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“Comandante 3-80”, el exguardia que unió a los campesinos rebeldes

Enrique Bermúdez Varela, un antiguo coronel de la guardia somocista llamado comandante 3-80, dirigió por casi 10 años la Resistencia Nicaragüense que combatió al Ejército Popular Sandinista (EPS) en los años 80, pero no murió en combate, fue asesinado en 1991, después de los acuerdos de desmovilización que obligaba a la Contra a desarmarse.

Bermúdez Varela era un experimentado coronel de la guardia somocista que, al momento de la caída de la dictadura en 1979, era agregado militar de la Embajada de Nicaragua en los Estados Unidos, donde se ganó el respeto de los funcionarios de la Administración de Jimmy Carter (1977-1981). Ese cargo le valió para ganarse la confianza de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que lo comisionó para unificar y dirigir todas las fuerzas militares opositaras al sandinismo.

Según un reportaje publicado en el diario La Prensa, el 27 de julio de 2010, el excontra Luis Fley, llamado comandante Johnson, precisó que Bermúdez tenía un sueldo de unos dos mil dólares mensuales, que les otorgaba el Gobierno de Estados Unidos a los comandantes en concepto de “ayuda familiar”.

Bermúdez nació en León, el 11 de diciembre de 1932 y empezó muy joven su servicio en la Guardia Nacional, ya que para sacar el bachillerato ingresó a la Academia Militar. Luego estudiaría Ingeniería Civil y Militar en Brasil y en la famosa Escuela de Las Américas del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos.

En 1965 fue enviado a República Dominicana como segundo jefe del destacamento de 300 soldados que Somoza dispuso para apoyar la ocupación norteamericana a ese país caribeño, con las denominadas Fuerzas Interamericanas de Paz, que contaban con el visto bueno de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Con su esposa, la dominicana Elsa Italia Mejía procreó 3 hijas y 1 hijo.

Los últimos años de la guerra que derrocó a Somoza del poder, Bermúdez los pasó en Washington como agregado militar en la Embajada de Nicaragua en Estados Unidos, jefe de la Delegación de la Junta Interamericana de Defensa, delegado por Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de Naciones Unidas (ONU), hablaba inglés, portugués, francés y, por supuesto, español.

En la guerra civil de los 80 fue llamado comandante 3-80, debido a que ese número representaba el código de graduación de la Academia Militar de Nicaragua.

Según el diario nicaragüense La Prensa del 25 de julio de 2010, el comandante general de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), primero, y posteriormente de la Resistencia Nicaragüense, “se mantenía en la base llamada Comando Estratégico, que estuvo en varias comunidades hondureñas. Primero en Las Vegas, luego en Capire y finalmente en Yamales. Los cambios buscaban generalmente ponerse fuera del alcance de la artillería sandinista que desde la frontera los bombardeaba”.

Enrique Bermúdez Varela era uno de los hombres más odiados del sandinismo, según Luis Moreno, comandante Mike Lima, exjefe de operaciones militares y miembro del Estado Mayor de la Contra: “haber quitado del poder al sandinismo, era una sentencia de muerte”, aseguró a Expediente Público.

La pieza del ajedrez de Estados Unidos

La participación del comandante 3-80 en la Contra se hizo activa desde principios de 1980 al reactivar la Legión 15 de Septiembre que constaba de menos de 100 exmiembros de la Guardia Nacional. Posteriormente, por el interés de Estados Unidos por contener la influencia soviética y cubana, apoyaron a los rebeldes a través de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y militares argentinos.

El exdiplomático nicaragüense Donald Castillo Rivas, en su libro “Gringos, contras y sandinistas”, manifiesta que a Bermúdez se le dio la tarea de depurar a las fuerzas rebeldes.

“A los males intrínsecos de tipo personal entre los líderes nicaragüenses, se sumaría más tarde la presencia de la CIA que asignaría la administración del proyecto militar a Enrique Bermúdez, quien a su vez, logró desplazar a todos sus posibles competidores, incluyendo a sus antiguos compañeros de armas”, escribe Castillo.

El excontra Luis Moreno contó a Expediente Público que Bermúdez notó que muchos de los militares expulsados del ejército rebelde en sus inicios era gente que tenían ambición y buscaban dinero, por lo cual el comandante 3-80 decía: “Vienen queriendo ser caciques y nosotros somos indios”.

