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El comandante Bragg: el contra que operaba los misiles en la década de los 80 y se convirtió en preso político en 2018

Noel Valdez, alias Bragg, se unió a la contra en 1983 cuando regresó de la escuela y no encontró a sus padres, porque la Seguridad del Estado y la Policía Sandinista los había llevado presos, acusados de colaborar con los primeros grupos armados, identificados como contrarrevolucionarios.

Bragg fue entrenado en el manejo de los únicos 10 misiles de largo alcance que tuvo la contra en toda la guerra y logró derribar helicópteros del Ejército Popular Sandinista (EPS).

Con los acuerdos de paz en 1990 entregó sus armas y lo primero que hizo fue ir en busca de su familia. Ya en democracia, dedicó su vida al estudio, al servicio público y a la política, creyendo que todo había terminado. 

Se licenció en Derecho e hizo un doctorado en Desarrollo Rural. Ejerció la abogacía, pero después de 28 años de terminada la guerra, fue preso sin acusación cuando estalló la crisis sociopolítica de 2018. Este es el testimonio de su vida.


Los primeros contras, se dice, fueron de origen sandinista, ¿es ese su caso?

En la adolescencia, un ser humano aún no tiene muy claras las ideas en función de lo que quiere. Antes de la guerra, mi papá y mi mamá tenían una finca en una zona rural, en el municipio de Matiguás, en este departamento de Matagalpa (a 160 kilómetros al noreste de Managua). De ahí viajaba los lunes a la escuela en la ciudad y los viernes por la tarde retornaba a la finca, entonces pasaba sábado y domingo en la finca, conviviendo con mi familia, pero en ese período de vida, de estudiante soñaba con ser algún día piloto aviador, ese era mi sueño.

Pero, en uno de los fines de semana, cuando retornaba del municipio de Matiguás hacia la finca de mi familia, me encuentro con la triste sorpresa que ni mi papá ni mi mamá están en la casa, y me dicen que se los llevaron presos la Seguridad del Estado y la Policía Sandinista, se los llevaron capturados. Eso para mí fue un golpe emocional porque no estaba acostumbrado a oír ni ver eso y mi familia tiene un vínculo histórico en la lucha contra de la dictadura (de los Somoza). 

Mi mamá es la hija del capitán Humberto Rodríguez, quien fue de las tropas de Augusto C. Sandino y también mi abuela Cecilia Rodríguez Rizo, entonces teníamos ese hilo histórico que prácticamente inspiraba de alguna manera. Sin embargo, ver que la hija y nieta de dos soldados de Sandino es capturada y que es llevada a las cárceles por el proyecto que mal usan el nombre de Sandino, me pregunté: ¿Qué hago?

Con dos hermanos mayores dialogué y nos pusimos de acuerdo. Habíamos escuchado mencionar que en la montaña andaban grupos de los MILPAS (Milicias Populares Antisandinistas) o contrarrevolucionarios, en la parte este, o sea, entre Mulukukú y la zona de Siuna, en el Caribe Norte.

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Nos dirigimos hacia (el municipio de) Río Blanco buscando la ruta de la cual teníamos información donde podían estar los grupos armados. Nos conectamos con gente que tenían algún vínculo con esos grupos, y en un vehículo nos transportaron de Río Blanco a la zona de Mulukukú, donde podíamos estar momentáneamente y después caminar en horas de la noche. Recuerdo que llegamos como a las dos de la madrugada al río Tuma y ahí nos conectamos con unos correos de la Contra y nos montaron a unos pipantes (lanchas rústicas). 

Tuvimos que transportarnos en esos pipantes río arriba hacia cierto lugar y después tuvimos que caminar por valles y montañas. Al siguiente día estábamos encontrándonos con los primeros grupos de rearmados que habían sido del Ejército sandinista que estaban en la cima de un cerro que le llama Cerro de Paraska, es un cerro que está entre el municipio de Mulukukú y el municipio de Waslala, en el Caribe Norte.

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En 1983 cuando usted se une a la contra, la ayuda de Estados Unidos no era fluida. ¿Cómo fueron esos primeros años de lucha?

