El director para América Latina de Freedom House, Gerardo Berthin, es especialista en el campo de políticas públicas, democracia, derechos humanos y gobernabilidad, tiene una trayectoria que incluye el trabajo con una gran variedad de organizaciones internacionales en la ex Europa del Este y Latinoamérica. En Nicaragua ha trabajado como asesor principal de la oficina regional de Naciones Unidas para temas de gobernabilidad y con diversas iniciativas de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID).
Expediente Público consultó al experto sobre el incremento del autoritarismo en América Latina, cómo regímenes autocráticos logran sostenerse en el poder y cuáles mecanismos puede usar la sociedad civil para enfrentarse a marcos legales represivos y restaurar en sus países la democracia.
¿Qué piensa de las leyes que limitan o criminalizan a la oposición y medios en Nicaragua?
Lo veo como una secuencia de actividades que van a posicionar al gobierno de cara a las próximas elecciones, y no serán las últimas o primeras acciones que se toman para garantizar o proteger la reelección.
Hace dos o tres semanas (inicios de septiembre) hablamos del uso de instrumentos que tiene cualquier gobierno para ejercer presión a los medios de comunicación -que pueden ser justificables como el pago de impuesto-, pero al mismo tiempo sirven como una estrategia para intimidar a la oposición y para mandar mensajes que generen un cierto temor.
Para Freedom House esto añade más a la preocupación por las violaciones a los derechos humanos, y coincide básicamente con lo que está pasando en otros lugares en la región.
Creo que uno de los efectos no muy conversados de la pandemia es que esta ha ayudado a varios gobiernos que no necesariamente son democráticos a fortalecer su control interno, en algunos casos más explícitos con la excusa de controlar la pandemia. Esta ley en Nicaragua (de agentes extranjeros) no la tenemos que ver aislada, sino vinculada a acciones pasadas y al mismo tiempo a lo que se irá armando de cara al proceso electoral.
¿Estas estrategias legales le parecen conocidas, son diferentes a lo que han hecho otros gobiernos?
Todas estas estrategias han sido utilizadas en otros contextos cerrados, así era por ejemplo cuando Evo Morales estaba en el poder en Bolivia, Venezuela es otro ejemplo en donde se han dado medidas similares. Ciertamente afuera de la región podemos mencionar países como Rusia, Belarusia, y Hungría. El intento es el mismo, con sus peculiaridades y particularidades: el uso del poder para controlar acciones, cerrar espacios cívicos y seguir de una u otra forma generando miedo. Básicamente un gobierno puede utilizar aquellos instrumentos (legales) en un contexto más democrático, pero no de forma selectiva, no de forma discriminada y no como una herramienta de venganza, por ejemplo, para la oposición. Por eso hago la conexión con los medios de comunicación, que son guardianes de la libre expresión y la rendición de cuentas, y por ende lo autócratas se sienten amenazados y optan por el cierre de estos espacios de libertad de expresión. En ese sentido, son regímenes que se hablan entre sí, entonces obviamente hay una coordinación entre ellos de cara a defender su sostenibilidad en el poder- Aunque llaman a elecciones, esto es un paso a seguir en ese esquema, y simultáneamente siguen generando miedo, cerrando espacios y de esa forma garantizar que las elecciones tengan poca participación, así ellos pueden ganar y legitimar básicamente un poder más autócrata que democrático.
¿Esto se podría tomar como una amenaza, hostigamiento, o realmente podríamos tener una repetición de lo que ocurrió en 2018 con el cierre de organizaciones y medios?
