*Beatriz Valdés, ganadora del Premio Gabo en 2023 por su reportaje sobre mujeres afrodescendientes, víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado colombiano, explica a Expediente Público cómo funciona en su país el actual proceso de paz.
Expediente Público
El Estado reconoce que por el conflicto armado en Colombia hubo alrededor de 36,000 mujeres víctimas de violencia sexual. El 21% de esas mujeres eran afrodescendientes, explicó Beatriz Valdés, periodista ganadora del Premio Gabo 2013 por su reportaje “El grito por justicia y reparación de las mujeres afro violentadas sexualmente”, publicado en El Espectador.
Los crímenes contra las mujeres por parte del Ejército y los grupos guerrilleros eran para las mujeres negras, por el racismo, de especial crueldad, según la Comisión de la Verdad, recordó la periodista en entrevista con Expediente Público.
A sus 25 años, Valdés tiene seis años de tocar el tema de la violencia sexual a mujeres afrodescendientes en el conflicto armado de su país, pero “una cosa es acercarse a las víctimas y otra cosa es que la sociedad se acerque a esas historias”, afirma.
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Quieren ser escuchadas
Un importante hallazgo de su trabajo es que “hay una necesidad importante de ellas por ser escuchadas, poder contar lo que les pasó, que se les creyera y que se les escuchara, que se conociera (sus historias)”.
“Con una sola publicación en el caso de lo que hacemos los periodistas, no es suficiente y en la medida en que más personas nos sumemos a hablar sobre eso, pues yo creo que va a amplificarse el mensaje, y eso no quiere decir que todas las mujeres tengan que contar lo que les pasó para que los periodistas las publiquen, sino que pongamos el tema sobre la mesa. Hay muchas formas de tratarlo”, agrega Valdés.
Valdés encontró desde sus primeros artículos redes de mujeres que esos años se organizaron porque los crímenes contra ellas fueron torturas que pretendían desintegrar sus comunidades y familias, porque muchas eran mujeres que desempeñaban algún tipo de liderazgo.
Prácticas colectivas
En el caso de Colombia, la periodista Valdés explica que “Los crímenes se cometieron con mucha más sevicia y estaban enfocados también a desintegrar las formas comunitarias en las que viven las mujeres», afirma.
La periodista colombiana explica que «no es lo mismo la forma en la que se relaciona una mujer afro a como se relaciona una mujer campesina o una mujer indígena con su territorio, y en las mujeres afro hay unas prácticas que son colectivas, los hijos se crían en conjunto, la tierra se trabaja en conjunto”.
Un ejemplo, dice, es que las decisiones no las toma una, se toman en un consejo comunitario, entonces, “en la medida en que las mujeres, que son el pilar de esta sociedad comunitaria, tienen miedo, se tienen que ir o desplazarse, es mucho más fácil que en ese territorio pueda suceder lo que sea, que los armados necesitan que suceda.
Torturas y otros métodos crueles en Nicaragua
Nicaragua lleva cinco años en la peor crisis de derechos humanos de las últimas décadas. Los grupos de expertos de la Organización de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)determinaron que en el país centroamericano se cometieron crímenes de lesa humanidad durante las protestas que iniciaron en abril del 2018 y las que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo respondió con una brutal represión.
Más de 300 asesinatos, miles de heridos, torturas a presos políticos, destierro, confiscación y otras prácticas contra los derechos humanos han sido documentadas.
El Colectivo de Derechos Humanos Nunca Más construyó un expediente con revelaciones de 158 de los presos políticos del Nicaragua que fueron desterrados. La ONG logró identificar más de 40 métodos de tortura.
Entre ellas las violaciones, palizas con puños y patadas que recibieron de agentes policiales, penitenciarios, efectivos del Ejército y/o agentes paraestatales, que fueron denunciadas por 130 de los 158 casos documentados.
También lesiones o golpes con objetos contundentes o armas de fuego, choques eléctricos, quemaduras con cigarrillos o plástico negro derretido sobre la piel, intoxicación por bombas lacrimógenas y esposas demasiado ajustadas.
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¿Cómo se repara un daño tan enorme?
