*Tras la vertiginosa etapa de sangre del 2018, derrumbamiento económico, represión y furia sandinista, el régimen llamó a sus antiguos socios, los empresarios, a retomar el modelo de diálogo.
**Ante un primer silencio de los empresarios, Ortega terminó de destrozar a sus viejos aliados con cárcel, multas, amenazas e impuestos y vuelve, de nuevo, a blandir su espada invocando “diálogo y consenso». Tuvo efecto ya que el Cosep aceptó del diálogo como el «único instrumento para que los nicaragüenses encontremos el camino hacia la reunificación de la familia».
Expediente Público
El 11 de enero de 2021, Daniel Ortega lanzó lo que fue interpretado como una señal de reconciliación con sus antiguos aliados: los empresarios. Ese día, ante un auditorio de jóvenes perfectamente uniformados con camisetas y pañoletas al cuello, Ortega declamó poemas de Rubén Darío, realizó su tradicional recorrido por la historia, de William Walker a Somoza, denostó contra el imperialismo norteamericano, repasó de nuevo los programas sociales de su gobierno, y ya casi al final, hizo un guiño implícito al empresariado.
“Tenemos que unirnos todas las familias nicaragüenses, para en un nuevo capítulo, en una nueva etapa de esta revolución, de esta revolución de la reconciliación, del entendimiento, y de la paz, logremos construir en las nuevas condiciones la gran alianza, la gran unidad que logramos construir en esa primera etapa hasta el año 2016, y que se derrumbó esa gran alianza, porque el objetivo de nuestro enemigo era derrumbar a Nicaragua, apoderarse de Nicaragua”, dijo Ortega.
Y añadió: “Ahora se trata de ir trabajando para que después de las elecciones de este año, las elecciones generales, se pueda instalar un gran acuerdo nacional, un gran diálogo nacional. ¿Para qué? Para que lo que quedó aprobado en la Constitución vuelva a caminar, tomando en cuenta las nuevas circunstancias lógicamente”.
La alianza se selló en la Constitución
Ortega se refería a la reforma constitucional publicada el 10 de febrero de 2014, Ley 854, Ley de Reforma Parcial a la Constitución Política de Nicaragua, donde, entre otras cosas, se oficializa la relación que mantenían empresarios y gobierno. El artículo 98 constitucional ahora establece “un modelo de alianza del Gobierno con el sector empresarial pequeño, mediano y grande y los trabajadores bajo el diálogo permanente en la búsqueda de consensos”.
Las reformas de la ley eran un caramelo envenenado porque al tiempo que Ortega otorgaba a los empresarios privilegios constitucionales, también los volvía cómplices de un gran salto en su modelo autoritario.
En la misma reforma eliminaba la prohibición a la reelección presidencial y la segunda vuelta electoral que se habían convertido en un muro en sus pretensiones dictatoriales.
El artículo 146 de estas reformas establece que el presidente será elegido en una sola vuelta por mayoría relativa de votos, y el artículo 147 no contempla ningún límite a la reelección presidencial.
Élites en América Latina
El profesor Eric Hershberg, de American University, en Washington DC, dijo a Expediente Público que hay un patrón de comportamiento similar al de Nicaragua en muchos países de América Latina.
“Estos grupos apuestan a poder compartir las rentas que ese gobierno extrae de la sociedad, y si ese gobierno comparte esos recursos con ellos están conformes con ese proyecto político. El gran peligro es que llega un momento en que ese gobierno ya no comparte con ellos y opta por reprimirlos”, dice, aunque aclara que no conoce suficiente del caso en Nicaragua para referirse particularmente a él.
“No es algo inédito en la historia”, dice el académico. Recuerda que Carlos Marx, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, describe cómo la burguesía francesa de mediados del Siglo XIX se alió con un liderazgo violento y autoritario “solo para despertarse un día y darse cuenta que contra ellos iba también”.
“El elemento común, especialmente pronunciado en el caso centroamericano, y que se nota en otras partes de América Latina, es que hay una élite empresarial que suele prosperar a base de sus lazos con actores políticos que les protegen y que les permiten acumular rentas a base de sus lazos políticos, de sus conexiones políticas, en vez de a base de su capacidad, eficiencia e innovación en las actividades económicas, y eso implica la posibilidad de alianzas con gobiernos autoritarios, a la vez que implica una falta de desarrollo económico para el país. Son elites que extraen, no son élites que invierten e innovan”, añade Hershberg también director del Centro de Estudios latinos y Latinoamericanos y de gobierno de esa Universidad.
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Represalias salvajes
Sin embargo, una reconciliación para recuperar ese modelo corporativista lucía muy improbable a las alturas de enero del 2021. Desde abril de 2018, los empresarios que acompañaron a Ortega durante diez años en la construcción de su modelo autoritario, rompieron la relación. Dejaron de asistir a las reuniones que les convocó, renunciaron a todas las comisiones gubernamentales en que participaban y pasaron a formar parte de la oposición activa al régimen.