Una de las principales tareas fue unificar en un solo ejército a las fuerzas constituidas por opositores, exguerrilleros sandinistas, desertores del Ejército Popular Sandinista (EPS) y civiles ligeramente armados.

Las diferentes fuerzas rebeldes se le llamaría Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), hasta que en 1985 se le denominó Resistencia Nicaragüense, aunque el apelativo de contrarrevolucionarios o contras otorgado por sus enemigos, realmente caló como nombre popular.

Sin embargo, en marzo de 1988, algunos comandantes del ejército de la Resistencia como Walter Calderón, alias Toño, Diógenes Membreño Hernández, alias Fernando, Encarnación Valdivia, alias Tigrillo y Tirso Moreno, alias Rigoberto, promovieron la destitución de Bermúdez, afirmó Fley a La Prensa.

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Como resultados de estos movimientos y protestas se hicieron cambios en el directorio político de la Contra, quedando como dirigente principal el representante del Estado Mayor Juan Ramón Rivas, comandante Quiché.

El diario La Prensa publicó el 27 de julio de 1988 lo siguiente: “El coronel Enrique Bermúdez dejó ayer su cargo de comandante general de la Resistencia Nicaragüense y pasó a ocupar el puesto de supervisor del área militar dentro del nuevo directorio elegido en República Dominicana, el pasado 19 de julio. El nuevo jefe del Estado Mayor del Ejército de la Resistencia será el comandante Quiché, dijo una fuente. La Comandancia General fue abolida en las estructuras militares de la RN”.

Por otra parte, la presión de los acuerdos de Sapoá en 1989, llevaron al Departamento de Estado de los Estados Unidos a amenazar con reducir la ayuda a Nicaragua y exigir a la Contra cambiar su liderazgo por un campesino y no un exguardia de la dictadura somocista, según el excomandante Luis Moreno. Por eso, se destituye a Juan Ramón Rivas, comandante Quiché, y se elige a Israel Galeano Cornejo, comandante Franklin.

Para Moreno, los acuerdos de Sapoá realizados los días 21, 22 y 23 de marzo de 1988, motivaron al Departamento de Estado a desvincular a Bermúdez de la Contra para ponerle fin a la guerra y comenzar el proceso de desarme.

Maximino Rodríguez, quien combatió en la Contra con el seudónimo Wilmer y actualmente es diputado por el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), considera que Estados Unidos retiró de la Resistencia al comandante 3-80, porque “creían que no facilitaba la desmovilización”.

El escritor Castillo Rivas sostiene que para Estados Unidos el propósito original era deshacerse de la Contra cuando dejara de ser funcional.

El último viaje a Nicaragua

Para Bermúdez Varela, después de casi una década en el campo de batalla, salir de filas de la Resistencia fue una oportunidad para reponer su salud. Se quedó residiendo con su familia en Miami, desligándose de la Contra de manera formal, pero se reunió con todos los comandos y con cada brigada en Honduras para anunciar su salida.

Retornó a Nicaragua en dos ocasiones, primero en noviembre de 1990 y en febrero de 1991, lo asesinaran una semana después de ingresar al país por segunda vez, exactamente el 16 de febrero.

Fley explica que la primera reunión de Bermúdez con los excontras en 1990, luego de su desmovilización, fue en el municipio de La Trinidad, departamento de Estelí, a 126 kilómetros al norte de Managua, ahí los excontras le plantearon que “estaban muy molestos, porque las cosas no salieron a como se tenían planeadas, que los habían traicionado, que solo les quitaron las armas y no había ningún beneficio social y que había represión, que estaban asesinándolos”.

Los desmovilizados de la Resistencia Nicaragüense querían pedirle a Bermúdez que los representara. El exjefe de la Contra les dijo que no podía hacer nada, porque no había negociado con el Gobierno de Nicaragua, pero si mandaban una carta formal a las autoridades pidiéndole que fuera su representante, gustosamente lo haría, explica Fley.

