*Carta de renuncia del abogado estadounidense Paul Reichler, como asesor legal de Ortega, expone una visión sesgada de Ortega como “héroe revolucionario”.
**Un historiador y un escritor desnudan la imagen errada de Ortega que los sandinistas le vendieron al mundo en los años ochenta y que aun persistía en algunos despistados.
***Expediente Público verifica: Ortega nunca fue un héroe, ni un luchador por la paz ni líder civilizado, sino, todo lo contrario.
Expediente Público
La falsa imagen de “héroe” que la revolución sandinista le inventó a Daniel Ortega en los ochenta y que muchos europeos creían, se desvaneció desde 2018. Así lo devela la carta de renuncia, como asesor legal, de Paul Reichler, el pasado 2 de marzo. Un análisis de la misma revela que la visión del jurista estadounidense está llena de inexactitudes, hechos falsos y apreciaciones erradas sobre la verdadera naturaleza de Ortega.
Expediente Público analizó la carta de Reichler y la sometió a consulta con un periodista-escritor y con un historiador, quienes constatan que la imagen del abogado estadounidense sobre el dictador nicaragüense está romantizada y llena de inexactitudes históricas, que ubican a Ortega liderando la toma de decisiones claves en la historia de Nicaragua de los años 80.
La carta de Reichler fue enviada a Ortega el 2 de marzo y hecha pública el 27 de marzo en el sitio web de Confidencial.
Reichler reseña sus años de servicio como asesor jurídico para Nicaragua desde 1984 hasta 1990 y de 2007 a 2022.
En ese tiempo asesoró a Nicaragua en los juicios internacionales ante la Corte Internacional de Justicia interpuestos contra Estados Unidos en 1984 por la guerra impulsada contra los sandinistas, y posteriormente en los casos contra Colombia, Costa Rica y Honduras por problemas limítrofes.
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Primeras inexactitudes de Reichler
En resumen, el abogado renuncia a trabajar como asesor de Nicaragua y rompe su relación personal con Ortega al considerar que el caudillo sandinista ha cambiado.
“No sé qué le hizo cambiar, pero usted ya no es el Daniel Ortega a quien tanto respeté, admiré, quise y serví con orgullo durante tantos años”, le dice Reichler al exguerrillero, quien gobernó como presidente de 1984 a 1990 y desde 2007 a la fecha.
En su renuncia, el abogado relata que Ortega lo invitó a ser parte del equipo de abogados para demandar a Estados Unidos ante La Haya en 1984, gracias a la relación compartida por ambos con el canciller nicaragüense de entonces, Miguel D’Escoto Brockman.
En ese entonces Estados Unidos financió y apoyó a las guerrillas Contra, integradas por exmiembros de la Guardia Nacional de Somoza y campesinos perseguidos por las políticas comunistas y las fuerzas armadas de los sandinistas.
Nicaragua decidió demandarlos y le ganó el juicio en 1986, pero aquí Reichler omite las circunstancias políticos-sociales que llevó a miles de hombres a alzarse en armas contra los sandinistas.
“Nicaragua podría haber escogido otras armas para defenderse de los Estados Unidos. En cambio, bajo su liderazgo, escogió la ley. No combatió agresión con agresión, ni terror con terror; siguió el camino de la paz sobre la base de principios al buscar una solución judicial a través de la Corte Internacional”, dice Reichler.
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Crímenes de sandinistas en los años ochenta
Expediente Público consultó a un historiador nicaragüense quien, desde el exilio y bajo condición de anonimato para evitar represalias contra su familia, rechaza la visión sesgada del exabogado de Ortega y señala dos errores en esta apreciación.
“Es falso. Nicaragua sí escogió armas, bando y estrategia político-militar para combatir a Estados Unidos. En principio, el país fue alineado militar y políticamente a la Unión Soviética y el bloque de países no alineados, que dieron armas, asistencia militar, capacitación bélica y recursos a Nicaragua para enfrentar a Estados Unidos”, dice el historiador.
Además, recuerda que desde 1983 Nicaragua aprobó la ley de Servicio Militar Obligatorio para jóvenes mayores de 17 años para combatir a la resistencia campesina y hasta para enviar armas y apoyo a las guerrillas de El Salvador.
“Es falso decir que Nicaragua no combatió el terror con terror. Los sandinistas fueron denunciados por masacres, asesinatos y crímenes de lesa humanidad contra sectores sociales nicaragüense y hay evidencias legales de ello en la Comisión Internacional de Derechos Humanos de la OEA de la época”, señala el investigador.
Recuerda, por ejemplo, que Nicaragua fue señalada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por la ejecución de opositores y exmilitares en la cárcel La Pólvora, en Granada, entre 1979 y 1980.
Menciona, además, otros casos de violencia militar contra la población nicaragüense por parte de los sandinistas, como la masacre de misquitos en la zona del río Coco en 1981, conocida como Operación Navidad Roja, verificada y cuestionada por la CIDH.
Y señala que Reichler se hace de la vista gorda con el caso del atentado terrorista contra Edén Pastora en La Penca, Costa Rica, en 1984, donde fueron asesinados tres periodistas y heridos más de 15, en una operación militar del Frente Sandinista contra las guerrillas de la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE).