“La violencia sexual deja unas huellas que son muy difíciles de superar, unas cicatrices que son unas heridas, más bien que para convertirse en cicatrices tienen que pasar a años, tienen que pasar procesos que atraviesan también la vergüenza y el miedo”, sostuvo.
“¿Y pues la mejor manera que en la que eso se puede hacer (reparación) es preguntándole a las víctimas, no? ¿Cómo se va a hacer eso? Ellas tienen unas propuestas que requieren esfuerzos importantes del Estado”, indicó Valdés.
En 2016 el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron un acuerdo de paz en Cuba y de eso se hizo un referendo y la gente votó que no quería el acuerdo de paz y a partir de ahí ha sido un esfuerzo muy complejo por llevar, amplificar o convencer a la gente de que el diálogo es una manera de salir del conflicto.
“Durante el referendo hubo mucha desinformación, muchas fake news, pero también hubo muchas personas víctimas de esta guerrilla que estaban en desacuerdo y que estaban supremamente heridas y pensaban que estos antiguos jefes guerrilleros estarían en el Congreso como lo están ahora. Era una idea imposible de pensar entonces”.
Estaban en contra
Se trataba de integrar a la población desmovilizada de las filas guerrilleras a la sociedad con apoyo del Estado, por lo cual, el gobierno de Iván Duque (2018-2022) pasó del proceso, incluso, estaba en contra.
Actualmente el gobierno de Gustavo Petro negocia un acuerdo de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), pero también lidia con remanentes de las guerrillas, llamadas disidencia.
Justicia transicional
Valdés explicó que la justicia transicional se aplica con la Comisión de la Verdad, la unidad de búsqueda de desaparecidos, que se calcula en cien mil personas, y un Tribunal de Justicia especial, que busca encontrar la verdad para darles tranquilidad a las familias víctimas en Colombia.
“De alguna forma se cambia las penas en la cárcel por el aporte a la verdad, y eso ha dado resultados muy positivos. La semana pasada o esta semana (finales de junio 2023) hubo una audiencia en un pueblo donde no se había conocido nunca, pero había alrededor de 30 personas enterradas en un cementerio que habían sido asesinados por la fuerza pública y presentados como subversivos cuando no lo eran, y los militares que cometieron esos delitos los confesaron”, precisó.
“Las personas que durante años han estado calladas, buscan que se les reconozca que sus familiares no eran lo que se dijo que eran”.
En cuanto a las formas de reparación no son únicamente económicas, aunque muchas personas quedaron en pobreza extrema y también lo necesitan.
Las víctimas colombianas de la guerra piden particularmente por la verdad, los que tienen desaparecidos o asesinados, piden ayuda para identificarlos y que se limpie su nombre.
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¿Ni perdón, ni olvido?
En el caso Nicaragua, las madres de jóvenes asesinados así como las víctimas directas de los policías y paramilitares exigen llevar ante la justicia a los responsables.
“Aquí también ha habido movimientos de ni perdón ni olvido y me acuerdo mucho de una víctima cuya madre fue desaparecido que decía ‘para mí es muy difícil ahora hablar de justicia y reparación y la verdad y la reconciliación, cuando yo crecí toda mi vida gritando, ni perdón ni olvido’ y no es sencillo, pero yo creo que tampoco es indispensable, o sea, el perdón”.
“Una cosa distinta, son las posibilidades de reconciliación y de reparación, porque el perdón es de cada persona, de cada víctima. Yo creo que ni el Estado ni los responsables de los crímenes ni otras víctimas pueden exigirle a una persona que perdone, porque eso es una cosa que viene de adentro. No se puede olvidar, la memoria es un pilar clave en los procesos de reconciliación”, expresó.
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Diálogos con victimarios
Valdés cuenta también que el diálogo de paz era una necesidad clara, porque no había forma militar de ganar la guerra, la única posibilidad era la negociación, aunque faltan esfuerzos sinceros para propiciarlo, al menos del lado de los victimarios “hay una voluntad genuina de contribuir”.
Recuerda que hace algunos años madres de militares que murieron en combates con las FARC dialogaron por su lado, pero resultó mal, porque generó más dolor.
Además, el diálogo colombiano empezó desde la organización de la sociedad civil a puerta cerrada, afirmó la periodista.