* Cuatro impactantes relatos de excarcelados nicaragüenses, quienes describen las torturas sufridas antes de ser desterrados a Guatemala.
** Las condiciones carcelarias de los presos políticos empeoraron desde el destierro de los primeros 222 en febrero de 2023, señalan testimonios.
Marysabel Aldana
Cobertura Especial / Expediente Público
En los ojos de los excarcelados y desterrados nicaragüenses en Guatemala aún se percibe la angustia y en sus voces el eco del sufrimiento vivido en las cárceles de Nicaragua.
Guatemala se convirtió este 5 de septiembre en el refugio de 135 nicaragüenses que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo desterró tras encarcelamiento y tortura.
Están libres, pero lejos de casa, de sus familias, sin saber cuándo o si alguna vez podrán regresar.
De los 135 presos políticos excarcelados este 5 de septiembre de 2024, algunos prefieren no dar entrevistas, porque antes de salir de las cárceles donde cumplían condenas injustas, personal del régimen les amenazó con represalias contra sus familiares que permanecen en Nicaragua.
A pesar de eso, entre los desterrados en Guatemala, Expediente Público logró recupilar cuatro testimonios.
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¿Seguirán luchando por la democracia en Nicaragua?
Estados Unidos se atribuyó el logro de la excarcelación de los 135, después de meses de negociación, es el segundo grupo de prisiones políticos tras los 222 desterrados por el régimen en febrero de 2023.
En esta ocasión el Gobierno de Bernardo Arévalo apoyó al recibirlos y facilitarles 90 días de estadía para que regularicen su estatus migratorio y decidan su futuro.
Muchos de los desterraros dijeron a Expediente Público que mantienen el compromiso de continuar ejerciendo el activismo político.
Están recibiendo atención médica y psicológica, así como orientación migratoria por personal de la Embajada de Estados Unidos, Naciones Unidas, grupos religiosos y organismos de derechos humanos.
Torturado por sus creencias religiosas
Mario Alberto Iglesias Pereira, uno de los excarcelados, aún no puede creer que ya no está tras las rejas. Durante los 14 meses que estuvo preso injustamente.
«Nos cortaban el pelo, limpiábamos las celdas… Nos decían que íbamos a salir, pero nunca era verdad», recuerda Mario con la voz temblorosa a Expediente Público.
Cada vez que los carceleros les anunciaban una posible liberación, solo jugaban con sus emociones, sumergiéndolos en una montaña rusa de esperanza y desesperación.
Para Mario Iglesias, todo comenzó con un simple grito de fe. Durante una celebración religiosa, la celebración del Sagrado Corazón de Jesús levantó su voz en nombre de un cambio en Nicaragua.
Ese gesto, que parecía inofensivo, bastó para que fuera señalado y detenido por la policía del régimen.
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Una traición dentro de una integrante fiel al orteguismo en de su propia parroquia lo condenó a más de un año de sufrimiento.
«Me acusaron por decir que Jesús vive y que Nicaragua necesitaba un cambio», relata. Desde que fue encarcelado, Iglesias Pereira sufrió tratos inhumanos.
Los custodios le dejaban los platos con comida en el suelo y solo le permitían recibir 20 minutos de sol al día en el patio de la cárcel.
Noche de excarcelación: el inicio del destierro
La noche del 4 de septiembre de 2024, Mario y otros presos políticos notaron movimientos extraños en la cárcel.
«Nos dijeron que nos bañáramos, lo hicimos. Luego que arregláramos la celda (…). Nos llevaron unos uniformes nuevos, zapatos y ropa limpia. (Esa noche) no lo creímos hasta que nos subieron a un avión», cuenta Iglesias Pereira con lágrimas en los ojos.
“De pronto empezamos a salir de la prisión. Nos trasladaron en la noche, cuando llegamos al aeropuerto no lo podíamos creer, porque todo parecía un sueño», dice el excarcelado.
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Destino: Guatemala, el exilio forzado
Al subir al avión, los estaban esperando personal con chalecos rotulados con la frase “Derechos Humanos”, quienes les explicaron que serían llevados a Guatemala, porque el régimen los había desterrado.
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El avión con el grupo de los 135 excarcelados políticos nicaragüenses aterrizó alrededor de las 6 de la mañana del 5 de septiembre en el aeropuerto de Ciudad de Guatemala.