Cuando yo me integro, era a inicios de 1983, nos recibieron los grupos (exsandinistas) conocidos como Milicias Populares Antisandinistas, (MILPAS) y los armados que estaban vestidos todos de azul, eran los “azulitos”, recuerdo, así les llamaban. El comandante que estaba allí era el comandante Franklin, Israel Galeano. 

Todavía la ayuda norteamericana no se daba tan fluida y fuerte, era escasa y los grupos eran pequeños, totalmente pequeños. Galeano antes tuvo un vínculo como colaborador del Frente Sandinista. Yo no me doy cuenta sí mis padres aún seguían presos.

Al grupo de tres hermanos que llegamos allí a integrarnos a ese grupo de contras, nos distribuyeron, a cada uno nos enviaron a distintas unidades. Como yo era el de menor edad el comandante Franklin dice: Vos vas a andar conmigo. Me dieron una pistola, yo no sabía cómo usarla, pero ellos me la dieron, después me enseñaron, porque lógicamente tenía que aprender a usarla y así anduve, en una nueva forma de sobrevivir, porque ahí caíamos en emboscadas por parte del Ejército a cada rato o atacaban o atacábamos.

Allí, me di cuenta que uno podía morir de diferentes formas. Podías morir en la emboscada o en un ataque que hacía un grupo de la Contra a una tropa enemiga o morías cuando cruzabas un río que estaba crecido, mucha gente murió así, morías de enfermedad, morías de cualquier cosa, o de hambre porque había veces que debíamos remontarnos en unos centros de montaña donde no había ni base social, no había gente, eran solas y de repente también el mismo Ejército no permitía que nosotros mismos nos alimentáramos porque eran operaciones ofensivas, que no nos permitían alimentarnos y así patrullamos todo ese territorio, entre Matagalpa, Caribe Norte, Chontales, Boaco, todo ese trayecto hicimos.

Usted fue muy conocido por el responsable de los 10 misiles que tuvo la contra. ¿Cómo logró sobrevivir con esa responsabilidad?

Después, a final de ese año, en 1983 nos trasladamos a Honduras, desde allí me mandaron a pasar entrenamiento militar. Posteriormente me mandaron a entrenar en el grupo de fuerzas especiales. Debía adiestrarme en el manejo de tropas para asumir mandos. Me mandaron a los Estados Unidos, a Carolina del Norte, a una base militar norteamericana que se llama la Fort Bragg y de ahí es de donde proviene mi seudónimo, Bragg. 

Regresando de Estados Unidos me asignaron una tropa de fuerzas especiales para hacer una incursión a Nicaragua y ahí me asignaron una misión bastante delicada que era venir a cargo de los diez misiles que tenía la Contra en todo el centro y sur de Nicaragua. Esos diez misiles era lo que más buscaba la tropa enemiga. Hacían de todo para ver cómo capturaban ese tipo de armas porque eran las armas que se ocupaban para derribar a los helicópteros bombarderos del Ejército. Los misiles no fueron capturados. Los entregamos al gobierno de Violeta Barrios cuando nos desmovilizamos como una muestra de nuestra voluntad de paz.

Fotografía tomada en el año de 1987 en la cumbre del Cerro Toro Ballo, departamento de Río San Juan, De barba el comandante Quiche y Bragg sostiene un misil Red Eye.

En esa cruzada que hicimos, nos cruzamos a pie desde Honduras hasta la frontera de Costa Rica, recuerdo que ese equipo de fuerzas especiales, le derribó dos helicópteros MIL MI-24 al Ejército, con esos diez misiles Redeye y yo iba a cargo de esa tropa. Después de retornar a Honduras fue que se dio la Operación David y muchas fuerzas de la Contra entraron al departamento de Chontales, se entró a Santo Tomás, a San Pedro de Lóvago, a Múan. Yo entré a la ciudad de San Pedro de Lóvago y ahí nos tomamos ese pueblo, y otras tropas de forma simultánea estaban en Santo Tomás y otros pueblos chontaleños.

El objetivo que se perseguía como una estrategia para debilitar, para causar temor o desmoralización en las tropas enemigas, se logró.