Su segundo viaje fue políticamente muy activo. Los periódicos nicaragüenses El Nuevo Diario y La Prensa registraron que el domingo 10 de febrero de 1991, Bermúdez Varela realizó una reunión con más de 80 dirigentes de la Resistencia, entre ellos, los principales comandantes de las regiones militares de Nicaragua V y VI, es decir, centro y norte del país.

El entonces alcalde de Matagalpa, ciudad a 130 kilómetros al norte de la capital, Frank Lanzas Tercero, miembro de la Unión Nacional Opositora (UNO), había prestado un auditorio de la comuna para realizar la reunión, cuyo principal punto de discusión era el seguimiento a los acuerdos de desmovilización de la Contra con el gobierno de Violeta Barrios, suscritos en marzo y mayo de 1990.

“Necesitamos comida, tierra y medicinas”, reza la pequeña nota publicada en La Prensa, el 13 de febrero de 1991. Asimismo, los exdirigentes de la Contra presentes en la reunión con 3-80 plantearon estructurar una organización para los excombatientes y pedirían nuevamente a Bermúdez que los representara.

Según el excomandante Noel Valdez, el comandante 3-80 era un líder unificador, que siempre estuvo en el campo de batalla, dando orientaciones a los jóvenes campesinos.

El excontra Adolfo Pineda, quien también participó en la reunión de 1991, dijo que dirigentes como Óscar Sobalvarro, alias comandante Rubén e Israel Galeano, alias Franklin (fallecido), no representaban los intereses de las bases, más bien se habían beneficiado con prebendas como casa, carros y fincas, mientras los demás campesinos ni siquiera habían recibido tierras.

Israel Galeano se había convertido en el jefe del Estado Mayor de la Resistencia Nicaragüense en 1990 para dirigir el proceso de desmovilización, luego había pasado a ser funcionario del Ministerio de Gobernación. Había recibido las propiedades llamadas Buena Vista y la Escocia en San Ramón, municipio del departamento de Matagalpa. Según una publicación del medio Confidencial, el 20 de marzo de 2018, después de su muerte en un accidente automovilístico, sus familiares vendieron las fincas a Roberto Rivas, expresidente del Consejo Supremo Electoral, quien fue sancionado en diciembre de 2017 por corrupción y otros delitos por el Gobierno de Estados Unidos.

Según Luis Fley, el principal interés de Bermúdez en su visita a Nicaragua era recuperar las propiedades que el gobierno sandinista le había confiscado en la década de los ochenta, sobre todo una mansión ubicada en el residencial Las Colinas en Managua, y unas fincas en la comunidad de Chiquilistagua, en las afueras de la capital, pero debido a la solicitud de las bases campesinas, había accedido a viajar a Matagalpa.

“Recuerdo que aquí (en Matagalpa) la gente salía las calles, era como una celebración cuando se daban cuenta que en ese vehículo iba el coronel Bermúdez, la gente se salía o se apeaba (bajaba) de los vehículos para decirle adiós, hay gente que sacaba botellas de vino, eso era algo que nunca lo había visto, llegamos y salíamos con una caravana de vehículos siguiendo a Bermúdez”, recordó Valdez.

Cuatro días después, el exjefe contra sería asesinado en Managua.

¿La fórmula presidencial de Alemán?

Según Noel Valdez, en la reunión de Matagalpa, Varela les contó a los dirigentes presentes que tendría una actividad política en el municipio de Esquipulas (a 170 kilómetros al norte de Managua) el 18 de febrero de 1991. En esa actividad participaría el alcalde de Managua, en ese momento Arnoldo Alemán, quien en 1996 resultaría electo como presidente de Nicaragua y en el 2004 sería encarcelado por corrupción.

El Nuevo Diario, que en ese tiempo era un medio de tendencia sandinista, publicó el domingo 17 de febrero, un día después del asesinato de Bermúdez (el crimen fue de noche y los medios impresos publicaron la noticia hasta el 18 de febrero), una nota titulada “Su última aventura”, en la cual denunciaban que el excoronel de la Guardia Nacional, Arnoldo Alemán y otros políticos pretendían desalojar a las cooperativas beneficiadas con la reforma agraria de los ochenta y que estaban ubicadas en los municipios matagalpinos de San Dionisio, Esquipulas y San Ramón.

