a “capturarlo”.
Según el expediente judicial: 002886-ORS3-2020-PN, fue el propio Abner que llamó a la Policía, pero los vecinos aseguran que no, que fueron ellos mismos quienes atraparon a Pineda.
“Yo salí pidiendo auxilio creyendo que todavía mi hijo estaba vivo, el vecino pidió que me regresara, pero ya estaba fallecido”, relata Luisa.
Todo el barrio fue testigo
“Ellos nunca habían entrado en este barrio, el recorrido de ellos era por el parque. Volvieron a aparecer, ¿para qué?”, lamenta Luisa.
“Allí estuvo sentado ese hombre (Abner) y pedía que le hiciéramos algo, pero nosotros no somos de esas personas, si le hubiésemos hecho algo a ese hombre, nosotros seríamos las víctimas en las cárceles”, expresa Vallecillo.
Luisa comenta que hasta un niño pequeño del vecindario vio todo lo ocurrido, que incluso hace con sus manos la señas de cómo fue asesinado Jorge Rugama.
“Duele que le hayan quitado la vida de esa manera”, solloza el vecino de Jorge, Francisco Vallecillo.
Eran conocidos
La Trinidad es una ciudad pequeña, por lo que es común que muchos lugareños se conozcan o tengan referencias entre sí. Pero Jorge y Abner no eran amigos, ni enemigos.
Abner es ingeniero civil y trabajaba en la Alcaldía de la ciudad de Estelí, cabecera del departamento de Estelí. Muy poco se cruzaba por el pueblo, comenta doña Luisa
Doña Luisa, antes de este suceso, no sabía cómo se llamaba el victimario de su hijo, pero lo miraba en una farmacia de su familia porque siempre ella les llegaba a comprar. La hija de Rugama también tenía amistad con parientes de Pineda.
Sin embargo, según Vallecillo, Jorge era conocido tomador de licor en la ciudad de la Trinidad.
Ante todo, un ser humano
“Allí me lo llevaba a trabajar cuando tenía disposición”, relata Vallecillo, constructor que conoció desde pequeño a Jorge y a toda su familia.
“Para ellos está bueno que lo hayan matado, porque era un basuquerito (alcohólico crónico), pero es un humano y hay que tenerle amor y consideración a esa gente”.
Jorge era padre de dos jóvenes de 20 y 24 años. Logró bachillerarse y fue ayudante en una panadería familiar, pero a los 19 años empezó a tomar licor.
No fue autoconvocado
Jorge Rugama no participó en los tranques, se limitaba a observar. Su madre dice: “nunca puso una piedra, nunca la quitó”.
Cuando Jorge estaba borracho le decía: “Mama, de que se va tu presidente, se va… pero uno nunca sabe lo que le va llegar”, lamenta Luisa.
El vecino Francisco Vallecillo comenta que después de los tranques, como Jorge anduvo por la zona donde estaban, lo secuestraron por varios días y la familia lo encontró golpeado en un barrio de la ciudad de la Trinidad, lejos de su casa.
Secuelas del crimen impune
El asesinato de Rugama tuvo un impacto fuerte en La Trinidad.
El 20 de julio, la casa de unos familiares de Rugama se incendió mientras ellos asistían a los funerales de Jorge. Los dueños de la vivienda, que no estaban presentes en el momento de los hechos, consideran que pudo ser un hecho intencional.
Luis Enrique Dávila Rizo, triniteño fue encarcelado por la denuncia del ciudadano Jesús Cardoza ante la Policía porque en estado de ebriedad causó daños a su motocicleta.
Familiares de Luis Enrique dicen que una de las razones por las que pudo ser encarcelado fue porque retó a los policías cuando les dijo: “Mátenme, como mataron al Nacatamal”.
Luis Enrique fue detenido un 27 de julio de 2020, dos días después apareció en Managua en el Hospital Antonio Lenín Fonseca, en estado de coma debido a traumas craneoencefálicos (golpes en la cabeza) ocurridos en la prisión.
La Policía les explicó a los familiares que Luis Enrique se había caído de un camarote y por ello se había lesionado la cabeza.
Finalmente, Dávila falleció el 26 de agosto de 2020. Según el medio Onda Local fue conectado a un ventilador y permaneció en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Desarrolló una neumonía por efecto de la ventilación y presentó desnutrición severa.
Las protestas de 2018
En el municipio de la Trinidad, el 30 de mayo de 2018, según la Policía Nacional, murieron 5 personas y más de 20 personas resultaron heridas cuando una caravana de sandinistas iba a Managua a unirse a las contramarchas organizadas por el gobierno de Ortega, contra los movimientos de opositores o autoconvocados. Los manifestantes en los tranques no los dejaron pasar, produciéndose un intercambio de disparos entre los presentes.
El 3 de julio de 2018, decenas de patrullas y vehículos llenos de paramilitares y policías fuertemente armados desarticularon, bajo una lluvia de balas, el tranque de La Trinidad, dejando un muerto, siete heridos y decenas de pobladores huyendo hacia las montañas y el exilio.
Vallecillo comenta que después de ese suceso el clima en el municipio es bastante tenso, ante tanta represión y violencia no se sabe cuándo el pueblo puede despertase nuevamente.
El municipio de La Trinidad fue dirigido por alcaldes liberales desde 1990 hasta 2013 y nuevamente en 2017 ganó las elecciones municipales Bismark Antonio Rayo Gámez del Partido Liberal Constitucionalista (PLC).