Noel Valdez es muy reconocido en Matagalpa y otros municipios del norte por su voluntad de entregar los misiles, estudiar e integrarse como funcionario durante varios gobiernos liberales. ¿Cómo fue su vida después de la guerra?

Cuando entregué las armas, yo dije, voy a estudiar y me dediqué a eso. Terminé mi bachillerato en Matagalpa y después estudié Derecho, luego me gradué en Administración de Empresas, y posteriormente la carrera de Economía Empresarial. Hice tres maestrías: Ciencias Políticas; Derecho Constitucional y Políticas Públicas y Asesoría Jurídica a Empresas.

Pero, yo seguía también la necesidad de seguir avanzando y me inscribí en un programa de doctorado en Desarrollo Rural Territorial Sustentable, un proyecto promovido por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Había candidatos de toda Centroamérica y había que presentar una propuesta de proyecto para el doctorado. Seleccionaron a 20 de más de 100. Yo quedé.

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Mientras estudiaba, yo participaba en política, organizamos al Partido Resistencia Nicaragüense (PRN, hoy inexistente). Nos movilizamos y nos dan la personería jurídica y tenemos la oportunidad de participar en 1994 en las primeras elecciones municipales como partido. Participamos en las elecciones presidenciales de 1996 de forma independiente y soy electo como diputado suplente, para ese período, del 1996 al 2001. Termino ese período legislativo y termina el período de gobierno de Arnoldo Alemán (1997-2002) y asume Enrique Bolaños (2002-2007).

Con el gobierno de Bolaños me nombran delegado departamental del Ministerio de Gobernación para Matagalpa y fue por currículo, porque había otros candidatos, pero pesó más mi currículo. Estuve cinco años en ese cargo mientras duró esa administración. 

Cuando gana Ortega en el 2006, yo tengo que entregar el mando al funcionario nombrado por ese gobierno en 2007 y me dedico a trabajar individualmente. Pero, en el 2008, para las elecciones municipales, la Resistencia Nicaragüense hace una alianza con el PLC (Partido Liberal Constitucionalista liderado por el expresidente Alemán) para participar, se elegían nada más a nueve concejales, no son los cuarenta que hoy en día hay, eran nueve nada más y dentro de la alianza con el PLC le dan a la Contra, a la Resistencia Nicaragüense como gremio a través de la alianza, le dan el cuarto concejal como candidato de la cabecera departamental, Matagalpa y el sector de la Contra me pide que yo participe, pero yo sé que no voy a quedar. 

En el camino, el candidato que era el doctor Rodolfo Callejas pues como que no tiene, digamos, la fuerza o el apoyo social, entonces se ve que no va a poder enfrentar la campaña, entonces renuncia y me piden a mí, el reto de ir como candidato a alcalde por la alianza PLC y varios partidos aquí en la ciudad de  Matagalpa, y acepto, pero me faltan 45 días nada más para las votaciones, o sea, ya estoy contra el tiempo, es simplemente para que se cumpla con el requisito de promover el voto y de defender el voto. 

El tiempo es el peor enemigo que tengo, a pesar de eso, fue una elección reñida y aquí en Matagalpa me tocó a mí ir contra el tiempo. Tuvimos que hacer campaña, elaborar el programa de gobierno que no había y fue interesante, participar con mi contrincante del FSLN, hacer el único debate que ha habido en Matagalpa, donde los candidatos a alcalde defienden sus programas de gobierno, yo defiendo el mío y el candidato del Frente Sandinista estaba defendiendo el suyo.

Este fue un acto único y de importancia para el fortalecimiento de la democracia local, porque ahí se demuestra la calidad de los funcionarios que tienen la perspectiva de poder ofrecerle al pueblo una administración diferente, con proyectos, con proyecciones positivas y propositivas.

A pesar de que usted no ganó, ¿siguió haciendo vida política partidaria?