En la nota firmada por Moisés Castillo se asevera lo siguiente: “Los cooperativistas que han sido blanco de los hostigamientos de los comandos encabezados por Sergio Darío Cruz, son San Cayetano, La Sirena y El Chile, entre otras, que los excontrarrevolucionarios pretendían invadir, luego de ser manipulados por elementos extremistas de la UNO, tales como 3-80, el nefasto alcalde Arnoldo Alemán, Jaime Cuadra Somarriba y el mismo alcalde de la ciudad Frank Lanzas, quienes pretenden cambiar las propiedades de dueños”.

“En ese momento Arnoldo Alemán era alcalde de Managua y parece que ya tenía pretensiones presidenciales para las elecciones de 1996, andaba movilizando, ya una fórmula entre él y Enrique Bermúdez”, explicó Valdez.

El excontra continúa afirmando que “el sandinismo miraba venir toda esa plataforma política conformada por Arnoldo Alemán, alcalde de Managua y Enrique Bermúdez, el líder de la Resistencia que combatió por 10 años el régimen de Daniel Ortega”.

A juicio de Noel Valdez, el FSLN no iba a aceptar que el líder de la Resistencia gobernara este país donde iba a implementar políticas para combatir la corrupción y contra la repartición de tierras a altos mandos del Frente Sandinista, sus allegados o del narcotráfico.

En el protocolo de Managua sobre el desarme, firmado el 30 de mayo de 1990, había un compromiso de brindar seguridad a los excontras y sus familiares, sin embargo, después de la desmovilización, se reportaron entre 1990 y 1992, asesinatos contra unos 217 exguerrilleros de la Resistencia, uno de ellos el mismo jefe Bermúdez.

Valdez considera que también había intereses de otras fuerzas y no solo del FSLN para eliminar al comandante 3-80: “Enrique Bermúdez era de mayor confianza que Arnoldo Alemán o Antonio Lacayo, (el yerno de la presidenta Barrios y el funcionario más poderoso de la época como ministro de la Presidencia) y tenía más cercanía con las bases de la Resistencia, compuesta por un 83 por ciento de población rural”.

Una mafia política detrás de su muerte

Enrique Bermúdez Varela temía que lo mataran, así lo describió el 21 de noviembre de 1990 al cardenal Miguel Obando y Bravo, cuando responsabilizó “a todas las personas que en contubernio con los sandinistas están prestándose al abuso y a la violación de los derechos humanos míos y de aquellos que están siendo perseguidos”.

Bermúdez tenía información del excontra llamado Arístides Sánchez, exasesor político del directorio de la Contra y cofundador de la Legión 15 de Septiembre, quien había sido detenido por la Policía Sandinista el 14 de noviembre de 1990. En medio de su detención, los mismos agentes le contaron sobre las intenciones que tenía la institución (en ese momento comandada por René Vivas) de eliminar a Bermúdez. Esta declaración la confirmaría en el reporte sobre la situación de los excontras que pidió el senador republicano Jesse Helms, para presentar al Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta del Congreso en 1992.

Lea: Memoria del tiempo presente: La guerra entre el sandinismo y la Contra no ha terminado

En su primer viaje a Nicaragua tras la guerra, Bermúdez visitó varios municipios y en una de varias reuniones estuvo con Félix Eladio Garmendia, el hermano de Gabriel Garmendia, conocido como comandante Yahob, asesinado por el Ejército en 2011.

Félix Garmendia dijo que en esa reunión el comandante 3-80 expresó temor por su vida y que había gente de la Contra que estaba a favor de eliminarlo.

Para Valdez, el asesinato del comandante 3-80 fue el resultado de “un complot. La mafia política y el crimen organizado, lógicamente allí no opera solo uno. Hubo una red de mafiosos interesados en silenciar, en ese momento, la vida de una persona tan importante a nivel nacional e internacional como lo era Enrique Bermúdez, es probable que el Ejército haya tenido que participar, la Policía Nacional, el Frente Sandinista y otros interesados.

Según Adolfo Pineda, excomandante Fabio, dentro de esa mafia que menciona Valdez, pudo haber participado algún conocido desmovilizado de la Resistencia, porque el día de su asesinato Bermúdez Varela se dirigió de noche a un hotel contiguo a las instalaciones del Estado Mayor del EPS, sin ninguna medida de seguridad ni guardaespaldas, tuvo que ser alguien de confianza que hiciera la llamada para que fuera al lugar indicado sin tomar precauciones.

