*Expediente Público trae la historia de cinco jóvenes que, a pesar de estar sufriendo las consecuencias de su involucramiento en las protestas en abril del 2018, siguen en resistencia creyendo que en Nicaragua se puede lograr la democracia.
**Actualmente el régimen de Nicaragua mantiene encarcelados a 181 opositores, 36 de ellos son jóvenes. El número de exiliados sigue en aumento debido a la falta de oportunidades y la represión.
Expediente Público
«Ella es una joven muy valiente, no le ha importado sufrir las consecuencias, con tal de levantar la voz por los que ya no pueden levantarla”, contó a Expediente Público Carol Jirón, mamá de la presa política, Samantha Jirón, una de las activistas más jóvenes condenada a ocho años de cárcel por supuestamente violentar la Ley de Ciberdelitos.
La violencia desmedida que desató el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua sigue haciendo eco cuatro años después de aquel agitado 18 de abril del 2018, causando severos estragos en el futuro de la juventud, que solo pueden aspirar al exilio o la cárcel.
Según cifras recopiladas por Expediente Público , los nicaragüenses en el exilio sobrepasan los 284 mil, siendo Costa Rica su principal destino. Según Popol Na, la población refugiada, en su mayoría, es menor a 35 años; y el 23% de migrantes son estudiantes que participaron en las manifestaciones y protestas.
El Mecanismo de Reconocimiento de Presos y Presas Políticas en Nicaragua documenta, hasta marzo del 2022, 170 detenidos bajo la crisis socio-política, donde 36 son jóvenes.
“Eran estudiantes, no eran delincuentes”. Los gritos de las madres y miles de jóvenes resuenan por las calles que vieron pasar multitudinarias marchas que tenían como objetivo mostrar el repudio, no solamente por años de silencio ante los agravios de la pareja presidencial, sino también por la mortandad de las balas que iban directo a truncar los sueños y luchas de muchos nicaragüenses. De más de 355 asesinados registrados por la Organización de Estados Americanos (OEA), al menos 45 son jóvenes estudiantes.
Expediente Público recopiló las voces resilientes y rebeldes de cinco jóvenes que siguen resistiendo y persistiendo en la lucha cívica, en la que exigen justicia y no repetición al actuar del gobierno de Nicaragua, el cual busca la sumisión absoluta del sector que levantó barricadas para protegerse e instaló mesas de diálogo para lograr el cambio.
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La juventud como símbolo de resistencia
¡Soy inocente!… ¡Yo solo he luchado por la libertad de este país!, gritó Samantha en su juicio.
La joven de 22 años, se integró a la lucha mientras cursaba su cuarto año de bachillerato. Su mamá relató a Expediente Público que en 2018 Samantha se unió a apoyar en los puestos médicos de Masaya, donde su valentía y el “amor desmedido al prójimo” la llevó a persistir en la lucha.
El castigo para Samantha es el mismo que para muchos jóvenes, primero tuvo que exiliarse en Costa Rica, donde logró culminar su bachillerato y seguir haciendo disidencia con grupos opositores y defensoras de los derechos de la mujer.
En 2020 regresó a Nicaragua y fue capturada el primero de diciembre de 2021, tras las elecciones generales de Nicaragua, donde colaboró en la campaña del precandidato presidencial, ahora encarcelado, Félix Maradiaga. Fue sentenciada a 8 años de cárcel el pasado 2 de marzo.
Doña Carol relata que su hija es un símbolo de resistencia. “Me permitieron estar en el juicio. Yo días antes le dije que entrara con la cabeza en alto porque no les debe nada a ellos, que son los delincuentes. Le dije que portara ese traje azul (que ponen a los presos en Nicaragua) y esas esposas con orgullo. Que no tenga miedo, porque ellos algún día van a pagar las atrocidades que están haciendo”, manifestó la mamá de Samantha.
Entre las pruebas presentadas en el juicio, acorde a declaraciones de doña Carol, estuvieron dos entrevistas brindadas por Samantha a medios de comunicación internacionales, conversaciones de WhatsApp, al igual que artículos publicados por ella.