Aunque no obtuve los votos suficientes para ganar, por ley quedé como concejal por (ser el candidato a alcalde que quedaba) de segunda fuerza, cargo que asumí hasta el 2013. Posteriormente venían las elecciones para el 2016 y me integré en el proceso de unidad que estaba promoviendo el Partido Liberal Independiente (PLI) que dirigía Eduardo Montealegre, que conformaron con diez organizaciones incluyendo la Resistencia Nicaragüense, lo que se llamó la Coalición Nacional.

En ese proceso de coalición para participar en las elecciones del 2016, el Frente Sandinista ve que la coalición es una amenaza fuerte que atenta contra las pretensiones de Ortega de reelegirse nuevamente, entonces recurren a quitarle la personalidad jurídica al PLI, que es el partido que encabeza esa gran coalición nacional y expulsa a sus 28 diputados de la Asamblea Nacional de forma arbitraria. Entonces lo deja sin personalidad jurídica, deja sin casilla a la Coalición y la deja sin recursos porque de alguna manera esos diputados estaban aportando para el proceso de unidad. 

Yo iba en unas primarias que se hicieron en el departamento, fui beneficiado con el apoyo social de todos los municipios del departamento como primer candidato a diputado, en votaciones internas, voto secreto, pero ahí se terminó todo porque ya no teníamos casilla, no participamos. 

En las elecciones de 2016, se postulaba por tercera vez consecutiva, Daniel Ortega. En ese momento, nos abstuvimos y más bien hicimos una campaña de que era un proceso electoral totalmente viciado, fraudulento puesto que Ortega no llevaba ningún tipo de competencia. La competencia la había matado cuando le quitó la posibilidad a la Coalición Nacional por la Democracia, con la eliminación de la personalidad jurídica del PLI y quitando la casilla en donde iba a participar la mayoría del pueblo.

¿Usted cree que durante los 16 años de gobiernos no sandinistas (1990-2006) se hicieron esfuerzos por establecer las bases jurídicas que habían sido creadas en los años 80 con el sandinismo en el poder?

El período democrático que inicia en 1990 y finaliza en el 2006, fue un proceso que permitió buscar como establecer las bases jurídicas democráticas. Recuerdo que, en Matagalpa, en donde me tocó dar mi aporte técnico y profesional, desde una institución que también es clave para la gobernabilidad, se formó lo que se llama el Plan de Desarrollo Departamental y en cada municipio se formaban los planes de desarrollo municipales en donde Gobierno, sociedad civil y sector privado, participaban no sólo en analizar el problema, sino que entre todos se buscaban soluciones para que el Gobierno Central supiera dónde orientar sus esfuerzos

El Gobierno estaba motivando en que la sociedad civil tuviera una vida más dinámica en función de que fueran partícipes del desarrollo que se necesitaba en Matagalpa y por eso es que hoy en día vemos muchas carreteras que son pavimentadas, puentes construidos, edificios, instituciones porque salió de ahí, de esas ideas. 

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Cuando vino el gobierno de Ortega, que tomó posesión en el 2007, eso murió. Después fueron partidarizando todo, por ejemplo, los Consejos del Poder Ciudadano (CPC), fueron una iniciativa supuestamente novedosa e inmediatamente nos dimos cuenta que no eran más que estructuras partidarias del Frente Sandinista y después los Comités de Liderazgo Sandinista (CLS) sacaron lo que realmente buscaban y eso aniquiló todo lo se había construido y que había costado tanto, con los consejos departamentales y municipales de desarrollo.

La participación ciudadana que fue bandera por el sandinismo y en el que participaban sus líderes de base cuando estaban en la oposición, son los espacios que cuando toman el poder, reprimen.

Usted luego de ser funcionario del gobierno de Enrique Bolaños (2002-2006), ¿cómo se integra a la sociedad en su nueva condición de ciudadano común en el contexto de la instalación del nuevo régimen contra el que usted luchó en la década de los 80?

Ser profesional en Nicaragua no tiene ningún valor, y eso se demuestra cuando uno va a una institución a prestar tus servicios profesionales, técnicos y te dicen: Sí trae una carta del Consejo del Poder Ciudadano, CPC del barrio, sí. ¿Y qué indica eso? Que un CPC, que es quien cuida los intereses del partido sandinista que tal vez no sabe ni leer ni escribir ahora es quien decide el futuro de un profesional que ha puesto tantos años y tantos sacrificios en la universidad para estudiar y entregar sus mejores esfuerzos para el país. 

