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Agresiones sexuales, los registros ocultos de las obreras en Choloma

Carla, una joven operaria de maquila, cuyo apellido se omite por ser víctima de violencia sexual, se alista para salir de su casa, desde donde atraviesa la colonia San Jorge, en la ciudad de Choloma, Cortés.

En Honduras, existen un promedio de 262 maquilas. Ella trabaja en una de las más de 69 maquilas registradas en Choloma, un municipio de 242, 974 habitantes, el segundo más importante en la zona norte del país a nivel de actividad maquilera. El salario mínimo en las maquilas es de seis a siete mil lempiras mensuales (entre 270 y 300 dólares).

Hace dos años, Karla fue objeto de un asalto y de una violación sexual por desconocidos que la interceptaron en un carro de vidrios polarizados, cuando retornaba de su trabajo. «Me llevaron a un matorral, me desnudaron y ataron mi ropa interior en la cabeza. De los golpes recibidos me desmayé; pensaron que me había muerto», expresó la operaria, quien despertó dos horas después del abuso. Por temor, no denunció a la policía.

Por eso, cada vez que sale del trabajo, camina con prisa para alcanzar a sus vecinas y llegar segura a casa. El pánico la persigue después de ese ataque y violación.

Violaciones constantes

Las violaciones sexuales a las operarias de las maquilas se han vuelto una constante en el municipio de Choloma, pero ante la falta de registro de casos, las autoridades ignoran los hechos y las mujeres maquiladoras prefieren cuidarse entre sí.

Otro caso similar le ocurrió a Alejandra. Ella fue obligada a subirse a una bicicleta con un desconocido que la amenazó con un machete; la llevó a un terreno baldío de la colonia Brisas de la Candelaria para abusarla sexualmente.

«Algunos conocidos que vieron que iba con otro hombre en una bicicleta le contaron a mi marido y tuve problemas con él, me acusó de serle infiel, pensó que era mi amante», recordó. Ella tampoco hizo la denuncia porque su agresor la reconoció y vive en su misma comunidad.

Las historias de maltratos y abusos sexuales contra las operarias son constantes. «A otras compañeras las asaltaron y es peligroso caminar por esas aldeas. Tenemos miedo y nos venimos a trabajar en grupo, pero una de nosotros tiene que trabajar horas extras, no queda otra que encomendarse a Dios y venirse sola para la casa», aseguró Carmen Tróchez, una operaria que conoce otros casos de abuso en contra de sus compañeras.

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En Choloma, cientos de operarias de las maquilas se exponen a estas situaciones cuando sus jornadas son de madrugada o en horas de la noche, y aunque gozan de un servicio de transporte, éste las deja en un determinado lugar, no en su domicilio.

En cinco años, siete denuncias

En los registros de la Secretaría de Seguridad, colocados en su portal de internet, los casos de violaciones sexuales en Choloma no se vislumbran como un foco de delito, pues en los últimos cinco años, apenas registran siete denuncias por violaciones sexuales y otra por tentativa de violación. En lo que va de 2017, ninguna denuncia aparece registrada.

Para María Luisa Regalado, coordinadora de la Colectiva de Mujeres Hondureñas, (Codemuh), una organización no gubernamental que se especializa en el trabajo con mujeres de las maquilas, uno de los factores que inciden en los abusos no denunciados en contra de las operarias de las maquilas son las jornadas de trabajo, a veces en horarios inapropiados como los de la noche o la madrugada, sin una regulación al respecto.

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Esta desprotección, afirmó Regalado, incide en los abusos e incluso en algunos casos de muertes violentas en mujeres. «Las mujeres llegan a casa a las siete, ocho de la noche, en ocasiones de madrugada, según el turno que les toque», señaló.

Otra cara de la violencia

Para ella, muchas no se atreven a denunciar por «temor a ser asesinadas, pues en algunos casos reconocen a sus agresores. Aquí en la organización hemos atendido muchas mujeres que antes de contar lo ocurrido les hemos dado varias terapias con la sicóloga de Codemuh, pues se dan casos muy dolorosos».

El fenómeno de las violaciones sexuales contra las obreras de las maquilas y los casos de femicidios no parece estar en el ojo público de los registros oficiales. Las organizaciones que trabajan con mujeres dicen que estas violaciones ameritan investigaciones de fondo, pues Choloma es un municipio que se ubica en una de las mayores franjas de inseguridad en la región norte del país, de acuerdo al Observatorio Nacional de la Violencia (ONV).

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El municipio de Choloma, con la llegada de las maquilas a inicios de los años noventa, ha visto un crecimiento poblacional, así como de la inseguridad. Para el 2016, la tasa de homicidios en ese municipio fue de 89 por cada 100 mil habitantes, según cifras oficiales del Sistema de Estadísticas de la Policía Nacional de la Secretaría de Seguridad.

Choloma, junto al municipio de Villanueva y la ciudad de San Pedro Sula, son las tres principales zonas del Valle de Sula que concentran el mayor número de maquilas, donde gran parte de su mano de obra la constituyen mujeres.