“Ocho guardias la rodeaban, mirándola con odio, pero ella siempre me volteaba a ver y me hacía corazones con la mano. Llegó un punto que me tenía nerviosa porque los de la policía estaban dando su discurso y los de la fiscalía estaban echando su veneno y ella estaba mostrándose de lo más tranquila”, comentó.
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“Ella a mí me llama los lunes, solamente 15 minutos”, contó doña Carol Jirón, quien también la visita en el Sistema Penitenciario para Mujeres “La Esperanza”. Y puede visitarla cada 21 días. Hay días en que la encuentra fuerte, pero la tristeza es un factor que no se puede dejar de lado debido a que la incertidumbre y el miedo son casi tangibles.
Es por esta razón que se limita a dar declaraciones y entrevistas: “Me da miedo decir algo que la perjudique y que le hagan daño o que no me dejen ir a verla”, confesó.
En la dificultad prevalece la fuerza
Neyma Hernández, joven activista de Tipitapa, participó en las marchas autoconvocadas y también ayudaba en la recolección de víveres para las personas que se encontraban en los tranques, actividades que llevaron al régimen a iniciar la persecución, hostigamiento y constante amenaza para ella y su familia.
En 2019, después de ir a Masaya en apoyo a los familiares de presos políticos que iniciaron una huelga de hambre en la iglesia San Miguel Arcángel, fue capturada junto a otros miembros de la Unidad Azul y Blanco (UNAB), organización que aglutina a diferentes entidades opositoras al régimen.
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Su estadía en la cárcel de El Chipote estuvo llena de tragos amargos. Su condición de salud decayó enormemente tras contraer una bacteria en el estómago. Sus compañeras iniciaron una huelga de hambre para exigir atención médica inmediata para Neyma. Ella se unió a la protesta, pero debido a su deterioro le dio un preinfarto, por lo que fue trasladada de emergencia al hospital Carlos Roberto Huembes de la Policía.
Neyma contó a Expediente Público que los oficiales la sacaron engañada del hospital argumentando que era martes de visita y que la iban a llevar de regreso al Chipote. Al salir de allí, su pesadilla empeoró hasta convertirse en “un trauma que no he podido superar”, relató.
“Me dan una pastilla que supuestamente era para la presión, uno de los oficiales del Chipote, Victoriano Ruiz, comienza a decirme que me la tome, o si no, me quedaba en el hospital. Cuando yo me tomo la pastilla, es con miedo porque momentos antes ya me habían dado mi pastilla para la presión”, expuso.
«Me montaron en la patrulla y la ruta por la que íbamos no era la del Chipote. Pregunté y no me contestaron. Me sentía decaída, solo recuerdo que íbamos por el estadio y de allí ya no supe. Me despierto en Medicina Legal, sin ropa. Entró una mujer, doctora, que puedo identificar como lesbiana. Pone la mano entre el hombro y el pecho, yo me asusto más. Ella sabe qué me pasó”, relata la joven.
La desesperación inundó a Neyma. Entre gritos, llanto y clamor de ayuda, comenzó a revisarse el cuerpo en busca de alguna pista de lo que le pasó. Los oficiales comenzaron a tocar la puerta.
¿Ya podemos empezar? – preguntó uno de los custodios.
No, todavía no- contestó la mujer, mientras Neyma buscaba su uniforme. No estaba.
Me abusaste- le gritó Neyma a la mujer, mientras esta la instaba a tranquilizarse.
Los oficiales entraron al escucharla alterada. Le dieron su ropa y se dirigieron al Chipote, no sin antes ser advertida que no debía contar a nadie lo que pasó. En el penal la esperaban su madre y Tamara Dávila, a quienes no comentó lo sucedido hasta un tiempo después. Tamara es una psicóloga que ya lleva diez meses recluida como presa política del régimen.
“Si eso me lo hicieron a mí, que los familiares estaban pendientes y les dejaban verte. Es preocupante lo que puede estar pasando con los presos políticos de ahorita”, alertó Neyma, quien actualmente se encuentra en el exilio por miedo a volver a las terribles cárceles del régimen.