Este caso fue denunciado por Costa Rica y una organización de periodistas interpuso la denuncia ante la CIDH muchos años después.
El falso liderazgo de Ortega
Otro aspecto señalado como “equivocado” por el historiador, es que el jurista ubica a Ortega en una posición de liderazgo que en realidad no tenía, al decir: “En cambio, bajo su liderazgo, escogió la ley”.
“En enero de 1984 Ortega no era ni siquiera presidente, era coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Hubo elecciones amañadas en noviembre de ese año y Ortega asume como presidente a partir de 1985 hasta 1990, de modo que representaba un liderazgo representativo a como lo hace ver el abogado”, señala.
El historiador recuerda que en los años 80 Ortega era una figura protocolaria, que el liderazgo sandinista estaba fragmentado entre varias figuras y que la más poderosa de ellas era Humberto Ortega como jefe del Ejército Popular Sandinista.
“De modo que ahí falta a la verdad Reichler: Ortega no representaba liderazgo alguno y quien ejercía mayor influencia a nivel internacional era Sergio Ramírez Mercado, el vicepresidente, quien ya era una figura reconocida internacionalmente por su valor literario”, dijo.
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Otro fallo señalado en la apreciación romantizada de Reichler hacia Ortega, se da en la reseña sobre los acuerdos de paz firmados en Sapoá, Rivas, en marzo de 1988, entre las autoridades sandinistas de Nicaragua y la Resistencia Nicaragüense.
“Recuerdo vívidamente la noche anterior a la firma del Acuerdo de Sapoá. Usted estaba reunido con el equipo negociador de Nicaragua, encabezado por Humberto (Ortega), en una casa de seguridad en San Juan del Sur. Un acuerdo favorable con los Contras estaba al alcance, pero el Gobierno debía hacer ciertas concesiones, o las conversaciones fracasarían. La decisión sería trascendental. Se alcanzaría la paz o continuaría la guerra, dependiendo de su elección. Usted eligió la paz, y al día siguiente se firmó el histórico acuerdo”, dice Reichler.
Según el periodista Fabián Medina, autor del libro biográfico sobre Daniel Ortega, “El preso 198”, Ortega no tomaba decisiones por sí mismo sino en conjunto a los nueve comandantes de la revolución sandinista y las instituciones vinculadas: “Las grandes decisiones eran colegiadas”.
En efecto, según el historiador, los acuerdos de paz se firmaron en marzo de 1988 después que el gobierno lanzó una ofensiva militar de gran envergadura llamada Operación Danto 88 y tras haber apresado a decenas de líderes opositores que clamaban por elecciones libres y democracia.
La firma de ese acuerdo de paz en efecto llevó a establecer un proceso electoral en febrero de 1990, pero no por decisión de Ortega, sino por presiones internacionales de los países del bloque soviético que empezaba a desgranarse, por la presión internacional de Estados Unidos y por las acciones militares de la Contra.
Al contrario, Ortega ofreció guillotina o paredón a los negociadores de la resistencia sino aceptaban las condiciones de rendición de los sandinistas.
“La firma de los acuerdos de paz de Sapoá no fue una concesión de Ortega, fue de toda la nomenclatura sandinista que ya buscaba una salida a la guerra que destruyó a Nicaragua desde 1979 hasta 1990. De haber estado en manos de Ortega, la guerra habría seguido”, dice el historiador.
¿Ortega un héroe valiente, noble y desinteresado?
Otro aspecto que los estudiosos de la vida de Ortega señalan como “falacia” es la perspectiva positiva que Reichler concibe del dictador nicaragüense.
“Ese Daniel Ortega fue un verdadero héroe, que con valentía, nobleza y desinterés sirvió a su país y a su pueblo, gobernando sabia y generosamente en su mejor interés y, en el proceso, cambiando a Nicaragua para bien”, dice en su carta Reichler.
“Parece que este señor abogado se durmió en 1990 y se despertó en 2018. No supo, o no sabe o está omitiendo, todo lo que Ortega desestabilizó al salir del poder en 1990 y aplicar su política destructiva de ‘gobernar desde abajo’”, dice el investigador.
“Daniel Ortega no fue un héroe militar porque como guerrillero no tuvo ninguna acción beligerante o destacable como otros”, dice el investigador.
“¿Valentía, nobleza y desinterés? No. Es falso. El FSLN, bajo control de Ortega, ejecutó asonadas; boicoteó el desarrollo económico del país; chantajeaba a los gobiernos democráticos mientras incendiaba buses y paralizaba ciudades; sicarios suyos asesinaron a miembros rebeldes de su partido, como a Carlos Guadamuz y ni hablar de la pesada deuda económica que dejaron al país, de cientos de millones de dólares tras el robo de propiedades y bienes estatales en 1990 con la llamada Piñata”, dice uno de los investigadores.
Según el historiador, en lo que sí podría considerarse como información cierta, son las acusaciones contra Ortega a partir de 2018: “Ahí no hay información que el mundo civilizado desconozca desde abril de 2018. Todo el mundo sabe que Ortega es un dictador”.