A José Adán Aguerri, el presidente del Cosep, se le dejó de ver como el “super ministro” que en la práctica era y apareció haciendo filas en la organización opositora Alianza Cívica, que se formó, a iniciativa de la Iglesia católica, como contraparte del régimen para negociar una salida a la crisis que ese año dejó más de 355 personas asesinadas, unos 2,000 heridos, cerca de 1,500 presos políticos y más cien mil nicaragüenses en el exilio.
Luciano García, director de la organización Hagamos Democracia, en entrevista con Expediente Público considera que los empresarios abandonaron a Daniel Ortega cuando este decidió asesinar a opositores para contener las protestas contra su régimen que se expandían por toda Nicaragua.
“La línea de los asesinatos que tomó Ortega hizo echar pie atrás a los empresarios. Deciden no cruzar con Ortega a ese plano. Ahí comienza el distanciamiento. Por eso es el odio que tiene Ortega contra ellos. Los ve como traidores”, dice.
Sin embargo, ante la imposibilidad de restablecer la relación “por las buenas”, Ortega decidió buscar una solución “por las malas”, ya sea, obligando a los empresarios a “meterse de nuevo en la cama” o buscándose un nuevo empresariado capaz de sostener una relación con su régimen en las condiciones que Ortega establezca.
Un primer intento sucedió en octubre de 2019, cuando se anunció la creación de un colectivo empresarial denominado Asociación de Promoción al Desarrollo y Sostenibilidad (APRODESNI) que se presentó como una alternativa al Cosep. La organización supuestamente estaba integrada por 360 empresarios, agremiados en siete cámaras. Su presidente era Leonardo Zacarías Corea Torres y su vicepresidente, un controversial comerciante de pollos del popular Mercado Oriental en Managua, Juan Caldera.
“Lo que veo es que el Gobierno está desesperado, tratando de crear mecanismos que le hagan ejecutar un diálogo donde incluya solo a su gente y engañar diciendo que está resolviendo los problemas económicos”, criticó en declaraciones a medios de comunicación el entonces vicepresidente del Cosep, Michael Healey, actualmente secuestrado político del régimen Ortega-Murillo.
APRODESNI, aunque se declaró una organización “privada y apolítica”, fue cubierta profusamente en su inauguración por los medios oficialistas y para su segunda asamblea el 26 de noviembre del 2021, se mostró decididamente partidaria del régimen, poco después que este anunciara su decisión de sacar a Nicaragua de la Organización de Estados Americanos (OEA).
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«Apoyamos al gobierno de la República de Nicaragua, en el sentido de que su posición ante este organismo de salirse, renunciar, pero más bien denunciar a través de la carta correspondiente, cumpliendo precisamente con los procedimientos que se establecen, porque los niveles de injerencia, el irrespeto hacia nuestro país ya es demasiado», dijo Leonardo Zacarías Corea, presidente de Aprodesni.
La iniciativa de crear un “Cosep alternativo” no prosperó y APRODESNI vive sin pena ni gloria. En lugar de buscar un nuevo acercamiento con sus antiguos aliados, Ortega decidió ir en sentido contrario.
El 8 de junio de 2021, en lo que fue llamada “una noche de cuchillos largos” contra opositores, fue apresado el expresidente del Cosep por 11 períodos, José Adán Aguerri, junto a otros tres reconocidos lideres de la oposición. El 21 de octubre siguiente, igualmente fueron citados por la Fiscalía, y apresados luego, el ya entonces presidente del Cosep, Michael Healy y el vicepresidente Álvaro Vargas.
La propuesta de un diálogo primero y el encarcelamiento a sus anteriores socios después fue interpretada como represalia por el rechazo del Cosep a sentarse otra vez con Ortega, y el dictador estaría buscando con su arremetida violenta dos posibles propósitos: uno, obligar por la fuerza al Cosep a participar en su diálogo, en las condiciones que él decida a cambio de liberar a sus líderes o, dos, descabezar a la organización para construir un Cosep más “amigable”.
¿Un aliado “a la fuerza”?
Sucede que un día después de las detenciones de su presidente y vicepresidente, el Cosep designó por reglamento como nuevo presidente a su segundo vicepresidente, César Zamora Hinojos, un empresario de la energía muy ligado a José Adán Aguerri y considerado desde hace años “una ficha” de Ortega.
Zamora Hinojos es presidente de la Cámara de Energía de Nicaragua (CEN) y fue electo segundo vicepresidente del Cosep el 8 de septiembre 2021.
La detención de Healy y Vargas, y el ascenso de Zamora no parecen ser casualidades. Zamora ha sido un feroz partidario del modelo de “diálogo y consenso” y en su defensa ha fustigado agriamente a periodistas, analistas y hasta religiosos que lo han criticado como una alianza perniciosa para Nicaragua.