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“La vida de los jóvenes es completamente reprimida por Ortega. A pesar de eso Neyma Hernández es una chavala con un propósito positivo en lograr lo que ella quiere realmente. Ella quería ir a la universidad. Llegó a la universidad. Ella quería ser una persona que realmente fuera el orgullo de su familia. Lo es. Eso es el orgullo de su familia”, sostuvo Neyma.
La venganza directa del régimen
“¿Para qué te metiste en esto?”, “Te pasa por tranquero y por andar en las marchas”, “Eras de UNEN, tenías un salario, eras buen estudiante, no sé por qué te metiste a esto. Aquí vas para largo”, le reprochaban los oficiales constantemente a Dilon Ramos, activista estudiantil de Matagalpa. UNEN es la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, oficialista.
En la tarde del 18 de abril de 2018, los jóvenes que se unieron a las protestas estaban saliendo de la universidad y el trabajo. Otros se preparaban para resguardar las instalaciones del Instituto de Seguridad Social (INSS), o sacar de manera violenta a los estudiantes de la UNAN (Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua), por seguir órdenes incuestionables que tenían como consigna engañosa “resguardar la paz de Nicaragua”.
Tal es el caso de Dilon, quien, de manera repentina al ver la violencia, abrió los ojos y su renuncia a UNEN, el 19 de abril, fue uno de sus primeros actos de rebeldía. El castigo que le proporcionó el régimen fue la cárcel, exilio, secuelas psicológicas y físicas.
«La tortura física, psicológica y sexual eran usadas de manera general, tanto para hombres como mujeres”, declaró.
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Tras distintos intentos de la policía y paramilitares de detenerlo, fue capturado el 21 de julio del 2018, tras volver de Rivas, al no poder llegar a Costa Rica.
El día de su captura un agente le dio con la culata de su AK-47 en la cabeza, a la altura de la oreja derecha, lo que le hizo perder la capacidad auditiva en ese lado.
Ese fue solo el inicio de una serie de golpes y torturas que incluyeron electrochoques en los testículos, interrogatorios constantes y situaciones precarias e insalubres en las celdas. Sin embargo, su gallardía se mantuvo intacta.
“Les tirábamos jabones a los custodios, les tirábamos pinol, o sea, nos manteníamos fregando a cada rato” recuerda Dilon. En sus 10 meses de cárcel nunca perdió su alegría y enfatiza que sus compañeros le tenían un gran respeto por su disponibilidad a brindar apoyo.
La venganza del régimen no se acabó una vez que fuera liberado en 2019, tras acogerse a la Ley de Amnistía aprobada por el régimen. Al salir, se dio cuenta que había sido expulsado de la UNAN-FAREM (Facultad Regional Multidisciplinaria) de Matagalpa, donde cursaba su cuarto año de Contaduría Pública.
En 2020 Dilon volvió a esforzarse por sacar su carrera universitaria en la UCA (Universidad Centroamericana), pero en 2021, se involucró en la campaña política de Maradiaga y, tras la captura del candidato, el miedo y la zozobra ante lo que podía pasar, lo obligó a tomar la decisión de exiliarse. Actualmente aspira a entrar a la Universidad de Costa Rica (UCR) y, de la mano con el activismo, sacar su carrera.
Resiliencia y rebeldía van de la mano
“Desde pequeña yo traía la chispa, me gustaba leer el periódico. Fui creciendo y en el colegio no me ibas a ver lamiéndole las botas al gobierno, a pesar de que te lo pedían. Cuando entré a la UCA me sentí en la libertad de realizar activismo”, expuso Brenda Merlo, creadora de contenido en redes sociales, con casi cuatro años en el exilio. Atrás dejó, a sus 18, su carrera de Comunicación.
Merlo, conocida en redes sociales como “Womanly Random”, se involucró en las protestas desde el 18 de abril. Ayudaba en la recolección de víveres y participaba en las marchas y plantones de estudiantes autoconvocados.