Las inconsistencias investigativas y la versión de Estados Unidos

A Bermúdez lo mataron desconocidos, le dispararon a la cabeza, mientras salía para abordar su camioneta, una Cherokee azul, estacionada frente al Hotel Intercontinental, actualmente Crown Plaza, contiguo a las instalaciones del Estado Mayor del Ejército Popular Sandinista. Eran las 9:45 p.m. del sábado 16 de febrero de 1991.

En la nota periodística publicada por La Prensa el 18 de febrero de 1991, se reportan testigos que después del crimen vieron salir del hotel dos motocicletas, una camioneta pickup y un carro Volkswagen.

Al cadáver de Bermúdez Varela le hicieron autopsias en Nicaragua y Estados Unidos. En Nicaragua, le realizaron tres exámenes forenses donde, según Fley, le extrajeron todas las vísceras y señalaron que lo habían matado a distancia de un balazo en la base del cráneo, en trayectoria ascendente de izquierda a derecha. En cambio la autopsia realizada en Miami por el doctor Joseph H Davis, examinador médico del condado de Dade, indicaba que al comandante 3-80 lo habían asesinado con una Combloc (armamento del bloque comunista), calibre 32 o 7.62×39 milímetros, con dos balas simultáneas, de derecha a izquierda en la región parietal derecha de la cabeza, a escasos 50 centímetros del cuerpo. El arma funciona con presión de aire, silenciosa y sin rastros de pólvora.

El tipo de arma reconocida en la autopsia de Miami, la Combloc explica por qué las personas cercanas al lugar de los hechos no escucharon ninguna detonación, aunque extrañamente la bala que la Policía encontró cerca del Hotel, un día después del asesinato, no tenía nada que ver con el tipo que se había usado para matar a Bermúdez.

Las armas Combloc, son armas de fabricación soviética, usada por el Frente Farabundo Martí (FMLN), la guerrilla salvadoreña. Este tipo de pistolas de baja presión de aire son normalmente utilizadas parar perpetrar asesinatos y se dejaron de fabricar desde finales de los 80.

Según la publicación de La Prensa del 15 de febrero de 2001, en la autopsia realizada en Miami participó el ministro de Gobernación Carlos Hurtado, quien quedó sorprendido con estos resultados y se comprometió a darle seguimiento en Nicaragua.

Para llegar a esta conclusión pasaron alrededor de 8 meses, después de la primera autopsia que le realizó en Nicaragua, la que a su vez estaba acompañada de una investigación policial llena de contradicciones, testigos poco creíbles y acusaciones sin pruebas.

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Por ejemplo, la Policía dijo tener el testimonio de una persona llamada Martha Lisseth Salvo Campos, quien aseguraba ser una testigo ocular del asesinato, pero que había dado detalles poco creíbles como el color de la faja del asesino, quien supuestamente también llevaba puesto un traje que impediría ver ese detalle, peor de noche. Esta versión fue rechazada por la comisión investigativa que impulsó el gobierno de Violeta Barrios.

Luis Fley, conocido como “comandante Johnson”, quien fue miembro de la comisión investigadora que se creó para esclarecer la ejecución, afirma que el proceso investigativo en Nicaragua estuvo lleno de inconsistencias, que impedían llegar a los verdaderos actores del hecho, por lo que tomó la decisión de presentar su propio informe.

“Identificar el número desde donde se hizo la llamada a Bermúdez era un asunto que se pudo resolver desde Telecomunicaciones y Correos (Telcor), pero no hubo beligerancia de parte del gobierno de Violeta Barrios para gestionar esa pesquisa”, advirtió.

Otra fuente, un excontra que no quiso revelar su nombre, dijo que Antonio Lacayo, ministro de la Presidencia y Carlos Hurtado, ministro de Gobernación, “sabían que Bermúdez Varela no tenía guardaespaldas. El comandante tenía temor, porque no tenía protección. Él solicitó escolta a Gobernación y le dijeron que, si los quería, andarían sin armas. ¿Para qué los querría sin armas?, les dijo, si me van a matar que me maten a mí solo, así no expongo a más gente”, explicó la fuente.