Es hostigamiento, es una estrategia de miedo y para dividir también al país en época electoral, esas son las tácticas que han sido utilizadas con el único propósito de defender su poder. El único fin es que las organizaciones, las pocas que quedan, los pocos medios de comunicación que sobreviven tengan menos espacio para reportar libremente, y para traer la atención de la comunidad internacional sobre actos o decisiones que puedan ir contra de los valores más básicos de los derechos humanos. Definitivamente es parte de esa estrategia, no va a ser la última acción, en la medida que se acerque el tiempo a las elecciones (de Nicaragua en noviembre 2021), se va a tratar de hacer un sinnúmero de otras jugadas que tengan ese mismo objetivo y efecto, que impliquen cerrar los espacios de libertad de expresión, violar los derechos civiles, políticos y humanos de la población.
¿Qué tipo de estándares internacionales están obviando con este tipo de leyes?
Aquellos que están vinculados a la carta de Naciones Unidas, a los distintos pronunciamientos a favor de los derechos humanos, leyes que abogan por la colaboración, cooperación, que obviamente no son perfectas, pero a lo mínimo garantizan una cierta apertura y una cierta transparencia, y generan informes desde afuera, testimonios, casos.
Quiero utilizar el ejemplo específico de la última Misión de las Naciones Unidas, que presentó el 16 de septiembre un informe sobre las violaciones de derechos humanos en Venezuela y que se discutió en el entorno de la 75 Asamblea General de las Naciones Unidas (del 22 al 29 de septiembre). A pesar de que la Misión no pudo visitar Venezuela debido a que el Gobierno no respondió a las reiteradas solicitudes y enfrentó a otras restricciones de viaje debido a la pandemia de COVID-19, pudo realizar entrevistas a distancia con víctimas, testigos, familiares, ex funcionarios y funcionarias del Estado, abogados y abogadas, representantes de organizaciones no gubernamentales y personal internacional. La Misión investigó casi 3,000 casos y mostró que corroboró los patrones de violaciones y crímenes.
En el contexto en que estamos a un año de las elecciones de Nicaragua, pareciera que el Gobierno lo que está diciendo es que no le interesa la democracia, pareciera que estamos pasando a una cubanización del país, ¿es eso realmente exagerado o es algo que podríamos temer?
Yo creo que hay suficiente evidencia, no lo tengo que decir yo, los informes, análisis que se han hecho hablan de cómo está la poca democracia que queda en países como Nicaragua o Venezuela ni qué decir en el caso de Cuba. Nuestro propio informe de Libertad en el Mundo 2020 muestra a Nicaragua básicamente con los indicadores más bajos de la región, junto a Cuba y Venezuela en base a la falta de garantías para unos indicadores bastantes bajos en contraste con otros países, así que definitivamente, no hay movimientos para ampliar los espacios de inclusión, los derechos, los espacios cívicos, y precisamente porque siguen retrocediendo a cambio detener mayor control político.
También hay que analizar los distintos informes que han hecho universidades, organismos internacionales, y los propios informes no solamente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, sino también los de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos que constantemente han resaltado las distintas violaciones y comportamientos que no son normales en una sociedad democrática.
¿Cuál es el efecto directo de un vecino como Nicaragua en las otras democracias tan vulnerable de América Central?
La región centroamericana con muy pocas excepciones muestra tendencias de retroceso en los pocos, pero importantes avances que se hicieron en las últimas décadas en favor de una sociedad mucho más democrática, mucho más libre y de respecto a derechos humanos. El mensaje no es muy optimista y definitivamente vemos con preocupación lo que está pasando en Honduras y Guatemala que tienen otras realidades, pero lo matices son los mismos hacia un retroceso en materia de democracia. Y claro, todo esto se ha agravado por la pandemia, es decir la pandemia en algunos casos ha sido la excusa para ejercer mayor control sobre la población, y sobre los derechos de las personas.
Nicaragua que tiene fronteras con el norte, con el sur, también implica una cierta crisis poblacional que ya la vemos en la frontera con Costa Rica, uno de los temas que antes de la pandemia se hacía más visible en la región como nunca es el tema de la movilidad y desplazamiento de la población.
