*Un turbio clima político, el deterioro de las relaciones comerciales con Venezuela, el aumento de abusos del poder y el hartazgo contra decisiones draconianas tomadas por el régimen, terminaron en un baño de sangre y convirtió el matrimonio empresarios-gobierno en un infierno sin salida desde 2018
Expediente Público
Todavía el sábado 21 de abril de 2018, Daniel Ortega pensaba que la alianza con los empresarios podría apaciguar la rebelión ciudadana que había comenzado tres días antes en Nicaragua. El detonante fueron unas reformas a la seguridad social que quitaban derechos y aumentaban obligaciones a los asegurados. La disposición gubernamental fue presentada en esa ocasión sin el respaldo del llamado “sector privado” que desde el 2010 acompañaba la gestión del régimen en temas económicos.
“Rechazamos en forma categórica la decisión adoptada por el Consejo Directivo del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), por cuanto las medidas no constituyen una reforma integral que garantice la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas del INSS y reduzca las actuales inequidades que aquejan al sistema”, expresó el Cosep en un comunicado difundido el 17 de abril de 2018.
Daniel Ortega, de quien no se supo nada en los primeros días de la crisis, apareció en cadena nacional, llamando a una nueva reunión a los empresarios para el domingo 22 de abril. “Si en la mesa de diálogo se encuentra una mejor forma de aplicar ese ajuste, pues ojalá se encuentre esa mejor forma”, dijo.
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Sin embargo, para ese día, ya la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) registraba 34 personas muertas por la represión con que el régimen sandinista respondió a las movilizaciones multitudinarias. Las protestas habían pasado del reclamo por las reformas al seguro social a pedir justicia por los crímenes y exigir la renuncia de Ortega.
Los empresarios no acudieron esta vez al encuentro con Ortega, en lo que se tomó como un divorcio de la relación de mutuo beneficio que empresarios y gobierno sostuvieron casi desde que Ortega regresó al poder y, más evidentemente, ya en matrimonio, durante los últimos ocho años.
Tiempo de vacas flacas
“2018 fue el último pleito”, dice a Expediente Público el economista Enrique Sáenz. “El modelo ya venía trastabillando desde el 2016-2017, porque los flujos de la cooperación venezolana comenzaron a decaer desde el 2015. En los números se pueden ver dos datos: uno, cómo empieza a decaer la inversión privada y, dos, en una encuesta que publicó Funides (Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social) sobre la visión del sector empresarial en noviembre de 2017 ahí está clarísimo que los sectores más informados del sector empresarial ya la veían venir. Ellos tenían mucha más información y más sensibilidad que los políticos de la época”.
La encuesta mencionada por Sáenz destaca que ese año aumentó el porcentaje de empresarios “que percibe una deteriorada situación de la empresa privada con relación al año anterior y un deterioro del clima de inversiones motivado por el deterioro del entorno político nacional”.
“Es importante señalar que el reporte país de Nicaragua del FMI (2017), publicado el pasado junio, menciona que la incertidumbre política es un factor de alto riesgo para el país, específicamente por su impacto negativo en la inversión y en el crecimiento de corto plazo”, añade el informe.
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Según datos del Banco Central de Nicaragua, las exportaciones hacia Venezuela pasaron de aproximadamente 444 millones de dólares en el 2012 a 384 millones en el 2013; para comenzar a caer en el 2015 a 290 millones; 113 millones en el 2016; 117 millones en el 2017; 21 millones en el 2018 y 13.5 millones en el 2019.
“El maridazgo estaba en vacas flacas”, grafica Sáenz. “Empezó a tener tensiones, y ya con las reformas a la seguridad social fue que empezaron a tirarse los platos. No fue un hecho abrupto, ya el modelo venía trastabillando. Incluso las campañas del Cosep de democracia ya iban desdibujándose, pero obviamente el detonante fueron las reformas a la seguridad social”.