Por otro lado, el comandante Bermúdez había reportado en su diario personal las placas de los vehículos que sentía que lo estaban persiguiendo días antes de su asesinato. Este elemento fue omitido por la Policía Nacional para esclarecer el hecho.

La noche del asesinato

En la crónica de La Prensa de 18 de febrero de 1991, se intenta reconstruir el hecho, en su antes, durante y después, tomando en cuenta las versiones policiales de la época y algunas pesquisas del mismo medio a personas que pudieron estar presentes en el lugar del asesinato de Bermúdez.

En esta publicación se relata que el líder de la Contra llegó al hotel como a las 8 y 30 minutos de la noche, lo vieron entrar al bar llamado La Cita, buscando a alguien, rápidamente se fue de ese lugar para entrar en otros salones del edificio y decidió regresar al bar para conversar con personalidades que conocía, entre ellos, Carlos García, el ministro de Deportes, Roberto Cedeño, vicealcalde de Managua y el alcalde de Miami, Pedro Reboredo, quien estaba de visita oficial.

Aunque la mayoría de sus conocidos se habían marchado antes, el abogado Ronald Martínez Sevilla, salió poco después de las 9:30 de la noche, encontrándose con que Bermúdez era trasladado en una ambulancia.

El gerente del Intercontinental Miguel Franco había encontrado el cuerpo cerca del jeep Cherokee azul que manejaba Bermúdez. El auto estaba abierto, al parecer la víctima entraba al auto cuando fue sorprendido.

Según la versión policial, un solo hombre huyó en un vehículo que estaba parqueado cerca del lugar de los hechos.

La Policía indagó con posibles testigos que pudieron haber estado cerca del estacionamiento donde fue impactado Bermúdez, incluido a dos supuestos taxistas llamados Rafael Law Cordero y Juan de la Cruz Tapia, quienes afirmaron que no escucharon nada.

Al día siguiente, cuando aún no habían colocado vallas de seguridad en el parqueo del hotel, el jefe de la Policía Nacional Rene Vivas, junto a funcionarios del departamento de balística e investigación criminalística, no encontraron más evidencia que una bala calibre 32, cercana al lugar de los hechos, pero ningún casquillo fue encontrado en menos de 300 metros de distancia.

El dictamen médico forense de Estados Unidos determinó que el arma Combloc que había impactado a Bermúdez solo puede cargarse con dos balas, las que impactaron la base del cráneo del comandante 3-80.

Hay varias versiones sobre los criminales. Un excontra de La Dalia, municipio del departamento de Matagalpa (175 kilómetros de Managua), llegó a decir que el pistolero vivía en un barrio de la ciudad de Matagalpa, llamado La Chispa y que en borracheras había confesado su crimen.

El informante excontra también tiene una versión en donde son unos niños los principales testigos: “Eran chavalitos que cuando el señor (Bermúdez) salía, fueron a pedirle reales (dinero), y era cierto, uno llegaba ahí (a la entrada del hotel) y se te pegaba el chigüinero (niños) a pedir. Dicen que cuando él estaba viendo las llaves de su carro, salió un hombre por detrás del carro y sonó un chis, chis, y el hombre cayó”.

Según este informante, los niños vieron cuando el supuesto asesino de Bermúdez parqueó el vehículo buscando la salida, a la orilla de una malla, que dividía en ese entonces el centro comercial del lado norte con el hotel. Estuvo escondido entre la malla y el carro y cuando vio venir a su víctima, se le acercó y le disparó, luego se fue a montar a un vehículo marca Lada, de origen soviético, de color blanco, ahí lo estaban esperando”, explicó.

El sospechoso señalado por los niños, era un hombre que cojeaba.

Lo que sabía el Gobierno de Barrios

Según una fuente anónima de la Resistencia, el Gobierno y el Ejército estaban enterados de los movimientos de Enrique Bermúdez desde que recibieron las cartas que las bases habían dirigido al Ministerio de Gobernación para que el comandante 3-80 representara a los desmovilizados, señala en particular a la oficina de Lacayo en el Ministerio de la Presidencia.