De Venezuela, más de 5 millones de venezolanos que salen hacia otros países, en el caso de Nicaragua se estima que hasta 100 mil personas han sido desplazada a Costa Rica y México. Todo esto genera también un problema no solo de desestabilizar a la región como en la década de los 80, sino también de vaciar los países de capital humano, que pueden contribuir al desarrollo económico y social. Las implicaciones son importantes, aún más porque estas son economías pequeñas.
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Uno podría decir que esto genera un cierto nivel de ingreso por el tema de las remesas, pero debido a la pandemia y a restricciones a estos países, el tema de las remesas podría verse más afectado de los que ya está.
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La Organización Internacional para las Migraciones y otras organizaciones de Naciones Unidas se están preparando para una crisis nunca vista en la región de movilidad humana transfronteriza y los países por lo general no están teniendo la capacidad para manejar y gestionar esas poblaciones que llegan escapando, en algunos casos, de los abusos que sufren en esos países o buscando oportunidades para sobrevivir, entonces es realmente un panorama un poco oscuro el que se avecina ya que la región no ha experimentado esa situación antes.
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¿El fenómeno reelección indefinida es uno de los efectos más reconocibles en estos momentos en la región?
El tema ya no es básicamente electoral, sino es un tema de poder, de generar más poder y de quedarse en el poder y pues los esquemas ahora no solo están en los contextos de generar estas reelecciones indefinidas, incluyendo reformas inconstitucionales a las propias constituciones. En casos como Honduras o en su momento Bolivia los viejos políticos que en su mayoría son hombres, han encontrado otros medios, para quedarse o regresar y tratar de seguir en el poder. Por ejemplo, haciéndose nombrar o haciéndose elegir para un escaño en los senados u otros cuerpos legislativos. Otro ejemplo es el caso de Rafael Correa en Ecuador, que trata de regresar básicamente, ya no como presidente sino como vicepresidente, quizás para emular lo que está pasando en Argentina, donde para muchos la vice-presidenta es realmente la fuerza detrás del poder presidencial.
Parte del desafío en nuestras regiones es que el liderazgo no se ha renovado, siguen los mismos actores, en su mayoría hombres, básicamente circulando y reciclándose. Esto no solo lo vemos en Centroamérica sino en Sud América también.
Aquellos que se hacen llamar outsiders, aparecen que no son parte del sistema, por ejemplo, en Guatemala con Jimmy Morales, pero al final resultó siendo parte del mismo sistema y aprovechó no solo para no resolver los problemas prioritarios de la gente, sino para sostener sistemas de corrupción. Así la relección indefinida puede pensarse como otra enfermedad, que al igual que la pandemia no se cura a menos que exista una vacuna, en este caso un liderazgo renovador en la región, y eso incluye que más mujeres asuman puestos de poder y de decisión. Se trata de países que en este momento están en esa decisiva coyuntura de renovarse o tener más de lo mismo; y más de lo mismo significa más gobiernos populistas, autoritarios, partidos políticos muy poco modernizados, políticas económicas que no ayudan a resolver los grandes desafíos que tiene la región: temas de pobreza, desigualdad y exclusión.
¿De qué tipo de poder y de políticos estamos hablando cuando hasta se reprimen organizaciones con intereses particulares como género o medio ambiente?
La idea básica de un gobierno democrático es ser inclusivo por naturaleza, tener pesos y contrapesos, y promover espacios cívicos de participación. En América Latina hay un tipo de presidencialismo que ejerce poder sobre los otros poderes, llámese el judicial o legislativo. Ese balance es necesario, y la independencia de algunas instituciones para ejercer, garantizar y defender derechos. Al fin y al cabo, si bien no hay un modelo único de como se hace democracia, hay principios básicos que tienen que ver con la rendición de cuentas, la trasparencia, la inclusión por ejemplo de mujeres y jóvenes, el debate y el consenso en temas que apuntan a la expansión y gestión del manejo sociopolítico y económico. Aún más en el caso de América Latina, aunque ha habido intentos de descentralizar el poder, siguen siendo en su mayoría países altamente centralizados, altamente jerárquicos, y porque no decir, altamente machistas porque los gobernantes son en su mayoría hombres que gobiernan alrededor de su persona y no así alrededor y a través de instituciones.