“Para mí el 2016 es el parteaguas”, dice la fuente empresarial entrevistada por Expediente Público para este trabajo. “Para ese año ya se han hecho las reformas a la Constitución, se expulsaron los diputados del PLI y había más descaro al pisotear las instituciones. Chano (José Adán Aguerri) se volvió más soberbio. Hubo grandes diferencias dentro del Cosep. Recuerdo que una vez Chano expulsó a Michael Healy de una reunión en el hotel Princess cuando se estaba discutiendo la propuesta del sector privado para esas reformas (constitucionales)”.
Luciano García, presidente del organismo no gubernamental Hagamos Democracia, recuerda a Expediente Público que “la simbiosis” entre empresarios y gobierno no tenía sustento ideológico, sino que se produjo por “el tipo de economía que Ortega practicaba, de capitalismo salvaje, con alevosía y ventaja porque ellos tenían control de los principales negocios: construcción, carretera, infraestructura, producción e insumos”.
“Antes del 2018, había empresarios que eran radicalmente pro Daniel y había otros a quienes ese modelo no les gustaba, porque veían un riesgo en su economía y también un sesgo en la adjudicación esos negocios, obviando a otros sectores de los empresarios. Ahí comienza una división”, señala García.
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Las tensiones entre empresarios quedaron en evidencia cuando en febrero del 2018 empresarios, sindicatos y gobierno no se pusieron de acuerdo en el salario mínimo que discutían cada año.
El Cosep propuso 8.25 % de incremento salarial, los sindicatos 12 por ciento y, finalmente, el Ministerio del Trabajo estableció el aumento en 10.40 por ciento el viernes 9 de marzo de ese año. Cuarenta días más tarde Nicaragua estaría insurreccionada y los empresarios preguntándose dónde harían su apuesta esta vez.
Rebelión ciudadana
“El 18 (de abril) que estalla la cosa, las cámaras que tenían males, explotaron. La de industria, comercio, exportadores, pesca, turismo, Upanic, y eran las más grandes”, dice a Expediente Público una fuente del Cosep.
“Hay un momento en que se toma la decisión que tienen que renunciar todos los delegados del Cosep en las directivas de los entes autónomos. No es cierto que todos los miembros del sector privado que estaban en directivas recibían plata (dietas). Los únicos que entregaban dieta eran la del Banco Central, que estaba José Adán, y en la Superintendencia de Bancos, que estaba Freddy Blandón. De ahí nadie”, afirma la fuente empresarial.
En la reunión del domingo 22 de abril Daniel Ortega se vio solo. No llegaron esta vez los empresarios convocados, y finalmente hizo su puesta en escena con algunos empresarios extranjeros de zonas francas, un par de sus funcionarios y su esposa, Rosario Murillo. En el evento, Ortega leyó la resolución del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) que revocaba las reformas al seguro social anunciados días antes, con el propósito de aplacar la rebelión que se alzaba en las calles de Nicaragua.
“Esta resolución que estoy dando a conocer en estos momentos, que acaba de aprobarla el Consejo Directivo de la Seguridad Social, lo que está haciendo es revocando, o sea, cancelando, poniendo ya a un lado la resolución anterior del 16 de abril del año 2018, que fue la resolución que sirvió como detonante para que se iniciara toda esta situación de protesta”, dijo Ortega.
“Había mucho temor con José Adán porque se sabía el papel que jugaba. Ya para ese tiempo los empresarios no estaban de acuerdo con que los arrastrara”, dice una fuente del gremio. “José Adán tenía aspiraciones presidenciales. Pensaba dejar la presidencia del Cosep para tomar algo más grande. El problema es que le tocó ser presidente del Cosep en un momento que había alguien que no tenía intenciones de dejar la Presidencia de la República”.
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“Chano era chanista sobre todo”, considera otro líder empresarial que habló bajo anonimato con Expediente Público. “Hubo gente que lo fue apoyando en diferentes momentos. Tuvo como aliado a Luis Rivas. Un gran aliado. Era del grupo de Ramiro Ortiz, pero Rivas tenía su propio carácter. No sé qué relación tenía con Ortiz, pero él tenía una enorme capacidad de maniobra. Una relación que había crecido desde sus tiempos de gobierno (con Enrique Bolaños), una relación de negociación con el sandinismo”, afirma.