La fuente sostiene que fue su secretaria, Luz Marina Smith, quien recibió la misiva, y de ahí “le dieron copias a Inteligencia del Ejército”.

“Llegaron a mi casa a preguntarme, a interrogarme, acompañados de miembros de la Seguridad del Estado, que sí era verdad que se habían dado esas reuniones y que sí esas cartas eran reales. Yo les dije que sí, que las reuniones se habían dado, que la gente no se sentía representada, que la estaban engañando, y que ellos querían que Bermúdez fuera su nuevo representante”, expresó el informante.

Asimismo, aseguró que “hubo una reunión en la oficina de la Presidencia con unos contras que estaban con el gobierno de Violeta Barrios, y trabajaban con el ministro Lacayo, le dijeron que Bermúdez era una amenaza, que sí aceptaban eso, él podía descarrilar el proceso de paz”.

“Así fue como a Bermúdez no lo aceptaron como representante de los contras. No hubo ningún comunicado. Era preferible asesinarlo en esa etapa nueva de democracia que estábamos viviendo, de ahí vino el complot. Bermúdez era una amenaza, un hombre firme en sus posiciones, no hubiera negociado nunca con los sandinistas ni nada de eso. Era una amenaza política para la clase gobernante”, comentó el excontra.

Asesinato al estilo de sicarios

Permitirle a ese hombre, llamado “comandante 3-80”, que dirigiera partidariamente una fuerza política opositora compuesta la misma población rural que había participado en la contrarrevolución, pudo haber sido uno de los principales móviles de su misterioso asesinato, según testimonios de varios excombatientes de la Resistencia recopilados por Expediente Público.

Han transcurrido 28 años y su expediente sigue abierto sin sospechosos detenidos ni acusados. Arnoldo Alemán presidente de Nicaragua de 1997-2002 le prometió a Elsa Italia Mejía, la viuda de Bermúdez que reabrirían el caso, pero no ocurrió así.

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Según un reportaje publicado en La Prensa, el caso estuvo archivado en el Juzgado Segundo de Distrito del Crimen, a cargo de Ricardo Flores González, hasta 1992 cuando el expediente 80/92 fue enviado a la Procuraduría Penal. Mientras tanto, en la Policía Nacional el mismo caso numerado 0217-91 se catalogó como “Expediente en busca de culpables”.

La contra se dispersa

Después del crimen contra Bermúdez, surgió en 1992 el Partido Resistencia Nicaragüense (PRN), con la intención de darle una expresión política a la Contra, entre sus fundadores están Leonel y Miguel Ángel Espinoza, Luis Fley González y Noel Valdez.

El PRN se organizó en todo el país y participó en las elecciones municipales del 1994, 1996 y en 2001, cuando se nombró presidente del partido a una persona que no fue de la Contra, Salvador Talavera, aunque sí lo fue su hermano, José Ángel Talavera, excomandante Chacal, uno de los líderes de la agrupación de rearmados Frente Norte 3-80.

Salvador Talavera se alió con Daniel Ortega durante su campaña electoral en 2006, “desde esa fecha el partido está secuestrado, las siglas, aunque no sus bases”, expresó Valdez.

Para el excomando, aunque el PRN haya logrado colocar 2 o 3 diputados en la Asamblea Nacional, eso no significa que estas personas representen a la Resistencia, porque “la inmensa mayoría de la Contra no está en el Frente Sandinista, está haciendo oposición”.

Actualmente, no hay un partido que aglutine a toda la fuerza que representó a la Contra, sino, varias organizaciones: Hay una expresión política, el FDN y otras de la sociedad civil como las oenegés de los discapacitados de la Resistencia y grupos que se han participado en protestas contra la represión o exigiendo cumplimientos de acuerdos o participaron en las marchas cívicas que iniciaron el 18 de abril 2018, anteriormente, grandes sectores de este otrora ejército irregular participaban en los famosos miércoles de protesta que se daban antes de la crisis, precisa Valdez.

“Allí está una Contra dispersa, participan en elecciones con los partidos liberales, en los partidos democráticos de oposición al Gobierno, y participan como candidatos a alcaldes, concejales o diputados, se mantiene viva esa luchar contra el régimen de Ortega”, aseguró.