*Los Acuerdos de Chapultepec marcaron el fin de la guerra civil que cobró más de 70.000 víctimas a lo largo de doce años.
*La firma de los acuerdos de paz fue suscrita en el Castillo de Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992.
Eric Lemus /Expediente Público
La finalización de uno de los conflictos civiles más cruentos de Centroamérica acaecido en el traspatio de la Guerra Fría, llegó a 31 años de cumplimiento sin una celebración oficial ahora que el país es gobernado por Nayib Bukele, el autodenominado presidente millenial que perteneció a las filas del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Bukele, que goza de amplia simpatía entre la ciudadanía salvadoreña, tan pronto llegó al poder en junio de 2019, deslegitimó la importancia de los Acuerdos de Chapultepec en la historia del país para finalizar el enfrentamiento armado.
La antigua guerrilla del FMLN finalizó la guerra en 1992 luego que firmó un armisticio con la administración del expresidente Alfredo Cristiani, gracias a la mediación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el respaldo de países como Colombia, España, Francia y Venezuela.
Lea además: Bukele se traga “el cuento chino” de millonarias inversiones en El Salvador que nunca llegan
“La guerra fue una farsa (…) mataron a 75.000 personas entre los dos bandos, incluyendo los mil de El Mozote, y fue una farsa como lo son los Acuerdos de Paz”, declaró el mandatario en diciembre de 2020 en el Complejo Educativo Caserío El Mozote, durante un acto conmemorativo por la masacre cometida por el Ejército en 1981.
Posteriormente, la Asamblea Legislativa controlada por el partido Nuevas Ideas, la organización política del mandatario, derogó el Día de la Paz y en su lugar decretó el 16 de enero como el Día de las Víctimas del Conflicto Armado.
La paz celebrada con bombazo
A 31 años del fin de la guerra, el país centroamericano atraviesa un escenario alejado de la polarización política entre dos bandos ideológicamente opuestos, pero donde particularmente el presidente Bukele revive la confrontación y la descalificación del periodismo como parte vertebral de su discurso, como sucedió en el proceso de negociación de la paz.
Periodistas veteranos que cubrieron la guerra civil reflexionan sobre los cambios vividos y traen a colación sus memorias sobre una fecha que ahora está fuera del calendario oficial.
Yuri Cortez, que labora para la agencia de noticias France Presse, recuerda que la tensión contra el trabajo de la prensa aumentó cuando las delegaciones de la exguerrilla y del gobierno acudieron a dialogar a la ciudad de Nueva York.
Los corresponsales tenían sus oficinas en las instalaciones del antiguo Hotel Camino Real (ahora Intercontinental) y la noche del 31 de diciembre de 1991 seguían el desarrollo de las conversaciones de las partes bajo el auspicio del entonces secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuellar, quien estaba por concluir su mandato.
En contexto: ¿Nayib Bukele forever? Presidente de El Salvador sigue los pasos de Daniel Ortega.
Relato de ese momento
“Durante todo el día estábamos pendientes de los teletipos y fax que iban y venían de Nueva York. Poquitos minutos antes de las doce seguíamos ahí en expectativa. Fue excepcional porque ninguno de los corresponsales estaba con sus familias”, relata Cortez a Expediente Público desde la ciudad de Caracas, donde está destacado como corresponsal.
“Cuando se conoció la información de que efectivamente se había firmado (la agenda comprimida o Acta de Nueva York), que ambas delegaciones habían llegado a acuerdos concretos y se abría el camino hacia la paz, de inmediato todos pensamos en salir a la calle para tomar reacciones de la gente”, agrega el fotoperiodista.
“En lo que se conformaban los equipos, hubo una gran explosión en el parqueo del entonces hotel Camino Real. Yo no había salido cuando escuché la explosión y salí como todos al parqueo. Ahí encontré el carro en llamas de la agencia Reuters (…) fue impactante escuchar el bombazo en el estacionamiento y ver que se trataba de un atentado directo contra la prensa”, reflexiona Cortez, cuyo trabajo lo llevó a cubrir otras guerras en Gaza, Irak o Afganistán.
Vivir la historia
Giuseppe Dezza es un periodista italiano que arribó a El Salvador a principio de los años noventa a trabajar como fotógrafo para la Comisión de Derechos Humanos no gubernamental (CDHES), la institución creada por el abogado Herbert Anaya Sanabria para sistematizar las violaciones cometidas contra la población civil.
Anaya fue asesinado por los escuadrones de la muerte en octubre de 1987 cuando salía a dejar a sus hijos a la escuela.
Dezza, que documentó el trabajo de campo de la CDHES, recibió el aviso que iría a Joateca, un poblado alojado en las intrincadas montañas de Morazán, 165 kilómetros al noreste de la capital.
La nueva sobre el fin de la guerra “ya estaba en el aire”, reconoce Dezza, así que era una gran oportunidad la vivencia en un campamento guerrillero.
A profundidad: Hacinamientos, torturas y muertes en cárceles de El Salvador por estado de excepción
“Una cosa es que te cuenten la película y otra es verla, estar ahí. Fue muy emocionante porque llegamos y hubo un acto cívico militar por parte de una concentración de la guerrilla del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, una facción del FMLN) que estaban en Joateca”, entre un centenar de combatientes que organizaron actos cívicos, con discursos, desfile y una fiesta.
Sin embargo, en la medianoche, los campesinos acudieron a la pequeña iglesia del pueblo.
El anuncio del fin de la guerra
Adentro ofició la misa de fin de año el padre belga Rogelio Ponseele junto a Miguel Ventura, que acompañaron a población refugiada en las zonas controladas por la exguerrilla.
“Ahí Ponseele dijo explícitamente que la guerra había terminado. La verdad fue bien emocionante porque ahí yo estaba captando y recibiendo todos estos mensajes, mientras la gente humilde estaba sentada en el piso, arrodillada o en las pocas bancas, en esa pequeña iglesia bastante oscura”, recrea Dezza.
“Fue bien emocionante porque aquello era vivir algo (que era parte) de la historia”, dice a Expediente Público 31 años más tarde.
Proteger y defender
Organizaciones agrupadas en la Alianza Nacional El Salvador en Paz y miembros del llamado Bloque de Resistencia y Rebeldía Popular (BRP) han convocado a marchar por las calles de San Salvador este domingo 15 de enero “luchando, protegiendo y defendiendo los Acuerdos de Paz”.
El BRP aglutina organizaciones sociales y populares de izquierda que esgrimen la defensa de la justicia social es el grupo opositor más visible en un país donde está desacreditada la imagen de quienes negociaron el fin de la guerra.
Puede interesarle: Masacre en El Mozote: 41 años sin justicia para las 978 víctimas salvadoreñas
Los partidos Alianza Nacionalista Republicana (Arena) y FMLN tienen una representación débil en la Asamblea Legislativa y mucha de su militancia y dirigencia migró a Nuevas Ideas de Bukele.
Nery Chaves García, licenciada en Relaciones Internacionales con énfasis en Política Exterior y Diplomacia por la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), destaca que “Nayib en el Ejecutivo ha buscado constantes conflictos con los otros poderes, afectando los ya de por sí débiles cimientos democráticos del país centroamericano”.
“Estos conflictos se han gestionado en abierta cacería de todo aquello que le critique y le señale”, escribió en un análisis publicado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
Mientras una parte de la población marche este año, el mandatario reivindicará su distanciamiento del acuerdo que, paradójicamente, fue clave para permitir su llegada a la vida política, algo impensable en los años ochenta cuando el poder político estuvo bajo el mando de una cúpula castrense.