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Doble pandemia en Honduras: coronavirus y violencia de género


Honduras. – Crisis sanitaria obligó a miles de mujeres hondureñas a encerrarse en casa con sus verdugos, empeorando sus condiciones de vida entre tres factores brutales: violencia, pobreza y pandemia.

Tegucigalpa.- La llegada del Covid-19 le dio un cambio drástico a la convivencia familiar y de pareja en Honduras, desde que el país fue cerrado el 15 de marzo: además de combatir el virus y convivir en pobreza, las mujeres sufren violencia domestica y enfrentan entornos de maltrato físico y verbal de sus parejas.

Durante la pandemia, según algunas entidades oficiales, las denuncias de violencia doméstica y los femicidios incrementaron de manera considerable a comparación con el año 2019.

Obligados a confinarse

En el caso de la violencia doméstica e intrafamiliar, la directora de la organización “Movimiento de Mujeres por La Paz Visitación Padilla”, Merly Eguigure, explica a Expediente Público que a inicios de la pandemia, hombres y mujeres se vieron obligados a confinarse en sus hogares con sus hijos.

“El hecho de convivir un aproximado de 20 horas diarias en una casa sin posibilidad de salir, desató esas alarmas de violencia, se fue volviendo más intolerante la convivencia y eso provocó esos estallidos de violencia que hemos podido observar”, dice Eguigure.

Eguigure explica que cuando el hombre y la mujer salen de sus casas, se da la oportunidad que ambos realicen actividades que no forman parte de lo cotidiano, pero además señala que para el hombre no es fácil la situación de permanecer en su hogar de manera obligatoria.

“Para un hombre no son los roles que la sociedad le ha asignado, estar atento al cuidado de los hijos, de estar en la casa escuchando los gritos de los niños y estar pendientes a todo lo que necesiten, no están acostumbrados a diferencia de las mujeres que es el mandato que les han dado”, explica.

Factores de la violencia doméstica

La directora explica que esas situaciones son algunos de los factores que han provocado el incremento de violencia doméstica e intrafamiliar durante esta pandemia.

La directora de Visitación Padilla, señala que la violencia es un ciclo, comienza como un estallido, pequeños incidentes, por ejemplo, un reclamo.

Agrega que en las primeras características de la violencia doméstica las mujeres no suelen identificar “ese estallido cuando el hombre la empuja, le dice frases groseras que afectan su estado emocional, en esa situación la mujer puede decidir poner una denuncia o puede distanciarme un poco del agresor”.

La organización Visitación Padilla, tiene experiencia en apoyar a diversas mujeres sin importar su procedencia, estatutos social y económico, relata Eguigure.

“Las que deciden denunciar indistintamente de su condición porque llegaron a tomar la decisión de querer terminar con la violencia en sus vidas, pero no está determinado por quienes son, como sujetas sociales”, finalizó Merly Eguigure.

Cifras de las denuncias

Según datos de la Fiscalia Especial de protección a la mujer (Fep-Mujer), durante la pandemia la violencia domestica e intrafamiliar, del 16 de marzo al 31 de agosto, brindaron 7,461 atenciones a mujeres que acudieron por asesorías y evaluaciones psicológicas a nivel nacional.

En el juzgado contra la Violencia Domestica se recibieron 2,892 denuncias sin detenciones, con previa atención de la Fep-Mujer y 670 denuncias con detención infraganti.

Además, también recibieron un total de 1774 denuncias por Violencia Intrafamiliar a nivel nacional y 478 denuncias por delitos sexuales.

Ruta para reconocer el femicidio

Por otra parte, la directora del Observatorio Nacional de la Violencia (ONV), de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Migdonia Ayestas, le explicó a Expediente Público el proceso que conlleva para determinar si es un femicidio o homicidio.

“Se tiene acuerdos de cooperación con las fuentes de información primaria que es la Secretaria de Seguridad, a través de la Policía Nacional, Medicina Forense y el Registro Nacional de las Personas, son las tres instancias. Medicina Forense son los que llegan a la escena criminal y realizan autopsias, hace el acordamiento de investigación, la policía realiza el levantamiento y Registro Nacional, administra el dato de las actas defunciones. Estás son nuestras tres fuentes”, expone.