Los empresarios se vieron de repente en las calles, apoyando las marchas contra el gobierno de Ortega, participando y modulando los dos diálogos que se realizaron con el régimen para buscarle una salida a la crisis, y, el 30 de mayo de 2018, los consejeros, los más grandes empresarios del país, firmaron una carta en la que pedían adelantaran las elecciones.
“Consideramos urgente implementar las reformas necesarias, que permitan adelantar las elecciones de una manera ordenada y con un Consejo Supremo Electoral renovado, ambas fechas a ser determinadas en el diálogo nacional entre los representantes de su gobierno y de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia”, señalaba el documento.
Pecados y confesiones
Incluso, tanto protagonismo de los empresarios en las protestas fue visto con sospechas, dada su reciente y cercana relación con el régimen.
“Ellos se metieron por una sencilla razón: veían un riesgo de que el país cayera en un caos”, considera Luciano García. “No quedaron bien ni con Dios ni con el diablo. Ellos trataban de mediar para que no se diera un rompimiento o una salida del gobierno de Daniel Ortega mientras no hubiera una transición ordenada. Eso puso a Ortega endemoniado y sobre todo a la señora (Rosario Murillo). El empresariado pasó de aliado a adversario”.
Desde fuera, tampoco se exoneraba a los empresarios.
“Esto que pasó en Nicaragua a nosotros no nos sorprende, nos sorprende la forma vertiginosa en que se ha dado, pero es evidente que hacía eso se dirigía todo este asunto”, dijo Federico Hernández, presidente de la Cámara de Comercio de El Salvador en una entrevista en televisión el 7 de mayo de 2019, en la que relató una discusión que sostuvo con un prominente empresario nicaragüense sobre la complicidad del capital en la instalación del régimen de Ortega.
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“Luego de una discusión franca, respetuosa, pero firme, que tuvimos sobre este tema, terminó diciéndome: ´No te preocupes Federico, lo que va a suceder aquí en Nicaragua es que la biología va a hacer su tarea´. Como diciendo, el tipo se va morir en el poder y luego va a haber una transición democrática. Cuando escuchas una conclusión tan cínica como esa, lo único que se me ocurrió decirle, y no me arrepiento, y que mal para Nicaragua que haya sido tan profético: Yo sería incapaz de ver a los ojos a mis hijos cada noche, pensando que iba a negociar su futuro con un tirano”.
“Una cosa es que tú estés buscando la manera de sobrevivir (…), pero otra cosa es que en la búsqueda de esa sobrevivencia o de esa solvencia, por lo menos en el caso de algunos empresarios, tú apartes estos principios y permitas que el poder de turno acapare toda la institucionalidad democrática. Eso no puede ser, por una razón que es, incluso, hasta pragmática, que un empresario lo puede entender de manera diáfana, y es que no es sostenible en el tiempo. No es sostenible”, añadió el empresario salvadoreño.
La fuente dentro del Cosep se pregunta: “¿Le hicieron el juego o no? Yo creo que no. Daniel Ortega lo ve de una manera muy sencilla: yo me sentaba con vos, me arreglaba con vos, llegábamos a acuerdo y ahora que se desbarató todo, vos me abandonás”.
Desde su punto de vista, los empresarios no se hicieron millonarios gracias a Daniel Ortega. “Hubo trabajo, condiciones del mercado, inversiones que se dieron, había un ambiente que permeaba a una parte de los sectores económicos”, dice. “Al sector privado lo atacan porque ha tratado de salir al paso a algunas cosas, pero también se le exige que salga al paso, que sea parte de la solución”.
“Yo no veo que el sector empresarial sea el gran originador de los cambios. Los cambios son una ola y el sector empresarial se monta sobre esa ola. El 2018 fue eso, una ola en la que se montó, pero no fue una ola que ellos crearon. Es parte de la naturaleza misma del sector empresarial”, agrega.
Sobre José Adán Aguerri dice que, a pesar de su responsabilidad estaba dispuesto a encontrar una solución a la crisis y por eso se vio un José Adán distinto, participando en los diálogos y apoyando a la oposición política de Nicaragua.