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En junio de 2018 su vida comenzó a correr peligro. “Ya estaba bien metida en las protestas. En una donación de sangre, la mujer que tomaba datos tenía una camisa del Frente Sandinista, la confronté, y un periodista comenzó a transmitir en vivo. Días después, paramilitares me intentaron secuestrar. Es allí donde decidí exiliarme”, relató.
Brenda comenzó a reconstruir su vida en el exilio. Su difícil proceso fue superado gracias a su resiliencia. Después de algunos meses logró, por su cuenta, obtener asilo político, que le permitía estar legalmente y conseguir trabajos más estables económicamente.
La salud mental de los jóvenes nicaragüenses se ve afectada por un sinnúmero de eventos difíciles de procesar. Una juventud que ha tenido que experimentar los asesinatos, la violencia desmedida, la persecución, la incertidumbre, el hostigamiento.
“Hay días en los que no querés nada, yo me he querido suicidar cuatro veces. Hay días en los que no podés estar en el exilio, no hay una fórmula mágica. Para lograr estabilidad tuve que pasar por discriminación y malos tratos”, comentó Brenda.
La juventud persiste
“Fue un golpe muy fuerte, significó muchísimo esfuerzo, sacrificio, el poder llegar a quinto año de Medicina. Era mi último año. En la fase final de las dos carreras que he estudiado, el gobierno me ha afectado y al día de hoy no soy licenciado en ninguna de las dos”, lamentó Elton Rivera, quien forma parte de los más de 170 estudiantes expulsados de distintas universidades del país por participar en las protestas antigubernamentales y sufre las consecuencias del cierre de 18 universidades.
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Era apático a temas político, hasta el 19 de abril. Ese día se encontraba en el Hospital Alemán Nicaragüense, cumpliendo con su rotación, y comenzó a ver que llegaban jóvenes heridos de la Universidad Nacional Agraria (UNA). Al salir de allí fue testigo de cómo miembros de la UNEN agredían al estudiantado de la UNAN-Managua. Esto lo motivó a dar primeros auxilios en medio de las protestas estudiantiles que estaban siendo reprimidas.
Ese mismo día fue arrestado por unas horas, fue golpeado e interrogado de manera extensa. “Cuando yo salgo, ya en la radio suenan los primeros tres asesinados de ese día. El primero que yo escuché fue Richard Pavón”, recapituló el joven. Eso le cambió el panorama y, en adelante, tuvo una participación activa en las protestas.
El régimen utilizó una de sus tácticas predilectas cuando se trata de castigar a la disidencia estudiantil y es cerrarle los espacios. A pesar de ya tener en mente que ese sería su posible destino, a Elton le pegó muy fuerte cuando entró al portal de la universidad y leyó el mensaje que decía: «Expulsión por falta grave comisión especial transgresión al artículo 35”. Además, actualmente las autoridades universitarias le retienen información que le impide culminar sus estudios de Medicina fuera del país.
Elton no se rindió y además de seguir con la representación estudiantil, inició sus estudios en Ciencias Políticas, carrera en la que solo le faltan 3 meses en la Universidad Paulo Freire, donde es cofundador de un programa de becas para estudiantes en su misma situación. Sin embargo, esa institución fue confiscada por el Estado en febrero de este año.
Al no tener alternativas se vio obligado a exiliarse. “Todo exilio es difícil, pero más cuando uno toma la decisión de la noche a la mañana y tiene que salir con una mochila con un poco de ropa, nada más, dejando todo atrás”, relató el joven.
Una de las lecciones que ha debido aprender en el exilio es “no rendirse. Creo que una de las cosas más importante, la resiliencia que hemos tenido que aprender muchos jóvenes, ha sido parte del proceso de crecimiento también. Entonces, dándonos cuenta que vivimos en una dictadura, que en nuestro país no hay libertades, entonces toca tomar acción”, enfatizó.
Elton explicó que actualmente se encuentra trabajando con el rector de la Universidad Paulo Freire para ver si pueden garantizar a los estudiantes del programa continuar con sus estudios.