Aun en el caso de las cuatro federaciones que existen en América latina, lo demás son países unitarios. Las cuatro federaciones México, Brasil, Argentina y Venezuela, no funcionan como tal, sino como un presidencialismo federal, donde si bien hay un poquito de autonomía en los Estados, al final el presidente es la persona que tiene la última instancia de decisión. El caso de Nicaragua es interesante, en algún momento se llegó a tener más de 150 municipios, inclusive las dos regiones autónomas, y se pensó que pudieran ser instituciones que puedan promover el desarrollo local, pero en la práctica la descentralización ha sido capturada por la política centralizada
Para contrastar, en el caso de Suiza el gobierno federal no tiene poder absoluto en la toma de decisiones, las decisiones principales que afectan a la gente en Suiza se toman a nivel local, a nivel de cantones y municipios. En América Latina, en la mayoría de los países es todo lo contrario, es básicamente la Suiza invertida en donde los gobiernos centrales tienen la mayor parte del poder y los gobiernos locales dependen absolutamente de las decisiones que se toman a ese nivel.
¿Qué pasó en Centroamérica que no logró establecer una democracia más sólida en estos treinta años, en comparación con países como Chile?
El caso de Chile no es un caso perfecto, pero históricamente siempre ha apuntado a fortalecer las instituciones del país. Ha sido un proceso de fortalecimiento gradual y aunque también es un gobierno centralista en esencia, ha ido cediendo espacios democráticos y de toma de decisión a niveles sub-nacionales. No es un sistema perfecto, pero de ese modo se ha ido fortaleciendo el espacio público.
Hasta hace poco en el caso de Chile había un gobierno intermedio que era igual que en varios países, no elegido democráticamente, sino era un tentáculo del gobierno central, pero muy institucionalizado. Por debajo de estas regiones, estaban los municipios, que sí eran elegidos, y el trabajo tenía que ver con la gestión de los recursos y la gestión del desarrollo. Justamente en las olas de reformas que se están viendo en Chile, a partir del año 2021, Chile comenzará a vivir un proceso inédito de descentralización y democracia regional, dado que por primera vez en su historia se elegirán autoridades de nivel intermedio, lo cual pondrá a Chile a la par de las democracias consolidadas y de la OECD. Esto modificará la gobernabilidad multi-nivel, no al estilo de Colombia o Perú que son países unitarios, donde la autoridad intermedia electa es la principal autoridad política y con atribuciones de coordinación de políticas públicas, sino será un caso sui generis en Chile, donde habrá dos nuevas autoridades regionales: La primera de ellas será electa por la ciudadanía a partir del año 2021 y se llamará Gobernador Regional. La segunda autoridad será designada por el presidente de la república y se llamará Delegado Presidencial Regional. Ambas autoridades convivirán en la misma unidad administrativa (región) y gozarán de atribuciones y competencias similares para hacer gestión regional. Este rediseño o ingeniería institucional creo que marca la diferencia principal con Centroamérica. Después de los conflictos y de los distintos gobiernos autoritarios, militares, de derecha o izquierda, no se ha invertido en fortalecer las instituciones.
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Las instituciones no son perfectas, pero generan un espacio para evitar que el poder sea apropiado por personas para sí mismos. Las instituciones son instrumentos básicamente de mediar procesos y comportamientos.