“Una solución que le convenía no solo como ciudadano, le convenía porque de alguna manera le lavaba la cara, sobre todo lo que había pasado antes. El modelo que impulsó, a todas luces no había funcionado”, afirma la fuente.
Mea culpa
“Que lamentable decirlo, pero tuvimos razón en lo que les decíamos, que eventualmente esto se iba a caer y que los iba también a afectar a ellos, como en efecto pasó”, dice el empresario salvadoreño Federico Hernández en entrevista con Expediente Público.
“Nosotros lo que veíamos en el caso del Ortega es que se trataba de un régimen cada vez más deseoso de acumular poder. Cuando un Gobierno se sienta con las gremiales empresariales y les dice, ustedes quédense haciendo negocios y yo me encargo de hacer política, está enviando un mensaje terrible. Porque te está diciendo: ustedes tienen un límite, yo no lo tengo. Eso no puede ser. Ningún presidente democrático puede sentarse contigo a establecerte límites. Una gremial empresarial puede hacer lo que le dé la gana y hablar de lo que le dé la gana siempre y cuando sea respetuosa, por supuesto”, añade.
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Para Hernández, los empresarios y las gremiales pueden tomar tres actitudes frente a un gobierno autoritario como el de Ortega. “Uno es enfrentarlo, y ponerle límites al régimen. Decirle usted hasta acá llega, usted es nuestro empleado, no es al revés. Esa actitud creo que es la más valiente, y la más coherente con los principios de cualquier gremial empresarial que se precie. Luego hay una actitud timorata, acobardada, del que trata de caminar en puntillas que no quiere despertar el furor del tirano. Una tercera actitud, que es la que nos pareció la que describía lo que estaba pasando en Nicaragua, es acostarse con el régimen, acostarse con el tirano en la cama. Esa es otra cosa y ahí si ya la situación rebasa un límite”.
“Yo recuerdo haber platicado con líderes empresariales nicaragüense que parecían funcionarios de gobierno de gobierno cuando hablaban. ¡Eso a mí me parece terrible! Cuando ya esas mezclas se dan, ahí hay una falta de principios total o definitivamente puede más el mantener ciertos privilegios, cierta capacidad de seguir haciendo negocios, etc. y eso eventualmente se revierte”, dice.
“¿Quién de ellos te va a decir que fuimos cómplices de esta dictadura?”, se pregunta. “Sí, fuimos cómplices de toda esta sangre derramada en las calles de Managua. No, es que no te lo van decir nunca, aunque lo sientan”.
El 4 de junio de 2018, José Adán Aguerri, sin embargo, reconocía en una entrevista con el periódico español El País: “Los empresarios nos equivocamos con Daniel Ortega”. Y al día siguiente, en otra entrevista a la revista centroamericana Estrategia y Negocios reafirmaba su arrepentimiento. “Si yo hubiera sabido que el resultado de todo este proceso iba a ser lo que sucedió a partir del día 18 de abril, te respondo que obviamente no. No hubiera en ningún momento ido en esa ruta de trabajo si hubiéramos sabido que ese iba a ser el desenlace final. Jamás”.
Si la alianza entre los empresarios y el régimen fue un matrimonio, Daniel Ortega se ha comportado como un cónyuge rencoroso tras el divorcio. Alentó y facilitó tomas de propiedades, expropió bienes y edificios, usó el terrorismo fiscal y mantiene en la cárcel a José Adán Aguerri, el expresidente del Cosep y personaje clave de la alianza; a su sucesor, Michael Healy, al vicepresidente, Álvaro Vargas, y el banquero Luis Rivas, entre otros personajes ligados al mundo empresarial nicaragüense. Muchos otros, salieron al exilio para preservar su libertad.
Hay quienes creen que tal presión busca sentar nuevamente a los empresarios en una mesa de negociación que permita revivir la alianza. Otros analistas consideran que, a estas alturas, una reconciliación es improbable, pero que de producirse daría pie para otro capítulo de esta relación tan azarosa.