*En entrevista con Expediente Público, Eduardo Núñez, director del Instituto Nacional Demócrata (NDI) para Guatemala y de su programa de Seguridad Pública en Centroamérica, señala que los mecanismos internacionales y los partidos políticos deben reinventarse ante la pérdida de credibilidad e influencia.
**Tras caída de dictaduras y conflictos armados, el poder político en América Latina no respondió a las expectativas de los ciudadanos. Lamenta que hoy en día “casi cualquier cosa es democracia”.
Expediente Público
Aunque existen instrumentos como la Carta Democrática Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA) para contener las dictaduras, en el Hemisferio Occidental no se ha podido responder al repunte del autoritarismo, por lo que se requiere un debate sincero y sustantivo para resignificar al sistema interamericano y las instituciones democráticas, explicó a Expediente Público Eduardo Núñez, director para Guatemala y del programa de Seguridad Pública para Centroamérica del Instituto Nacional Demócrata (NDI, por sus siglas en inglés).
“Tenemos instrumentos importantes como la Carta Democrática Interamericana, pero el problema es de aplicación, si el sistema internacional tiene la capacidad o no de aplicar esos instrumentos internacionales. Ese es el debate. Necesitamos volver a resignificar el sistema internacional”, argumentó Núñez.
Núñez, politólogo graduado en la Universidad de Costa Rica, es especialista en temas de integridad electoral, gobernabilidad democrática, fortalecimiento de la democracia, fue ocho años director de proyectos de asistencia electoral del Instituto Interamericano de Derechos Humanos y Centro de Asesoría y Promoción Electoral (IIDH/CAPEL), así como director de valores democráticos de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Guatemala.
El politólogo participó en una sesión de intercambio promovido por el NDI con actores políticos, sociales y académicos de América Latina y el Caribe titulada “Hacia Una Nueva Agenda de Democratización en las Américas”, en el marco de la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, realizada del 6 al 10 de junio.
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“Para el caso de Nicaragua y la limitada capacidad del sistema internacional de influenciar en la dinámica interna, es lo mismo que podríamos decir de Ucrania y la limitada capacidad de prevenir el conflicto armado, estamos en una época marcadamente débil para tratar de inhibir evoluciones autoritarias o situaciones no deseadas de violencia política en distintos países y las Américas no son la excepción”, indicó a Expediente Público el experto del NDI.
“Necesitamos abrir un debate sustantivo y la Cumbre de las Américas constituyó una oportunidad que ojalá no perdamos, en torno a superar una suerte de relativismo que tenemos, pues ahora resulta que casi cualquier cosa es democracia. Ustedes escuchan en los distintos países los defensores de un régimen hablan de que defienden la democracia y los que se oponen hablan de que defienden también la democracia”, dijo.
Lo primero por hacer es abrir un debate honesto entre gobiernos, sectores privados, actores de sociedad civil, academia, partidos políticos e incluso las personas de los medios para definir a cuánto estamos dispuestos a “seguir estirando el elástico para tratar de relativizar lo que entendemos por la democracia”, precisó.
Crisis de democracia y sistema interamericano
A tres décadas del fin de los conflictos militares en Centroamérica y las dictaduras en el continente americano, modelos autoritarios avanzan en la región, carcomida por la corrupción, el crimen organizado y la violencia.
El escepticismo hacia la democracia se evidencia en el apoyo a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela por presidentes electos democráticamente, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, la hondureña Xiomara Castro o el boliviano Luis Arce, quienes no asistieron a la IX Cumbre de las Américas por la exclusión de estos regímenes.
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Núñez precisó que, pese a las diferencias políticas, el concepto de democracia debe tener ciertos mínimos a respetar, relacionados con valores como la vigencia efectiva de los derechos humanos. Sin un debate y acuerdos mínimos sobre democracia “va a ser muy difícil que el sistema internacional pueda actuar en condiciones específicas como la de Nicaragua o cualquier otro país de América”.
La crisis de los partidos políticos
Otro de los temas en el debate del NDI con los actores sociales, fue la crisis de los partidos políticos. Tras el cambio poco claro en el sistema partidario, muchas organizaciones que nacieron con la transición a la democracia ya desaparecieron en la mayoría de países.
“En términos generales tenemos un proceso de desinstitucionalización del sistema de partidos con una o dos excepciones moderadas y eso plantea un problema porque si los partidos no son el vehículo que permite articular intereses y recursos de poder para generar contrapesos, entonces ¿cómo se generan desde otros ámbitos?”, cuestionó Núñez.
Por un lado, una democracia sólida requiere partidos políticos fuertes, por otra parte, estos deben tener capacidad de entrar en alianza o diálogo sustantivo con otros actores, como los movimientos sociales u organizaciones especializadas que enriquezcan y nutran con sus agendas, con sus prácticas políticas y sociales, con sus métodos de acción pública.
Según Núñez, los partidos se han vuelto muy autorreferenciales y les cuesta mucho defender la democracia en América Latina donde la gente no confía en las instituciones. “Ya los partidos no son suficientes por sí mismos para generar los contrapesos políticos y sociales. A veces, en contextos cerrados, ni siquiera te alcanza con los sujetos nacionales, tienes que crear alianzas internacionales o redes de soporte internacional”.