En el caso de Costa Rica uno puede argumentar de la misma forma, que se ha invertido mucho en las instituciones políticas y democráticas, sin que sea un sistema perfecto. Y en Uruguay la democracia se sigue consolidando de arriba para abajo, igual que Chile en proceso gradual. Por ejemplo, recién hace una década se crearon municipios por primera vez (el Poder Legislativo creó el 23 de septiembre de 2009 este tipo de división administrativa local y las alcaldías), con roles claros de articular políticas públicas con el gobierno intermedio y el nacional. Igual son parte de un esquema más pensado a largo plazo, los cambios no son inmediatos y tiene que haber participación de la ciudadanía para legitimar, y al mismo tiempo estar en línea con los cambios que se están dando en estas comunidades políticas.
Sabemos que, en Nicaragua, Chile o Suiza, el nivel y la intensidad de cambio debido a la tecnología son más rápidos y las relaciones son más multidimensionales y por ende los sistemas tienen que ajustarse a eso. Pero también está habiendo crisis en países como Estados Unidos, Reino Unido, que están cargando todavía el bagaje institucional que hace mucho fue efectivo, pero debido a que sus sociedades están cambiando rápidamente, tienen que encontrar una forma de adaptarse a la realidad, cuando eso no ocurre, pues pasa lo que está pasando en Centroamérica que se utiliza al individuo, como centro de poder y se ignora el poder de las instituciones.
¿Qué paso cuando las instituciones se utilizan para reprimir y las leyes para mantener el modelo antidemocrático?
Esas instituciones se convierten en instrumentos políticos y garantizan una gobernabilidad más autocrática. Ya no son independientes, y responden a los deseos del individuo para usar el poder a su favor y el de su familia. Es parte de este esquema totalitario de controlar todos los instrumentos que existen en favor de un objetivo que no es necesariamente el desarrollo o el bienestar de un país. En estos escenarios el objetivo básicamente es mantenerse, sustentarse en el poder y allí entran todos los esquemas de negociación, de corrupción para comprar lealtad de aquellos que se han hecho dependientes o de aquellos que tiene miedo genuino y se ven obligados a apoyar.
¿Cómo sobrevive un régimen así, quien patrocina un régimen tan cerrado?
Hoy en día, estos tipos de gobierno se hablan entre ellos, comparten información, intercambian ideas y hay fuerzas obviamente muchas más internacionales y globales que financian y lucran de este tipo de regímenes. Solo basta ver el rol de China, el rol de Rusia, el rol de Irán, a ellos les conviene tener un concierto internacional por afuera de un sistema multilateral que ya estaba debilitado antes de la pandemia. Y estos actores utilizan su bilateralismo para promover transacciones ilícitas, como minería ilegal, industrias extractivas, y metales preciosos. Este tipo de regímenes cerrados son aliados y negocian sin informar a la gente sobre los costos de esas transacciones.
Esta coyuntura nos debe ayudar a pensar cómo se reinventa el sistema multilateral y ni que hablar de las organizaciones regionales donde realmente hay una necesidad de contar con un liderazgo y multilateralismo regional más ético y efectivo que pueda defender valores democráticos. La cantidad de instrumentos regionales de integración no necesariamente produce calidad en resultados para la región. La mayoría están politizándolos e ideologizándolos.
Es momento de repensar el multilateralismo regional y mundial bajo el nuevo contexto, porque las organizaciones fueron creadas en un contexto post Segunda Guerra Mundial y funcionaron con todas las debilidades y críticas que se pueda hacer, pero el mundo ha cambiado. Es necesario repensar ese tipo de esquemas y ver como pueden ser articulados, en el entendido de que el Estado sigue siendo soberano, pero hay temas en el mundo como el cambio climático, la corrupción, los derechos humanos que son temas transversales a cualquier soberanía y definitivamente ese es el rol de la gobernabilidad internacional. La mayoría de estos gobiernos autoritarios no pertenecen, ni creen en este tipo de esquemas y por ende se aíslan mucho más, o tratan de utilizar a su favor. ¿Como se explica la participación de Cuba, Venezuela y otros países similares en el Consejo de Derechos Humano de la ONU por ejemplo? Entre estos generan sus relaciones informales para intercambiar y generar ayuda si es necesario. Solo hay que mirar el caso venezolano y el caso de Nicaragua, actores externos como China, Rusia, Irán y otros están involucrados en muchas decisiones.