Después de las protestas de 2018, a diferencia del resto de líderes empresariales que pasaron activamente a la oposición, Zamora optó por el silencio y desaparecer de la palestra pública.
En defensa de Zamora sale Luciano García, presidente de Hagamos Democracia, quien dice conocerlo “de toda la vida”.
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“Te puedo asegurar que el nuevo presidente del Cosep no es un sandinista, es liberal. Que por razones económicas tenga que lidiar con este monstruo, es otra cosa. Pero tiene a sus mejores amigos presos: José Adán (Aguerri), no solo era amigo personal, sino concuño. Es amigo de Michael (Healy). En las elecciones pasadas ellos hicieron esa plancha y llevaban a César en ella. César Zamora está en una situación tan complicada que hasta lo podrían echar preso. No ha hecho nada desde que asumió. Ningún acercamiento”, señala García.
Tampoco ve al actual Cosep, tal como está, negociando de nuevo con Ortega. “No creo que pueda restablecer la alianza. Veo a Ortega sustituyendo al empresariado tradicional por los nuevos empresarios que tiene, entre ellos sus propios testaferros. Ya no le interesa tener un gremio organizado como contraparte”.
Empresarios con una pistola en la sien
Para el profesor Hershberg al empresariado nicaragüense le quedan pocas opciones. O esperar a que caiga el régimen o regresar a la alianza.
“Si un gobierno tiene los recursos para comprar la lealtad, la va a comprar. En principio se puede comprar esa lealtad, aunque esos actores a quienes el régimen está intentando seducir deberían acordarse de cuán peligrosa es la alianza con ese liderazgo. La posibilidad de confiar en ese liderazgo como socio está muy erosionada. Sin embargo, si no tiene otras opciones, y el régimen les ofrece beneficios, quizás puedan aliarse”.
Una fuente del Cosep consultada por Expediente Público para este trabajo asegura que los empresarios “están entre la espada y la pared”. Por un lado, Daniel Ortega ya no tiene mucho que ofrecerles, más que dejarlos tranquilos en sus arrebatos represivos y, por el otro, está Estados Unidos y la Unión Europea amenazando con sanciones a quienes colaboren con el régimen nicaragüense.
“Créeme, entre Ortega y Estados Unidos, los empresarios le temen más a Estados Unidos”, dice la fuente.
“El empresariado grande viene del sector financiero y es vulnerable porque es bien regulado, no solo de las autoridades locales sino de reglamentaciones internacionales. Para mí, el empresario no está exento del sentimiento generalizado que hay en el país de incertidumbre, de insatisfacción, de miedo y de querer que se cambien las cosas. Pero el cómo actuar no lo tienen muy claro porque ahorita al que levante la cabeza se la cortan”, afirma el líder empresarial que pidió nos reserváramos su nombre.
Luciano García asegura que hay “allegados a empresarios” a quienes Estados Unidos les quitó la visa como una forma de poner “en tres y dos” a los grandes empresarios. “Los bancos no van a sacrificar lo que están haciendo por miedo a que los sancionen, que les corten las corresponsalías bancarias. Se quedarían sin poder hacer transacciones a través de Estados Unidos como hacen ahora”, dice.
“No creo que los empresarios arriesguen algo por Ortega, porque pierden más con los gringos. Muchos de ellos ya tienen radicadas sus empresas en otras partes del mundo, posiblemente cubriéndose del desastre económico que puedan tener en Nicaragua”.
“Ellos saben que el retroceso político que vive Nicaragua es un reloj al revés, en contra de ellos, en la parte económica. No están invirtiendo y están trasladando sus inversiones a otros países. En el mediano plazo, sus empresas o quiebran o las venden o pasan a ser empresas chiquitas como en los años 80. Quieren pasar lo más desapercibidos posible y ver cómo pueden navegar dentro de este desastre”, agrega.
Los empresarios son víctimas del monstruo que crearon. No son inocentes.
“Creo que hubo un nivel de complicidad que no se puede esconder”, dijo a Expediente Público el empresario salvadoreño Federico Hernández, exdirector ejecutivo de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador.
“Decía Stefan Zweig que la historia es el gran demiurgo de la humanidad, es la que termina definiendo donde se instaló determinada gente en momentos de crisis y en momentos de crisis moral, que es la que ocurre en un régimen autoritario en cualquier parte del mundo, pues la gente toma decisiones, la gente decide dónde estar, si de lado de lo correcto, del lado de lo que vale la pena defender, o de lado de la falta de principios. Y la impresión que me da, desde el Cosep para abajo, y una serie por supuesto de grandes empresarios en Nicaragua, es que sí se pusieron de lado incorrecto de la historia y creo que eventualmente eso pasará una factura muy seria”.