“Para recuperar la política para la gente necesitamos pensar los partidos de otra manera, ahora en contextos de sociedades crecientemente cerradas el camino pasa finalmente por la articulación con aquellos actores comprometidos con la democracia”, indicó.
Los actores democráticos en muchos países se están volviendo muy predecibles, los recursos con los que cuentan para actuar como herramientas judiciales, movilización social, el litigio estratégico, los espacios de articulación, las coaliciones ciudadanas y las agendas compartidas ya no son suficientemente robustas para enfrentar estructuras de poder mucho más complejas y fuertes, sugirió el entrevistado.
Dimensiones para el futuro de las democracias
El director del NDI para Guatemala propuso tres dimensiones de acción a los actores democráticos, el primero es contener los procesos de cierre de espacios, sobre todo en lugares donde se ha ampliado el concepto de oposición, involucrando a cualquier actor que sale de las narrativas afines a la de aquellos que se encuentran en el poder y que son identificados como sujetos opositores, llámense medio de comunicación, organizaciones de sociedad civil, partidos políticos, academia e iglesias, en ciertos casos.
En segundo lugar, es muy importante generar redes de soporte para tratar de asegurar la vigencia efectiva en materia de derechos humanos, tanto de personas como de organizaciones. “La situación nicaragüense es dramática por las personas privadas de su libertad o que se han visto obligadas a dejar el país”.
En tercer lugar, desde un ámbito regional y del sistema Interamericano se puede presionar para que se reabran procesos de diálogo político, a pesar de que mucha gente es escéptica sobre los alcances de ese diálogo, pero este podría generar ciertos mínimos en términos de vigencia efectiva de derechos humanos o de funcionamiento en términos de gobernabilidad democrática.
Cultura democrática
Desde finales de siglo XX América Latina se convirtió en la región del mundo que más reformas políticas realizó, y en cuatro décadas con todas las imperfecciones la región vive el periodo más largo de democracia.
A pesar de eso, Núñez argumentó que “hicimos una apuesta por desarrollar normas e instituciones formales razonablemente buenas, incluso diría que algunos países tienen leyes e instituciones de exportación a otras regiones del mundo, el problema es que la democracia no son solo normas e instituciones, una dimensión es la cultura política, ¿puede existir democracia sin ciudadanos y ciudadanas democráticos?, es difícil”.
“Pensamos que, si enseñábamos a cumplir rutinas democráticas, como formar parte de un partido político e ir a votar, la gente se iba a volver demócrata. La lección aprendida es que aprender rutinas democráticas no nos hace democráticos, para decirlo de una manera, aunque vayamos a misa todos los domingos eso no nos hace necesariamente buenos cristianos”, agregó.
Por eso en un contexto de crisis podría haber segmentos de la sociedad que estén dispuestos a sacrificar democracia para resolver sus problemas.
“Si la democracia no le da resultados a la gente, la democracia no es creíble, la gente no come de votar, la gente no come de participar de un partido político, o no come valores democráticos, no come de la tolerancia, del pluralismo, de la responsabilidad o de la integridad pública, la gente necesita oportunidades de empleo, oportunidades de emprendimiento económico, necesita servicios públicos de calidad, que le cuiden su salud o que le generen condiciones de movilidad social a través de la educación”, sostuvo el politólogo.
Por eso, una crisis de seguridad como la que genera la violencia homicida vinculada al narcotráfico en algunos países o la violencia homicida vinculada a las maras y las pandillas en el norte de Centroamérica o una crisis económica o de salud pública como la pandemia de la covid-19 puede provocar que las personas consideren que el Estado y sus instituciones no funcionan y opten por migrar o vincularse a espacios informales.
Núñez sostuvo que se ha pretendido, además, establecer democracia con instituciones muy débiles, por ejemplo, la poca aceptación de los partidos políticos contribuye a que la política se personalice si hay malestar e incomodidad. Por eso, cuando algún líder tiene la capacidad de interpretar ese malestar puede venderle a la gente la idea de que él o ella sí puede solucionarlo y la gente va a seguirles.
“En algunos contextos la gente va a seguir creyendo en ese líder aun cuando ese líder restrinja la democracia porque necesita creer que su apuesta por el cambio es válida”, agregó.
Estas crisis, incluso, pueden estar presentes en sociedades democráticas consolidas como la de Costa Rica, advirtió el politólogo, donde fue electo Rodrigo Chaves, una persona que tenía más de 30 años fuera del país y sin experiencia política ni partido institucionalizado.
“Si la mayoría de los y las costarricenses que votaron por Chaves llegaran a la conclusión de que no tiene la capacidad para ejercer el gobierno y gestionar la demanda de cambios, va a alimentar el desencanto, la crisis, la frustración, va a alimentar el malestar y ese malestar se va a seguir reflejando contra la política, contra las instituciones y. ¿por qué no?, contra la democracia, entonces lo que está relatando es un fenómeno que está ahí y que es como decían coloquialmente, es elefante en medio de la sala que a veces no queremos ver”, concluyó.