¿Qué papel jugará Estados Unidos con Centroamérica y Venezuela después de sus elecciones en noviembre?
Yo creo que siempre ha sido importante en el contexto latinoamericano el rol que juega Estados Unidos: para bien o para mal. Particularmente creo que, para bien, hay muchas coincidencias, muchas cosas que se comparten ahora más que nunca con y en Estados Unidos, donde hay una población hispana que sigue creciendo y contribuyendo al desarrollo de una sociedad multicultural y diversa.
Las elecciones de Estados Unidos tienen un impacto no solo en América Latina, sino en todo el mundo, esto nos refuerza de cuan conectados está el mundo aún más hoy con el impacto global que tiene la tecnología y las redes sociales.
Creo que la política va a seguir siendo similar independiente a los resultados, en el sentido que EE.UU. seguirá abogando por la defensa de los derechos humanos, por la defensa de espacios cívicos, y seguirá generando colaboración en temas de anticorrupción. La elección presidencial de noviembre en Estados Unidos va a ser un momento importante, y espero que sirvan de ejemplo al resto de la región, ya que no son unas elecciones normales por el mismo tema que hablaba anteriormente, ya que el contexto está marcado por una hiperpolarización, acentuada por espacios digitales.
¿Qué posibilidades tiene la sociedad civil de revertir la ruta autoritaria?
Bueno, yo creo que mucho depende de seguir generando presión desde distintas perspectivas como la internacional, regional y local, de seguir prendiendo luz a temas que violan principios básicos de derechos humanos. Lo mínimo es generar una cooperación internacional y seguir ejerciendo presión como está pasando en el caso de Venezuela, donde desde adentro y en el exilio la sociedad civil está defendiendo lo poco que queda de la democracia.
Creo que los sistemas autoritarios en el poder hasta cierto punto generan una especie de osificación que les permite mantenerse y una capacidad de reproducirse y sustentarse debido a que logran, aunque parcialmente, restringir la libre expresión y la libertad de prensa. Entonces es importante evitar que se osifiquen con todos los instrumentos, manteniendo la libre expresión, la prensa libre, y dando voz a aquellos activistas prodemocracia en todos los foros internacionales y regionales. Es importante tener medios de comunicación independientes y ciertamente seguir apoyando iniciativas que vienen desde afuera, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o la Alta Comisionada de Derechos Humanos, que de alguna u otra forma nos ayudan a resaltar violaciones y el cierre de espacios cívicos de derechos humanos. Una acción colectiva a ese nivel y un apoyo a los que todavía pueden defender desde adentro es lo único que creo que pueda salvar la osificación y reproducción de gobiernos autoritarios.
¿Habrá una luz para Nicaragua, cuánto tiempo tiene que esperar la población para ver un cambio?
Definitivamente es un proceso, y digamos en el mejor de los casos, si hay un cambio de gobierno esas luces no vienen inmediatamente, hay que trabajar en desmontar toda esa estructura que ha permitido la sustentación de ese tipo de gobiernos. En Bolivia y Ecuador, por ejemplo, la salida de Evo Morales y Rafael Correa ha implicado encontrarse con toda una estructura que sustentaba, que apoyaba sus intenciones de continuar en el poder indefinidamente. Entonces lo principal es seguir alertando, reportando, pero no es definitivamente un proceso fácil ni inmediato, es algo que va a ser difícil de destruir porque todo el sistema está estructurado para sustentar este tipo de esquema. Nos da esperanza los casos de Belarusia, Bolivia, Georgia, y Túnez que, si bien tienen un camino largo por recorrer, están logrando reconstruir y fortalecer sus democracias en gran medida gracias a la presión ciudadana e internacional. La gran lección es que es tan fácil votar por caudillos, lo difícil es deshacerse de ellos.