Fueron recibidos por personal de la embajada de Estados Unidos, la cancillería y el Instituto de Migración de Guatemala, quienes les ofrecieron desayuno para reponer fuerzas.
Luego, se les entregó ropa limpia y fueron trasladados a hospitales para evaluar su estado de salud.
Al mediodía del jueves, algunos recibieron teléfonos celulares para contactar a sus familias y anunciarles que estaban libres, aunque en un país extranjero.
Por la tarde, los trasladaron a los hoteles, algunos hablando durante horas con sus esposas, hijos, padres y amigos cercanos.
Para Iglesias, la mayor bendición fue hablar con su esposa y explicarle que estaba vivo y libre, pero con la tristeza de que no sabe cuándo volverá a abrazar a sus seres amados.
Lester Solís: preso por gritar tibertad
Lester Antonio Solís, de 42 años, fue detenido por gritar en una plaza pública que Nicaragua necesitaba retornar a la democracia.
Solís estuvo 13 meses en prisión por el delito de traición a la patria. «No tengo familia en Guatemala, no sé qué va a ser de mí», confiesa con la voz cargada de nostalgia.
Solís conversó con Expediente Público fuera del hotel donde está albergado y recuerda que la tarde del 2 de agosto de 2023, oficiales de la policía llegaron en tres patrullas a su casa en el barrio de Masaya.
Lo acusaron de traición a la patria e incitación a la violencia, los mismos delitos que al resto de opositores, sacerdotes, defensores de derechos humanos, estudiantes, periodistas y activistas adversos al régimen.
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En las primeras horas de libertad, Solís reconoce a los otros excarcelados como los amigos que encontró en el infierno de las celdas.
El Gobierno de Arévalo les otorgó a los 135 nicaragüenses desterrados 90 días para decidir si tramitan su asilo en el programa de Movilidad Segura de Naciones Unidas, que le permitiría ir EE. UUUU u otro país de acogida o permanecer en Guatemala.
17 meses preso sin justificación
Manuel Antonio Sánchez, de 65 años, originario de Managua, pasó 17 meses en prisión sin saber por qué. Policías de la dictadura lo arrestaron frente a su casa sin darle una razón.
Durante su encarcelamiento, enfrentó enfermedades respiratorias, problemas estomacales y un miedo constante a lo desconocido.
“Dormía en una colchoneta, sin una cama, a veces me daban de comer”, relata Sánchez a Expediente Público.
Hubo días en que Sánchez iban a dormir con la esperanza de que al día siguiente “se apiadaran de mí y mis compañeros” y los liberaran.
Al llegar a Guatemala, la primera comida fue para Sánchez “fue un manjar, (porque) llevaba más de un año sin probar algo con sabor, y lo mejor es que me lo dieron en libertad, aunque no sea en mi país”.
Ese sencillo plato representó un destello de esperanza, un símbolo de vida después de haber perdido la motivación para seguir adelante.
“Ahora estoy libre”
José Enrique Sánchez, de 38 años, otro excarcelado, prefiere enfocarse en el presente en lugar de revivir el tormento que experimentó en Nicaragua.
“Lo único que puedo decir es que gracias a Dios estoy vivo, fuera de Nicaragua. Aunque me duele no estar con mi familia, sé que ellos entienden que lo importante es que en Guatemala estoy vivo”, comentó a Expediente Público, mezclando dolor y alivio.
Sánchez estuvo recluido durante 17 meses, pero fue solo en los últimos cuatro que le permitieron salir al patio a tomar el sol.
En la prisión no tenía permitido hablar con otros detenidos ni hacer amigos, y tampoco recibió visitas, por miedo a que lo que le sucedía a él pudiera afectar a sus seres queridos.
Sánchez no contempla regresar a Nicaragua. El miedo de revivir las pesadillas tras esas paredes es demasiado grande.
“Ahora que estoy libre, no quiero volver a vivir lo que pasé ahí” (en las cárceles del régimen de Nicaragua), afirmó con determinación.
Fue uno de los primeros en aceptar la ayuda psicológica que le ofrecieron las autoridades en Guatemala, admitiendo que necesita más apoyo del que creía.