Yo creí que especializándome tendría las puertas abiertas, luego de la guerra, para poder insertarme a la vida civil con dignidad. Pero cuando eso se vuelve totalmente contrario a esas expectativas, pues lógicamente uno se frustra. Ahí es donde entra a funcionar la visión y los liderazgos que uno tiene, y el ideal. 

Todo este proceso de lucha que hemos pasado, ha sido por conciencia. Tenemos conciencia de la necesidad de ver a este país saliendo de la pobreza que solo se logra en democracia. Y si eso no se ha logrado y más bien se ha posicionado de nuevo un régimen autoritario que nos quiere eliminar, pues hay que seguir luchando.

¿Cómo sobrevivir en estas condiciones? Antes de que me capturaran a mí, yo estaba dándole asesoría legal a dos alcaldías jinoteganas que son liberales, la de Wiwilí y la de El Cuá, y lo que hacía era tratar de ordenar los bienes y las propiedades que los gobiernos sandinistas habían confiscado a las alcaldías para repartirlas como piñatas. Estaba trabajando y de alguna manera obtenía un salario para seguir en la lucha. Era difícil para mí ejercer porque las instituciones del Estado no me dejan entrar para realizar las gestiones que necesitaba.

Usted fue encarcelado en agosto de 2018, acusado, junto a otros presos políticos de origen sandinista, del asesinato de Milton Mendiola, hijo de una veterana líder campesina sandinista. ¿Cuál fue la justificación de su captura?

Era primera vez que estaba en la cárcel. Uno no está tan acostumbrado a vivir ese ambiente tan adverso, primero que no me esperé caer preso nunca, así a como me agarraron a mí, que llevaron 25 antimotines, me abordan en la calle y me dicen que hubo un accidente de tránsito días antes, yo no tengo ningún problema, yo voy porque es problema de tránsito, cuando me tienen en la Policía me cambian el discurso, me meten a una oficina y me dicen que me saque los zapatos y me quite la ropa, eso ya no es problema de tránsito y además no eran oficiales de tránsito, eran antimotines los que me llevaron.

Estando ahí me quito la ropa y los zapatos, me ponen una capucha en la cabeza y me ponen las chachas para atrás, eso es una actuación totalmente fuerte, prácticamente se cambia el discurso de un problema que es meramente administrativo en términos de tránsito y ya se convierte en algo que es penal.

Me llevaron, desde el día de mi captura el 19 de agosto de 2018, de una cárcel a otra, primero en Matagalpa, después en El Chipote (en Managua) hasta llegar al sistema penitenciario La Modelo (la cárcel principal del país en la periferia de la capital). Fui torturado y acusado y juzgado de un crimen que no cometí junto a otros acusados de lo mismo que pertenecieron a las estructuras sandinistas. Estuve once meses presos junto a la mayoría de presos políticos después de abril 2018.

Yo tenía mucho temor porque los de la Policía sabían quién era. Me conocían de cuando fue delegado de Gobernación en Matagalpa. Algunos funcionarios del Sistema Penitenciario que estaban ahí, trabajaron en el Sistema Penitenciario de Waswalí, Matagalpa. La clase política orteguista del departamento de Matagalpa me conoce y el secretario político (del FSLN), de ese departamento también sabe quién soy. 

Asumo que mi captura, mi procesamiento y mi condena tiene un fondo político porque ellos saben que yo no soy orteguista, que he luchado contra Ortega desde los ochenta, entonces eso me daba también temor, pensar que podrían tomar represalia en forma selectiva en contra mía.

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Pero como se trataba de una causa general en función de que aquí la mayoría del pueblo salió a las calles a protestar en contra del sistema dictatorial de Ortega, pues probablemente estaban viéndolo ya como una causa global, ya la persona tenía menos valor, porque ahora era el conjunto, todos somos vistos como enemigos. 