 “Pero también de estás fuentes hace una validación, contrastamos, comparamos, agregamos y analizamos cada uno de esas muertes, una a una. La unidad de medida es la víctima, independiente que esté una o dos personas en la misma escena, cada una se individualiza para desarrollar todo este proceso”, explica.

Ayestas explica que ese proceso les brinda un dato entre las fuentes oficiales y como observatorio es un veedor ciudadano que realiza todo el proceso de acompañamiento para asegurar que la información sea verídica.

“Luego como observatorio realizamos un proceso que lo hacemos a través de las fuentes secundarias y ahí hablamos sobre los medios de comunicación, en relación a todo lo que publican”.

La directora detalla que como observatorio también cuentan con participación ciudadana bajo el nombre de “Sistema de participación ciudadana”, el cual trata de que las personas relaten lo que sucede en sus comunidades.

“Esas dos fuentes secundarias las comparamos con lo que tenemos en nuestro sistema y lo que digitalizamos y lo validamos con la fuente primaria, entonces hacemos esa comparación y al final nos dan resultados, puede ser algunos casos que no estén en el sistema de participación, porque vamos buscando lo que no está, nos dan algunos, no salen muchos en ocasiones”, explica.

Análisis de casos para entender el fenómeno

Ayestas pone de ejemplo las 383 mujeres que fueron asesinadas en el año 2018 y las 406 del 2019: “tomamos nuevamente esos casos y los volvemos analizar una a una de acuerdo al contexto que ocurrió cada muerte violenta, pero no las analizamos solos, tenemos relaciones estratégicas con organizaciones de mujeres de Honduras y con ellas hacemos ese análisis”.  

“Lo analizamos dependiendo a la tipología que tenemos para determinar si fue un femicidio o una muerte violenta, sin determinar, tenemos dos categorías, femicidio o homicidio, lo separamos porque no todas las muertes violentas de mujeres son femicidios, por la categorización y la adhesión al código penal actual, se establece femicidio cuando un hombre en su relación de pareja le quitó la vida a esa mujer y cuando puede ser un hombre por robarle, en la teoría no es un femicidio, por eso hacemos todo este analizamos”, explica.

Según el dato brindado por Ayestas, antes de la pandemia, semana 1 a 12, 80 mujeres perdieron la vida, luego de la semana epidemiológica a mediados de marzo, de la semana 13 a la 35, contabilizaron 138 muertes, en total 218  mujeres han perdido la vida de enero a agosto del presente año.

Ayestas señala que en comparación al 2019, en algunas semanas, como la 12, han sido más violentas para las mujeres.

Aumentó de la pandemia de violencia

 “La pandemia en muerte violenta ha ido disminuyendo, en todos los sectores. En donde no le ha sido favorable a las mujeres es en la violencia doméstica y violencia intrafamiliar, son procesos que comienzan con violencia, física, psicológica y sexual hasta llevarlo hasta la muerte. Sí habido un aumento en la pandemia, en promedio 60 casos diarios”.

El Observatorio Nacional de Violencia resalta que la zona urbana tiene mayor incidencia de asesinatos, representando el 58% y las zonas rurales aglutinan un 42%.

Las edades de las víctimas se establecen de 18 a 59 años, en donde las menores de 18 años representan el 7% y las mujeres jóvenes de 18 a 29 años el 31.7%.

Los sectores más afectados están entre los 30 a 59 años, representando el 59.9% de los casos.

“Pero si desagregamos estás 218 (mujeres) de los asesinatos, el 74% fueron femicidios y ahí es donde se evidencia el problema, porque el 65.5% de las 218 mujeres, de las cuales 145 utilizaron como instrumento de muerte el arma de fuego”, detalló.

“Municipios femicididas, Tegucigalpa, San Pedro Sula, Choloma, La Ceiba y el Progreso. Y son los municipios donde más violencia doméstica e intrafamiliar se presenta”, detalló.

En referencia a la violencia que se genera en los entornos familiares, Migdonia Ayestas explica que en Honduras existe una cultura violenta tradicionalmente tolerada por las autoridades fácticas y que el Estado “alaba” que la mujer deba vivir en sumisión.

Resalta que se refleja en la forma que educan los niños y niñas, ya que ellos son testigos de las relaciones que se establecen entre sus padres: “observan que los conflictos se resuelven a través de los golpes, la violencia, sin duda estos niños que están viendo estás situaciones van a reproducir este patrón y ahí es el principio del problema”.