Porque ahí yo pude ver personas que han sido presas por no compartir la actitud dictatorial de Ortega, pude ver personas como Julián el Monimboseño que en toda Nicaragua es un símbolo de la Revolución. Ahí estaba conmigo el comandante de la Revolución Carlos Brenes, el coronel (en retiro del Ejército) Tomás Maldonado. Estaba quien comandó los batallones Gregorio Colindres, el del batallón Pancasán, el del batallón de Río Blanco, estaba Alfonso Morazán, conocido jefe de un batallón. No hubo discriminación, aquí todo el que se opuso a Ortega cívicamente en las calles en contra del sistema, a todos se nos trató como enemigos del gobierno de Ortega.

¿Se imaginó usted que el sandinismo lo perseguiría luego de entregar las armas e insertarse a la vida civil durante más de 28 años?

Nosotros asumimos que habíamos cumplido el objetivo al final con la entrega de nuestras armas y a firma de la paz. Si andábamos en la montaña era para que hubiera democracia, que hubiera un gobierno diferente electo democráticamente, un gobierno que cambiara totalmente el esquema o la plataforma de gobernar al país, de contar con un gobierno que fuera electo por votos y ya doña Violeta (Barrios) había sido electa. Lo único que faltaba era desmilitarizar al país y cambiar las políticas económicas, agrarias, sociales y buscar como nosotros, con el apoyo de la CIAV-OEA (Comisión Internacional de Apoyo y Verificación de la Organización de Estados Americanos) y la ONUCA (Grupo de Observadores de las Naciones Unidas para Centroamérica), insertarnos a la vía civil, pero todavía nos hacíamos la pregunta, pero ¿qué voy a hacer yo?

Vemos que la Contra se dispersa, unos se retornan al exilio, porque tenían miedo del incumplimiento de los acuerdos que se habían suscrito, otros son asesinados, encarcelados, otros están muriendo por las balas que traen en sus cuerpos y estaban en una condición terminal. Unos tuvieron la suerte de someterse a operaciones y resistieron, otros no resistieron y murieron, mientras los que quedamos vivos, nos organizamos en cooperativas, fundamos asociaciones de discapacitados, formamos el partido el Partido de la Resistencia Nicaragüense, otros nos dedicamos a estudiar, como fue en mi caso.

El objetivo que perseguíamos como resistencia armada para debilitar, para causar temor o desmoralización en las tropas enemigas (las fuerzas del sandinismo), se logró. 

Los últimos 116 comandantes de la Contra, nos desmovilizamos frente al cuerpo diplomático, todo el Gabinete de Gobierno, estaba la Comandancia del Ejército y de la Policía. Ya no estamos vestidos de militar, estamos vestidos de civiles y estamos sin armas, ¿y qué hacer ahora?, sí el Ejército que nos combatía mantenía sus armas, seguía en sus cuarteles y ahora se están movilizando, y nosotros desarmados, ¿qué íbamos a hacer?

Los sobrevivientes de la contra afirman que ellos ganaron la guerra y se palpa porque siguen aquí, en el país, no se fueron como los miembros de la extinta Guardia Nacional de Somoza. ¿Cree que los campesinos seguirán luchando de nuevo con el ascenso del sandinismo?

El campesinado, que es un sector histórico, heroico y valiente, va a continuar resistiendo, siempre al frente del cañón. Lo ha demostrado en todas las historias más sobresalientes que ha tenido nuestro país, cuando la guerra en contra de la ocupación, en 1856, contra William Walker, cuando en la hacienda San Jacinto, llegaron unos campesinos, indios, de aquí de Matagalpa, llegaron a defender la soberanía patria. 

Y así surgió el campesinado en la guerra de Sandino, en el norte, cuando se dice de “Yucapuca partió el General, eran treinta con él” (canción original de Luis Enrique Mejía Godoy), eran campesinos, tienen su historia. Y la mayor expresión la lucha campesina fue en los años 80, cuando le quitan su libertad. Nosotros los campesinos, reaccionamos y defendemos nuestra cultura e idiosincrasia cuando un sistema opresor nos viola esos derechos.